Los partidarios de legalizar la marihuana han creado una cortina de humo con el debate de la Proposición 19 de California.
Para empezar, está la ficción de que la marihuana no es distinta al alcohol. En realidad, la diferencia respecto a sus efectos sobre la salud es asombrosa.
Las ventajas del consumo moderado del alcohol –reduce el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, cálculos, diabetes, y muerte por ataque al corazón– están bien documentadas. Incluso hay evidencia de que el alcohol ayuda a mantener la mente alerta a medida que uno envejece.
Nadie ha asociado jamás el consumo de la marihuana con la agudeza mental. Todo lo contrario: Se ha demostrado que el uso de la marihuana deteriora la memoria e inhibe la capacidad de aprendizaje. Entre los estudiantes, el uso de la marihuana está fuertemente asociado con peores resultados académicos y un inferior logro educativo.
Químicamente, la marihuana se parece más a las drogas “duras” –cocaína, heroína, anfetaminas y alucinógenos– que a una copa de vino o a un cóctel. Un estudio reveló que su uso extendido incluso puede llevar a la psicosis.
También hay efectos físicos. Los investigadores especializados en el pulmón dicen que fumar dos cigarros de marihuana hace más daño que fumarse un paquete entero de Marlboro y que contienen compuestos tóxicos como el amoníaco y el cianuro de hidrógeno. Para muchos, la marihuana es adictiva. Un estudio en el Journal of the American Medical Association encontró que más del 30 por ciento de los fumadores de marihuana era dependiente de la droga al punto de mostrar signos del síndrome de abstinencia así como comportamiento compulsivo. Los informes de las líneas de ayuda y centros de tratamiento contra la drogadicción revelan que la adicción a la marihuana es un grave problema.
También abundan los efectos sociales negativos. Fíjese por ejemplo en el crimen. Amsterdam es la prueba de lo que sucede cuando la marihuana está disponible de forma legal y en abundancia. Amsterdam es una de las ciudades más violentas de Europa y los funcionarios holandeses le imputan la culpa a la política liberal de su país con respecto a las drogas. Un informe de cuatro ministerios del Gobierno holandés halló que el crimen relacionado con la droga representa una pesada carga para las autoridades locales y que las organizaciones criminales se están imponiendo cada vez más en el mercado de la droga, usando esta ciudad como su base de operaciones internacionales. Mientras California debate la legalización, los funcionarios holandeses están actualizando sus leyes y cerrando los expendedores de marihuana “para abordar las molestias asociadas con los mismos y controlar los riesgos del crimen más efectivamente”.
La legalización no ha ayudado en nada a que la marihuana holandesa esté fuera del alcance de los menores de edad. El uso de la marihuana es más alto entre los niños de allí que en cualquier otro lugar de Europa.
La legalización también altera las normas sociales. Más niños holandeses fuman marihuana porque ha desaparecido el estigma social que esta droga acarreaba.
Los promotores de la legalización de la marihuana sostienen que poniéndole un impuesto a la marihuana y regulándola, el Estado cosechará una inesperada lluvia de millones en ingresos tributarios. Pero la ley permitiría que cualquiera que posea un terreno cultive la suficiente marihuana como para producir anualmente de 24,000 a 240,000 cigarros de marihuana para “consumo personal”. ¿Quién pagaría el impuesto de 50 dólares por onza de marihuana (un impuesto del 100 por ciento) si uno mismo puede cultivarla o (de forma ilegal) comprarle un poco al vecino?
El tabaco no refleja su carga económica. En 2007, el gobierno recaudó $25,000 millones en impuestos al tabaco pero gastó más de $200,000 millones anuales para cubrir los costos médicos y de otra índole relacionados con el tabaco. Lo mismo con el alcohol: En 2007, los gobiernos recaudaron $14,000 millones en impuestos al alcohol pero gastaron $185,000 millones para cubrir los costos médicos, del crimen y de otra índole relacionados con el alcohol. Los aspectos económicos de la marihuana legalizada no serán muy distintos y quizá sean aún peor.
Y luego están los problemas prácticos de la Proposición 19. Aquellos que posean casas con jardín en el que cultiven la planta se convertirán en blancos fáciles de ladrones de marihuana y del crimen asociado como ya ha sucedido en áreas cercanas a los expendedores de marihuana medicinal donde el crimen se ha disparado. Además, en medio de todo, impera este hecho muy real: la posesión, el cultivo y el consumo de marihuana siguen siendo crímenes bajo la ley federal – una verdad incómoda que esta ley simplemente prefiere ignorar. ¿Qué van a hacer los agentes federales?
Legalizar la marihuana no serviría de mucho pero sí que empeoraría el problema de las drogas – addicción, violencia, desorden y muerte. Tampoco produciría la lluvia de millones en impuestos que dicen; más bien terminaría costando miles de millones en crecientes gastos sociales.
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