Recordemos qué es la separación de poderes y por qué importa que así sea.
El principio de separación de poderes establece que los poderes del gobierno –Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial– deberían estar divididos en diferentes ramas y nunca concentrados en un solo lugar, o sea en las mismas manos.
Estas ramas deberán estar separadas y ser distintas, debido a la corruptora naturaleza del poder. Si el órgano que redactara las leyes también pudiese hacerlas cumplir y además pudiese dirimir los litigios, probablemente lo haría de manera preferencial, lo que socavaría el imperio de la ley así como la imparcialidad más elemental. El poder, en otras palabras, debe estar controlado ya que de lo contrario será objeto de abuso. En El Federalista, James Madison califica la acumulación de los poderes del Legislativo, Ejecutivo y Judicial como «la definición misma de la tiranía». Estos poderes están enumerados y especificados en la Constitución de Estados Unidos y los que no están les pertenecen al pueblo.
Los Fundadores sabían que con la mera separación de poderes sobre el papel no se resolvería el problema del ansia de poder político. La Constitución le da a cada rama del gobierno ciertos poderes sobre los otros para permitirles que se opongan a la usurpación de sus propias competencias. Por ejemplo, el poder de veto le da al presidente un control sobre el Congreso. Por tanto, la Constitución no sólo divide el poder, sino que también lo contrapone, creando dinamismo dentro del funcionamiento del gobierno que utiliza los intereses e incentivos de la gente en el gobierno para hacer cumplir los límites constitucionales.
La doctrina de la separación de poderes también busca mejorar la energía y la eficiencia del gobierno al permitir la especialización de cada poder, lo que supone en la práctica que cumpla con su singular función.
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