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Kanye West y la plantación demócrata

En una reciente entrevista, el gran Thomas Sowell recordaba un viejo chiste: Sowell y Walter E. Williams (colaborador de Libertad.org) solían decir que no podían viajar juntos en avión porque si se estrellaba ya no quedaría en Estados Unidos ningún negro de derecha. Y como muchas bromas, la gracia está en que exagera una realidad, en concreto la de que los negros votan masivamente a los demócratas, en una proporción cercana al 90%, y los artistas, activistas y líderes de opinión afroamericanos son casi exclusivamente de izquierda. Durante décadas ha sido así, hasta culminar en la elección de Barack Obama. El problema es que no han sido en general décadas de progreso para ese colectivo. Especialmente esos ocho años de Obama, de quien se esperaba que fuera la cura del enfrentamiento racial, pero que en realidad alcanzó nuevos récords.

De ahí la histeria que produjo un solo tuit de la estrella del rap Kanye West. Una sola frase: «Me gusta cómo piensa Candance Owens». ¿Y quién es esa señora? Pues una activista negra de 28 años que, pese a empezar siendo demócrata por defecto, ahora es directiva de la organización Turning Point USA, una asociación clásico-liberal fundada en 2012 y dedicada a enseñar los valores del libre mercado entre los estudiantes y que ha sufrido los ya clásicos intentos de boicot por parte de la izquierda universitaria, tanto intentando prohibir la creación de capítulos en ciertos campus como saboteando sus conferencias.

Poco antes de recibir este apoyo, Owens había publicado un vídeo suyo en una fiesta de su organización en el que criticaba a los activistas de Black Lives Matter que protestaban por disfrutar de «sentirse oprimidos», recordándoles de paso que quienes sufrieron la esclavitud y las leyes racistas en el sur de Estados Unidos fueron sus antepasados y que debería darles vergüenza usar eso como excusa para sentirse víctimas cuando son «americanos privilegiados».

Seguramente al rapero le gustó el contraste que hacía Owens entre la mentalidad victimista y la mentalidad ganadora, y posiblemente tampoco sabía mucho más de ella. Pero empezó a recibir una avalancha de críticas desde la izquierda. Lo habitual en estos casos es que el atacado se disculpe y realice un acto de autocrítica pública, como había hecho Shania Twain un par de días antes, pero Kanye West optó por doblar la apuesta, publicando fotos suyas con un gorro rojo con el eslogan de campaña Make America Great Again y afirmando que, aunque no estaba de acuerdo en todo con él, porque eso es lo que hacen los individuos libres, adoraba a Donald Trump. Y ahí se desataron los infiernos.

Es difícil para alguien que odia el rap a muerte dar cuenta de la influencia de Kanye West, esposo de la celebérrima Kim Kardashian, entre la juventud afroamericana. Pero el hecho de que el Rolling Stone publicara un artículo de urgencia alertando sobre la «amenaza» que suponían los tuits del rapero nos puede dar una idea. O que en una semana el apoyo a Trump entre los varones negros se haya duplicado. O que John Legend le escribiera recordándole que sus fans eran leales y les importaba su opinión, y apoyar a Trump les hacía daño y perjudicaba su «legado», a lo que West contestó que usar a sus fans y su legado es «una táctica basada en el miedo para manipular mi libre pensamiento». Había que volver a meter a West en el redil, no sea que más voces discordantes empezaran a aparecer en la cultura popular. Pero se ha negado. Incluso ha llegado al extremo de tuitear frases de Thomas Sowell.

Una de las cosas que más diferencia a izquierda y derecha en el mundo occidental es que liberales clásicos, conservadores y socialcristianos hemos creado una coraza ante las opiniones de los artistas que admiramos por aquello por lo que destacan y merecen admiración: su arte. A la fuerza ahorcan: como son casi todos de izquierda, si no fuéramos capaces de disociar cultura popular y política no podíamos escuchar música ni ver películas o series. Pero precisamente por la misma razón, en la izquierda tienen atrofiado ese músculo. Así que puede pasar que muchos fans de West no sean capaces de superar esta decepción, pero también que algunos de ellos vean la política con ojos un poco más escépticos. Y eso no se lo puede permitir el Partido Demócrata, que depende de que los votantes afroamericanos permanezcan en su plantación para tener alguna oportunidad de ganar al menos algunas elecciones a nivel estatal y nacional. Por más que décadas de apoyo acrítico hayan coincidido con las peores décadas en el progreso económico y social de los negros en Estados Unidos.

Ahora, eso no significa que Kanye West sea republicano o ni siquiera de derecha, no nos engañemos. Y da un poco de vergüenza ajena que Owens se haya entusiasmado tanto con su apoyo habiendo sido autora de un excelente vídeo explicando por qué no nos importan para nada las opiniones políticas de los artistas. Pero al margen de resultados electorales, sería una gran noticia que por fin los votantes negros rompieran con el monopolio que la izquierda tiene sobre ellos. Porque quizá de ese modo podrían empezar a tomarse en serio por su situación tanto el Partido Republicano (¿para qué si no nos van a votar?) como el Demócrata (¿para qué si nos van a votar igual?). Y además Sowell, que ya tiene sus buenos 87 años, podría morirse sin tener que sentirse responsable de la desaparición de la mitad de la derecha negra, que siempre es un alivio.

 

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