Los Trudeau: ¿De tal palo, tal astilla?

Desde hace un año por todo el mundo se han visto las derrotas de las fuerzas progresistas y las victorias de las fuerzas de derecha, sean conservadoras o lo que el periodismo denomina “extrema derecha”. Sin embargo para el progresismo lo que quizás representa una de las pocas velas encendidas en su oscuridad es el gobierno de Canadá liderado por el socialista Justin Trudeau.

Este carismático joven líder arrasó en su camino al poder con una victoria contundente sobre el Partido conservador canadiense liderado por el ex primer ministro Stephen Harper en 2015. Trudeau se proyecta ante los canadienses y el mundo como un político de cambio, moderno, progresista lo cual le ha permito mantener un alto nivel de aprobación popular. Pero detrás de este ciego amor por el líder se comienzan a vislumbrar indicios que Justin pretende seguir la línea de su padre Pierre, el  ex primer ministro, lo cual debería ser gran señal de peligro.

Ambos líderes tienen muchas características que los hacen políticos formidables entre ellos el carisma, pero también lo bueno que heredaron de gobiernos conservadores. De sus predecesores, ambos líderes recibieron una economía en crecimiento, con una baja tasa de desempleo, una deuda con porcentaje favorable al PIB entre otros indicadores económicos positivos. Sin embargo, al llegar al poder implementaron una política pública perjudicial para la economía y finanzas canadienses.

En el caso de Trudeau Sr., su política pública fue de aumentar desmedidamente, el presupuesto. En el primero se contemplaba un déficit del 0,9% del PIB. Después de sus desastrosos años dirigiendo el país, éste había aumentado a un 7,9% del PIB canadiense. Pierre Trudeau ascendió al poder durante una época donde los precios de materias primas estaban aumentando junto con el aumento del gasto, que luego de que Canadá entrara en recesión durante 1980-1981 cuando se hablaba en los mercados de una posible quiebra. Los gobiernos subsecuentes como el del conservador Bryan Mulroney y los liberales a finales de los 90 le dieron la vuelta a la situación y para poder combatir el déficit cortaron el gasto, aumentaron impuestos, las provincias perdieron fondos federales y en consecuencia recortaron el gasto nacional.

Este nefasto legado fiscal es más profundo gracias a sus políticas anti-libre mercado, la más famosa es su programa nacional de energía. Este programa buscaba tomar control de los precios del petróleo canadiense y foráneo. Implementado un régimen de regulaciones muy costosas para las industrias, apropiándose de intereses petroleros foráneos sin compensación, además de utilizar los ingresos que generaban estas fuentes de energía para gastarlo mayormente en provincias de donde no provenía ese ingreso. Esto devastó económicamente a las provincias del oeste de Canadá y su partido no se ha recuperado políticamente del funesto legado de sus políticas.

Lo vivido con Pierre Trudeau debería haber levantado dudas al electorado antes de elegir a su hijo Justin. A más de un año de su mandato, las similitudes dan mucho que pensar. El gobierno canadiense de Trudeau culpa a los bajos costos del petróleo por el bajo crecimiento, pero en vez de ayudar a la industria, su política en pro de la religión del cambio climático se lo impide. En su afán por el cambio climático su gobierno quiere implementar un impuesto al carbón a más tardar en 2022. Esta medida es para lograr bajar las emisiones, aunque en la práctica no logre eso, por ejemplo en la provincia de Columbia británica existe un impuesto similar y las emisiones son un 8% más que en el 2010. Además este impuesto aumenta el costo de la gasolina para cada familia canadiense y en sí no ayudar al mismo sector de la economía al que culpan por el poco crecimiento económico.

Canadá tuvo que esperar 30 años para poder salir de los problemas que creó el gobierno de Pierre Trudeau, esto se refleja con la facilidad que Canadá pudo superar la gran recesión del 2008. Sin embargo su hijo va por la misma línea socialista sin creer en el libre mercado. Eso de pensar en el control estatal de la economía y de gastar dinero a fuerza de préstamos es una receta peligrosa y fracasada para una de las economías más importante de occidente.

 

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