Ricos y pobres

Con la riqueza y la pobreza suele suceder que su constatación confiera una suerte de primacía ética que a su vez se transforme en imperativo intelectual: si yo tengo buenos sentimientos hacia el prójimo, entonces mi diagnóstico sobre la realidad tiene que ser correcto. ¿Verdad? Pues no, no es verdad.

Rafael J. Álvarez entrevistó con ilimitada admiración en el periódico español El Mundo a don Javier Baeza, cura de Entrevías. El espíritu generoso del cura es indudable:

Yo creo en quien tiene una opción por el otro, por los pobres, los desvalidos, por la lucha por la Justicia.

Pues sí, claro que sí.

El problema es que acto seguido formula un diagnóstico que se basa en el más antiguo de los errores económicos: la suma cero. Dice el padre Baeza:

Hay pobres porque hay muchos ricos (…) su riqueza es la causa de la pobreza.

Éste es un prejuicio muy arraigado, y que no tiene base alguna. Si fuera verdad que la riqueza es causa de la pobreza, entonces el mundo jamás se habría enriquecido en su conjunto, que es exactamente lo que ha sucedido: todas las cifras revelan un aumento de la riqueza junto a una disminución espectacular de la pobreza. Hablamos de cientos de millones de personas que han dejado atrás la miseria, es decir, justo lo contrario de lo que la teoría del padre Baeza habría predicho.

Otro prejuicio es la vinculación entre pobreza y violencia:

El que alguien en un mundo de superabundancia pase hambre es una violencia hacia el que lo sufre. En un mundo donde el 90% de las personas tiene necesidades y el 10% tiene superabundancia hay una guerra larvada.

Otra vez, no es así: las grandes guerras no han sido provocadas por el hambre sino por los Estados, y algunas de las guerras más devastadoras fueron desatadas por los Estados más ricos.

Por fin, dice el padre Baeza:

El capital es un pecado en sí mismo. El dinero no es malo en sí, lo que condena el Evangelio es cuando hacemos del dinero un dios. Y así no compartimos lo que tenemos. El capital es la religión de aquellos que adoran el dinero.

Pero el capital no puede ser un pecado cuando casi toda la humanidad lo cultiva honradamente, empezando por los trabajadores, que cuidan sus ahorros y cuidan el capital más importante que existe, el capital del cual viven: el capital humano.

Y, por fin, tiene razón don Javier cuando repite el mensaje del Papa contra el «dios dinero». Efectivamente, no hay adorar ese dios falso. Ahora bien, si es un dios falso, lo es en todas partes, y no puede ser que sea malo cuando lo tenemos en nuestra cartera y se convierta en bueno cuando nos lo arrebata el poder. Tiene razón el padre en que debemos compartir lo que tenemos, pero se refiere a lo que cada uno tiene, porque compartir lo que tienen los demás ha sido siempre un robo, un delito y un feo pecado condenado de toda la vida de Dios.

 

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