El caso por los valores judeocristianos – Parte VI: Sentimientos

Con el declive de la autoridad de los valores judeocristianos en Occidente, mucha gente buscó fuentes externas de estándares morales para decidir lo que está bien y lo que está mal. En lugar de ser guiados por Dios, la Biblia y la religión, grandes masas —en Europa Occidental la gran mayoría— han buscado pautas morales y sociales en otros sitios.

Para muchos millones en el siglo XX, esas pautas las marcaron el marxismo, el comunismo, el fascismo o el nazismo. Para muchos millones hoy en día, esas pautas son… los sentimientos. Con el ascenso de los valores de la izquierda que ha venido a continuación del declive de la religión judeocristiana, los sentimientos personales han ocupado el lugar de los estándares universales. En realidad, los sentimientos son la mayor característica unificadora entre las posiciones progresistas contemporáneas.

Aparte de fiarse de los sentimientos, ¿de qué otra manera se puede explicar a una persona que no sólo cree sino que anuncia con orgullo en una calcomanía que «La guerra no es la respuesta»? No sé de ninguna calcomanía conservadora que pueda ser tan demostrablemente falsa y moralmente ignorante. Casi todo gran mal ha sido resuelto con la guerra, desde la esclavitud en América al Holocausto en Europa. Auschwitz fue liberado por soldados haciendo la guerra, no por pacifistas que hubiesen permitido que los nazis matasen a cada judío en Europa.

El edificio completo del relativismo moral, cimiento de la ideología izquierdista, está construido sobre la base de que los sentimientos deciden lo que está bien o mal. Por eso, lo que para uno es un terrorista para otro es un luchador por la libertad.

El movimiento «Animales y personas son iguales» está basado totalmente en sentimientos. La gente ve pollos sacrificados y langostas hervidas, siente pena por los animales y poco después abandona el raciocinio por completo e iguala el sufrimiento de un pollo o una langosta al de un ser humano en las mismas circunstancias.

El apoyo sin precedentes de la progresía para redefinir radicalmente la institución básica de la sociedad, el matrimonio y la familia, es otro producto de sentimientos, de simpatía por los homosexuales. Tomar en consideración los efectos de semejante redefinición radical en la sociedad y sus niños no preocupa a la progresía.

El movimiento de «autoestima», al que ahora se le reconoce como el gran fabricante de mediocridad y narcisismo, fue un invento completamente progresista fundamentado en los sentimientos hacia los niños.

La preocupación progresista de si Estados Unidos es amado o odiado también se fundamenta por completo en sentimientos. La izquierda quiere ser amada, la derecha quiere hacer lo que es correcto y considera que, en el mejor de los casos, la opinión del mundo es inconstante; en el peor de los casos, es inmoral.

Las leyes contra el acoso sexual han creado un complejo industrial de sentimientos. El concepto «ambiente laboral hostil» está basado en los sentimientos. Si una mujer se siente fastidiada con un calendario de chicas en bikini en el escritorio de un colega del trabajo, se han hecho leyes cuyo único propósito es protegerla para que no se sienta incómoda.

Para los progres, el valor total de un feto lo determina lo que sienta la madre. Si ella siente que esa emergente vida humana que crece en su cuerpo no vale nada, pues no vale nada. Si siente que es infinitamente valiosa, pues es infinitamente valiosa.

Casi todo se ve afectado por los sentimientos progresistas. Por ejemplo, la oposición progre a llamar una fiesta navideña con todo derecho por su nombre está fundamentada en la preocupación progre de que los no-cristianos se van a sentir mal. Y para esos progres, no interesa nada más, ni siquiera el legítimo deseo de la gran mayoría que quieren celebrar esas fiestas y ya ni hablemos del narcisismo de esos no-cristianos «ofendidos» por una fiesta navideña.

¿Y por qué los progres siguen apoyando ayudas basadas en la etnia en las universidades a pesar de la evidencia cada vez mayor que esas ayudas hacen más daño que bien a los negros? Nuevamente, los sentimientos son la razón principal, pena por los negros y el racismo histórico que los afroamericanos han sufrido.

Promover motivos antes que resultados es una parte significativa del progresismo. Lo que importa es creer que uno es bueno, bien intencionado, que se preocupa por los pobres, odia el racismo, detesta la desigualdad y ama la paz. La educación bilingüe ha hecho daño a los niños latinos en Estados Unidos. Pero como persona compasiva (y «compasivos» es la definición que se dan la mayoría de los progres a sí mismos) ese daño no es el asunto que verdaderamente le preocupe al progre. Su preocupación es lo incómodo que se pueda sentir un niño inmigrante cuando se ve inmerso por primera vez en un mundo en inglés.

Confiarse de los sentimientos para determinar las posiciones políticas y sociales es una de las principales razones por la que los jóvenes tienden a adoptar posiciones progres/izquierdistas, ellos sienten las cosas apasionadamente pero no tienen la madurez para cuestionar esas pasiones. Es también una de las razones por las que las mujeres, sobre todo las solteras,  son más progresistas que los hombres; está en la naturaleza femenina fiarse más de lo que sienten cuando toman decisiones. (Para aquellos acostumbrados a que sólo se adule a las féminas de la especie humana, déjenme poner muy en claro que los hombres tampoco pueden fiarse mucho de su naturaleza que por lo general los lleva a arreglar sus diferencias a punta de fuerza bruta. Ambos sexos tienen mucho trabajo por delante para corregir sus defectos.)

Para ser justos, los sentimientos también juegan un papel muy importante en las creencias de los conservadores. El patriotismo es mayormente un sentimiento; la fe religiosa está llena de emociones y la religión también ha sido dictada con demasiada frecuencia por la emoción. Pero, las posiciones conservadoras están basadas en «¿Qué es lo correcto?» en vez de en «¿Cómo me siento?» mucho más que las posiciones progresistas.  Por eso una mujer creyente que está embarazada pero que no quiere estarlo, se inclina mucho menos a tener un aborto que la mujer laica en las mismas circunstancias. Sus valores son más altos que sus sentimientos. Y eso, en pocas palabras, es de lo que se trata esta guerra cultural: Valores judeocristianos versus sentimientos progres-izquierdistas.

 

© Creators Syndicate, Inc. (Versión en inglés) | © Libertad.org (Versión en español)

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