Aquella Navidad de 1914

En vísperas de Navidad a más de 100 años de la Primera Guerra Mundial, es imposible dejar de recordar aquel instante cuando en diferentes sectores del frente occidental europeo, miles de soldados sin órdenes ni documentos ejercieron la paz aquella noche.

Aquella guerra se esperaba que durase tan sólo un par de meses, sin embargo, tras la construcción de las trincheras, los soldados esperaban angustiados el silbato para un ataque infructuoso que sólo generaba mutilaciones y muerte, el conflicto parecía estancado y la diplomacia estaba congelada en reclamos de los diferentes Estados participantes en la contienda, medio centímetro en el mapa significaba miles de hombres en las tumbas, simplemente parecía que nada podría concluir la primera gran guerra de la época contemporánea.

Sin embargo, la noche de Navidad marcó una diferencia: Soldados de diferentes partes del mundo a lo largo de toda la línea de trinchera que cruzaba Europa comenzaron a cantar villancicos, tímidamente se asomaron fuera de la trinchera y comenzaron a compartir con quienes eran sus enemigos declarados. Es lo que se llama la «Paz de Navidad de 1914» y que ha inspirado varias películas y cientos de documentales, en efecto es un momento clave en donde la humanidad venció a la guerra, donde el odio fue reemplazado por un espíritu de fraternidad y compañerismo, donde el dolor encontró regocijo sin importar uniforme, idioma o bandera.

Es el triunfo que paralizó al mundo, dejo estupefactos a generales, cancilleres, políticos y planificadores centrales,  dio esperanza a un mundo inundado por el horror de la guerra.  ¿Cómo fue posible que enemigos declarados estuviesen en paz? La respuesta tiene que ver con la esencia del ser humano, su condición natural no es el conflicto, no es la opresión es el ejercicio de la libertad que favorece la generación de la paz, fueron simples soldados y no grandes políticos quienes simplemente decidieron estrechar la mano de quienes tenían al frente, confiar en quienes cantaban alegres canticos, en ver a los ojos y sentir que, al igual que «la lucha de clases», las guerras son hechos artificiales  que representan a gobiernos y no necesariamente a las personas que combaten. Marcaron la diferencia y asumieron la responsabilidad, pues no es posible contener nuestra humanidad, es un recuerdo que nos debe traer la luz en una época tan especial, más aun cuando la violencia en el discurso parece ser pan de cada día.

La Paz de Navidad no fue un milagro. Es la manifestación de la libertad y confianza en las personas que nos ha hecho progresar y desarrollar en los más diversos ámbitos de nuestra historia.

 

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