Administración Trump: El favor del New York Times

El New York Times, la vieja Dama Gris, publicó el miércoles pasado una columna de opinión, cuando menos, peculiar, porque no está firmada. Su autor es identificado como un «alto funcionario», término que en inglés dice muy poco sobre su posición real dentro del Gobierno, y que podría ser desde el vicepresidente hasta un cargo no político sin mucho acceso a la Casa Blanca; muchos de los agentes del FBI implicados en el escándalo del espionaje al entonces candidato podrían entrar en esa definición. El periódico ha confirmado su identidad antes de hacer una excepción con él: ha publicado muy pocos anónimos en su larga historia y siempre argumentando que el autor correría peligro en caso de saberse su identidad. En este caso, el único riesgo que corre es el de ser despedido. Y sería un despido más que justificado. Porque se titula «Soy parte de la resistencia dentro de la Administración Trump».

«Resistencia» es cómo el Partido Demócrata y los medios –instituciones que cada vez cuesta más diferenciar entre sí– han bautizado a la oposición de Donald Trump. Como si estuvieran arriesgando la vida en la Francia ocupada luchando contra un dictador genocida. El artículo se ajusta a la ya conocida narrativa de la Casa Blanca como un caos que a duras penas se mantiene en pie ante los continuos cambios de humor y de opinión del presidente. El único detalle concreto que ofrece –la resistencia de Trump a imponer nuevas sanciones a Rusia tras el asesinato del exespía Skripal– ya era conocido. Es una película creíble, especialmente cuando ya nos hemos acostumbrado a la enorme divergencia entre los tuits de Trump y las decisiones que toma su administración. De hecho, tras publicarse esta columna, el actual inquilino de la Casa Blanca tuiteó «¿TRAICIÓN?». Pero es más que dudoso que esto se investigue y castigue como si realmente fuera una traición.

Pero el funcionario, o político, que ha escrito el artículo no se queda ahí. Su principal tarea es describir lo que sin exagerar demasiado podría calificarse de golpe de Estado. Según él, la mayor parte de los ministros y ayudantes se dedican a utilizar su posición para desobedecer activamente al presidente electo. Y algunos de ellos estarían incluso dispuestos a invocar el artículo 25 de la Constitución, pensado para apartar de su cargo a un presidente incapacitado a iniciativa del vicepresidente y que hasta ahora sólo había sido usado en la ficción, concretamente cuando el avión del presidente Harrison Ford es secuestrado en la película Air Force One.

Si un «alto funcionario» considera que el presidente está como las maracas de Machín y no debe continuar en el cargo, su deber esdenunciarlo públicamente y trabajar para que su mandato dure lo menos posible, aunque le cueste su carrera política o su empleo público. Lo entenderíamos mejor si imagináramos a un teórico «alto funcionario» del Gobierno de Obama publicando un artículo anónimo considerando ilegal e ilegítima alguna decisión del presidente y anunciando que está trabajando desde dentro para minarla. Se consideraría inaceptable y se exigiría su cabeza. Con toda la razón. De modo que no parece que la decisión de escribir y publicar este artículo vaya a favorecer a esa supuesta resistencia dentro de la Casa Blanca.

Trump ya ha indicado por dónde irán los tiros al afirmar que está «drenando la ciénaga, y que la ciénaga está contraatacando». La narrativa que lleva repitiendo con insistencia machacona desde que el principio es que se presentó y gobierna contra las élites que dominan el funcionariado, la política y los medios, y que éstas harán lo que sea por ponerle trabas. Ahora le acaban de regalar un artículo publicado nada más y nada menos que en el New York Times, el bastión de la casta estadounidense, en el que a ojos de sus seguidores se describe exactamente eso: a los elitistas autocalificándose de «resistencia» para impedir que «América sea grande de nuevo». No dejará de referirse a él jamás.

 

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