Turquía: El arriesgado juego de Erdogan con Estados Unidos

Desde que, a finales de 2017, Turquía seleccionó oficialmente el sistema de misiles tierra-aire S-400, de fabricación rusa, por su arquitectura antimisiles y antiaérea de largo alcance, el presidente de ese país, Recep Tayyip Erdogan, no ha cambiado su discurso de que la compra era “cosa hecha” y que “Turquía es soberana para decidir qué sistema de defensa antiaérea despliega en su territorio”. En respuesta, la administración americana amenazó con suspender la participación de Turquía en el programa internacional Joint Strike Fighter, que está construyendo la quinta generación de cazas F-35 Lightning. Estados Unidos también ha amenazado a Turquía con más sanciones al amparo de la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de Estados Unidos mediante Sanciones (Countering American Adversaries Through Sanctions Act, CAATSA). Los funcionarios del sector dicen que las sanciones de la CAATSA podrían costar a las empresas turcas más de 10,000 millones en (sub)contratos perdidos. Turquía se ha comprometido a adquirir al menos 100 F-35 y ya ha desembolsado 1,400 millones de dólares.

Erdogan le quita importancia. Dice que Turquía consideraría coproducir los sistemas S-400 y los más avanzados S-500 con Rusia; que comprar los S-400 fue una decisión soberana de Turquía y que Ankara iniciaría asimismo negociaciones para la adquisición o coproducción del avión de combate Su-57, de fabricación rusa, en lugar de los F-35.

El S-400 puede alcanzar objetivos en un rango de hasta 400 km. Se ha diseñado para derribar los activos aéreos de la OTAN, incluidos los F-35 que se están fabricando.

Los primeros componentes de los sistemas S-400 llegaron a Ankara el pasado día 13 de julio.

John Sarbanes, demócrata de la Cámara de Representantes por Maryland, hizo público el siguiente comunicado el día 12:

La decisión de Turquía de seguir adelante con la adquisición del sistema ruso de misiles tierra-aire S-400 representa una grave amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y de nuestros aliados de la OTAN. Al comprar e integrar un sofisticado sistema de defensa antimisiles ruso en los equipos de la OTAN, Turquía no sólo pone en peligro la seguridad de la OTAN en la región, también proporciona una victoria a Rusia en sus actuales esfuerzos por sembrar la división y la desconfianza entre los Estados miembros de la OTAN. Con el presidente Erdogan, Turquía ha entrado en una peligrosa escalada antidemocrática y se está convirtiendo en un régimen autoritario cuyos actos han debilitado en repetidas ocasiones las defensas de la OTAN. Con el fin de demostrar que puede operar como socio de confianza y fiable en la región, Turquía debe dar inmediatamente los pasos oportunos para desmantelar completamente y devolver el sistema S-400 a Rusia.

Entre tanto, cayó la lira turca, y en lo que va de año la economía del país se ha vuelto a contraer.

La relación entre Ankara y Washington podría volverse tormentosa si Estados Unidos responde como ha prometido: suspendiendo la participación de Turquía en el Joint Strike Fighter y en el entrenamiento de sus pilotos; no entregando otro equipamiento militar vital, especialmente las municiones inteligentes que Turquía utiliza contra los milicianos kurdos en su propio sureste y en el norte de Siria y el norte de Irak; sancionando a los altos cargos y compañías turcos involucrados en el programa S-400; y con una nueva ola de sanciones económicas que pueden empujar la ya frágil posición financiera del país a una caída libre.

Aquí se podría emplear un poco de acrobacia política: asfixiar (económicamente) un poco más a Erdogan, pero sin quemar los puentes. Erdogan no va a estar al mando en, pongamos, el año 2074.

En Washington hay tres opciones posibles con un aliado convertido en amenaza:

1) Puesto que hay otras varias cuestiones transaccionales en las que Estados Unidos y Turquía dependen el uno del otro, suavizar las sanciones.

2) Recordar el caso del pastor Andrew Brunson, cuando la desaceleración económica turca ayudó a asegurar la liberación del pastor estadounidense. Lo que más teme Erdogan son las sanciones de la CAATSA. Según las últimas estadísticas oficiales, la tasa de desempleo en Turquía es del 13%, con 4.2 millones de personas en búsqueda de empleo. La economía está en recesión y el valor de la lira turca es inestable.

3) Diseñar una mezcla pragmática de ambos planes a fin de evitarle al país un daño explosivo y permanente.

Al convertirse en el primer aliado de la OTAN que despliega en su territorio un sistema de defensa aérea fabricado por Rusia, ignorando la interoperabilidad, los miembros de la OTAN tendrán que averiguar cómo tratar con un nuevo amienemigo.

© Gatestone Institute (Versión en inglés) | © El Medio (Versión en español)

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