Adiós a Liu Xiaobo

Ha muerto Liu Xiaobo, el disidente chino y ganador en 2010 de un merecido Premio Nobel de la Paz, tras pasar casi una década en la cárcel por pedir libertad para China.

Los amantes de la libertad hemos perdido a uno de los héroes de nuestra época. En conmemoración de su activismo, reproducimos este artículo publicado el día que Liu no pudo recibir su Nobel en persona porque la China comunista lo tenía encerrado en una cárcel. Liu acaba de morir privado de su libertad.

 

El día de Liu Xiaobo

Por Miryam Lindberg

10 de diciembre de 2010

 

Y llegó el día. Hoy se cristaliza la decisión del Comité Noruego del Nobel de conceder el Nobel 2010 de la Paz a Liu Xiaobo, uno de los principales disidentes politicos de China. La ceremonia de entrega se celebra hoy en Oslo, pero su silla estará vacía.

Allá por octubre, los noruegos nos hicieron sentir repentinamente reconciliados con Occidente y su natural énfasis en la libertad. Aunque este premio haya perdido mucho prestigio debido a algunas extravagantes selecciones del Comité, en este caso particular, los escandinavos se anotaron un golazo.

Cuando Liu se enteró de la buena nueva, inmediatamente dedicó su premio a las víctimas de la masacre en la Plaza de Tiananmen en 1989. Liu sabía demasiado bien de lo qué hablaba: Él estuvo allí, ayudando a salvar centenares de vidas. ¡Ay, pero si estos noruegos son caprichosos! Cuando ya nadie pensaba en Tiananmen, de repente salen con esto y en un asombroso momento de inesperada lucidez, concedieron el premio a Liu, recordándole de paso a todo mundo que China es un país comunista después de todo. La dirección china estaba que echaba humo e inmediatamente se puso a la tarea de minimizar el terrible daño a su imagen… pero de esa peculiar manera que los regímenes no democráticos generalmente exhiben.

Pero en realidad, lo asombroso aquí ha sido cómo se lo tomaron los demás países. La selección de Liu despertó un sentimiento casi universal de aprobación. Las amenazas de Pekín no tuvieron éxito tratando de “persuadir” a la independiente Academia del Nobel de que desechase sus planes. Y la dormida conciencia del mundo, tan acostumbrada a hacer la vista gorda ante las fechorías de China por intereses económicos, recibió una sacudida muy necesaria y saludable.

Desde ese día, la campaña a nivel mundial de los comunistas chinos ha sido implacable. El gigante asiático ha amenazado con todo tipo de represalias a los países que asistan a la entrega del premio. Entre los compañeros de fatigas que lógicamente respaldan la posición china están, entre otros, Rusia, Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Arabia Saudita y Sudán. La sorpresa de la lista es Colombia.

La China comunista vive suspirando por un premio Nobel – de los de verdad, no como los que concedieron al “francés” Gao Xingjian o al tibetano Tenzin Gyatso, más conocido como el Dalai Lama, otra espina clavada en el corazón de Pekín – así pues, una vez más, este premio no era exactamente lo que la nomenclatura china anhelaba.

Al ser uno de los autores principales de la Carta 08, un apasionado llamamiento para acabar con el autoritario sistema del partido único en China y en favor de reformas democráticas integrales, Liu sabía que había un precio muy alto que pagar por desafiar el statu quo. En junio de 2009, solo unas horas después de que el documento se colgase en la red, lo arrestaron y en diciembre lo condenaron a 11 años en prisión por “organizar, tramar y actuar para subvertir el poder político del Estado y derrocar el sistema socialista”.

Había que parar a Liu a toda costa y por eso acabó en la cárcel. Los líderes de China por lo general se ponen nerviosos cuando se habla de reforma política. Y es natural, se están jugando el sustento y el poder. Gente como Liu se convierte en un peligro para sus planes de continuidad en el poder. Las palabras de gente como Liu hacen mella en la conciencia de sus compatriotas y en la imagen del ciudadano chino contento con la riqueza recién alcanzada. La postura valiente de Liu y su llamado a la libertad provocan sonrojo y vergüenza a un todopoderoso partido comunista y sirven de inspiración a aquellos que anhelan el cambio. Desde hace tiempo, los líderes comunistas han entendido que un solo hombre puede marcar la diferencia; así es que imagínese lo que podrían hacer cientos, miles de personas como Liu.

Este año, los amantes de la libertad han disfrutado con la selección hecha por el Comité Noruego del Nobel. Lejos queda ya la imagen de la China amable que quisieron pintar durante los Juegos Olímpicos de Pekín. Hoy se retrata la verdadera China ante el mundo por no liberar a Liu y por haber encarcelado preventivamente a parientes, amigos y allegados del galardonado disidente. La suerte económica de China ha cambiado gracias a las fuerzas del libre mercado. Pero eso de que la cúpula china vaya a permitir que haya una verdadera reforma política es harina de otro costal. En este momento de crisis financiera global, no podemos olvidar que muchos gobiernos han pasado por alto y por voluntad propia la lamentable situación de los derechos humanos en el último imperio comunista, pensando más que nada en que China les compra su deuda pública y que con ese dinero pueden pagar sus propios excesos financieros domésticos. Pero en un arranque de decencia humana, el Mundo Libre celebrará el premio de Liu.

Un proverbio chino dice que: “Una generación planta los árboles pero otra es la que disfruta de su sombra”. Personas como Liu Xiaobo son de las que plantan los árboles. Puede que tome más o menos tiempo, pero las generaciones venideras definitivamente disfrutarán la sombra.

 

© Miryam Lindberg

 

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