El caso por los valores judeocristianos – Parte II: El bien y el mal

Para los que creen en los valores judeocristianos, lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, éstos vienen de Dios, no sólo del raciocinio ni del corazón, ni del Estado, ni por mayoría absoluta.

A pesar que la mayoría de universitarios occidentales nunca han oído el caso sobre la necesidad de la moralidad fundamentada en Dios, ya que el punto de vista laico domina la educación moderna y los medios de comunicación, el caso es tan claro como concluyente: Si no hay una fuente trascendente de moralidad (Moralidad es la palabra que uso como norma para describir el bien y el mal) entonces el “bien” y el “mal” se convierten en opiniones subjetivas y no en realidades objetivas.

En otras palabras, si no hay un Dios que diga: «No asesinarás» entonces asesinar no es malo. (“No matarás” es una traducción errónea del hebreo que al igual que el español tiene dos palabras para homicidio). Mucha gente puede pensar que está mal pero que ésa es su opinión, no un hecho moral objetivo. No hay «hechos» morales si no hay Dios, sólo hay opiniones morales.

Hace algunos años debatí este tema en Oxford con Jonathan Glover, catedrático de Ética en King’s College de la Universidad de Londres, y uno de los principales ateos moralistas de nuestro tiempo. Y como es un hombre de rara honestidad intelectual, me ha reconocido que sin Dios la moralidad es subjetiva. Él es uno de los pocos laicos que lo hace.

La razón en la que se basa el relativismo moral es: «Lo que yo piense que está bien para mí, está bien; lo que Ud. piense que está bien para Ud., está bien» — esta idea permea la sociedad moderna. Tener una sociedad laica es la razón principal para que una abrumadora cantidad de personas crea que, por ejemplo: «Lo que Ud. considera ‘terrorista’ es considerado por otro ‘luchador por la libertad’”; ¿por qué los mejores educados no han sido capaces de ver que, por ejemplo, un Estados Unidos libre es una sociedad más moral que una sociedad totalitaria como la Unión Soviética. ¿Por qué?. En pocas palabras: Una profunda confusión moral aquejó al siglo XX y continúa en este siglo.

Por eso, el New York Times, la voz del relativismo moral laico, estaba tan asqueado con la afirmación del presidente Ronald Reagan que la Unión Soviética era «un imperio del mal». El mundo laico, especialmente su izquierda, teme y rechaza el lenguaje del bien y el mal porque sabe a valores religiosos y viola su relativismo moral. Es quizás la mayor diferencia entre Estados Unidos y Europa. Como bien decía un artículo del New York Times sobre las diferencias entre europeos y americanos: «Se sabe que los americanos se sienten más cómodos que los europeos con las ideas del bien y el mal, de lo correcto e incorrecto…» No es sorpresa. Estados Unidos es una sociedad judeocristiana; Europa es, en gran medida, laica (y el Partido Demócrata americano, también).

A finales de los años 70, en una entrevista pública en Los Angeles, pregunté a Arthur Schlesinger Jr., uno de los principales pensadores progresistas laicos de la generación anterior así como historiador ganador del Premio Pulitzer, si podría afirmar que Estados Unidos era una sociedad moralmente superior a la Unión Soviética. Aún cuando repetí la pregunta y aclaré que aceptaría encantado la existencia de buenas personas en la URSS y malas personas en Estados Unidos, él se negó a decirlo.

Una de las razones principales por la que la izquierda aborrece a George W. Bush es su uso del lenguaje moral, como por ejemplo su ampliamente criticada descripción de los regímenes de Corea del Norte, Irán e Irak como «el eje del mal». Esa gente rechaza el pivotal valor judeocristiano de la existencia del bien y del mal objetivos y nuestra obligación de hacer semejantes juicios. El laicismo nos ha llevado a la confusión moral lo que finalmente ha desembocado en parálisis moral.

Si Ud. no puede llamar a la Unión Soviética «imperio del mal» o al régimen iraní, norcoreano o iraquí «eje del mal», Ud. ha terminado por convertir el término «mal» en inservible. Justamente por eso, el término no se utiliza en presencia de sofisticada compañía laica, excepto en referencia a aquellos que lo usan (generalmente cristianos creyentes y judíos).

¿El aborto es moralmente malo? Para el mundo laico, la respuesta es: «Eso es algo entre una mujer y su médico». No hay una expresión más clara de relativismo moral: Cada mujer determina si el aborto es moral. Por otro lado, para la persona con valores judeocristianos, esto no es entre alguien y alguien más. Es entre la sociedad y Dios. Aún hasta entre gente creyente que difiere en su interpretación de la voluntad de Dios, nunca se trata solamente de: «entre una mujer y su médico».

Y aquellos que contraatacan estos argumentos de la moralidad basada en Dios con la preguntita «¿El Dios de quién?», la respuesta es: El Dios que reveló Su voluntad moral en el Antiguo Testamento, el que judíos y cristianos (y nadie más) consideran como revelación divina.

El versículo más conocido de la Biblia es: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19:18). Es una reflexión para la era laica en la que vivimos que poca gente se dé cuenta que ese versículo termina con las palabras: «Yo soy Dios». Aunque totalmente convertido en frase laica para el común de la gente, el más grande de los principios éticos viene de Dios. Sino sería una frase más, hecha por el ser humano, no más sugerente que decir: ¡Cruza la calle cuando esté en verde!

 

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