Salamanca y Harvard

Hay que recordar siempre a Salamanca, pero sobre todo este año, cuando su universidad cumple ochocientos años. La evoqué al leer una entrevista en Cinco Días con Juliet Schor, que fue durante muchos años profesora en Harvard y es tan representativa del pensamiento único. Y doña Juliet les parecerá estupenda a todos los políticamente correctos. De entrada, no tiene ninguna duda sobre el apocalipsis ecológico. Ojo, no es el cambio climático, porque el clima siempre ha cambiado. No. Es el apocalipsis inminente, y “avalado por la ciencia”, frase clásica del progresismo:

Las evidencias científicas son mucho peores que las predicciones. El daño se está acelerando, la temperatura se está incrementando más rápido de lo esperado, la meteorología extrema está ocurriendo con más frecuencia de lo pronosticado. Parece ser que no podemos evitar que las cosas vayan mal, la clave es saber cuánto de mal pueden ir y si se puede frenar. Solo hay que mirar lo ocurrido en este último año: huracanes, inundaciones, tormentas terribles, estamos experimentando sus serios efectos.

Desde luego, no hay ni de lejos acuerdo científico sobre este escenario aterrador. Pero no importa, eso nunca importa frente a los dogmas progresistas.

Y la doctora Schor cultiva esos dogmas, como el de que «no hay que financiar ni una infraestructura más de hidrocarburos», o el célebre dogma de la desigualdad, según el cual todos nuestros males se deben a una minoría de asquerosos ricos, el perverso 1% de la población. Han intentado demostrar que si mi vecina es mucho más rica que yo, eso me perjudica. No han logrado que me crea semejante disparate, y ahora arremeten con otro cuento: los ricos son contaminantes y presionan a los políticos; como si no supiéramos que la riqueza está asociada con un mejor medio ambiente, no con uno peor, y como si las relaciones incestuosas entre empresarios y gobernantes no hubieran sido descubiertas y denunciadas por los liberales desde Adam Smith.

Nunca falta la patraña de circunscribir la democracia a los progres:

Hay que ser activista porque los billonarios y los dueños del gas y del petróleo no creen en la democracia.

Y no vale ni la economía colaborativa, un fenómeno que

es discriminatorio porque los negros y las mujeres tienen más dificultades para emprender y menos oportunidades de obtener un trabajo. Los creadores de las principales plataformas son blancos, tienen un nivel académico alto y pueden obtener grandes ganancias a base de bajos salarios de sus trabajadores.

En suma, que aquí se puede decir cualquier cosa, pero siempre dentro del mismo marco pseudoprogresista, como se ve en una preciosa foto de unos manifestantes ecologistas, con una señora que porta una espléndida pancarta donde se lee: «Un planeta, un pueblo, un futuro». Es una maravillosa representación del pensamiento convencional: mucho hablar de diversidad, pero no anhela más que la uniformidad, y no se le ocurra a usted pensar por su cuenta, señora, señor.

En fin, hablando de medio ambiente, no olvidemos a Salamanca, porque hace muchísimo tiempo ya se sabía lo que su universidad y la natura podían prestar y dar.

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