Es difícil exagerar la profundidad de las diferencias entre la visión judeocristiana del mundo y la de sus opositores, muy particularmente los de la izquierda. Presupone, por ejemplo, la pregunta misma de si hay un orden en el mundo.
La premisa básica de la perspectiva bíblica es que Dios pone orden al caos – un orden expresado en gran parte a través de separación y diferencias: Dios separó la luz de la oscuridad y creó el día y la noche; separó las aguas y creó la tierra, etc.
Las diferencias reflejan el orden divino, al mismo tiempo que los intentos para abolir esas diferencias representan una negación de ese orden y un deseo ardiente por un caos primitivo, moral y de otro tipo.
Aquí tenemos algunas de las diferencias que son centrales a la perspectiva judeocristiana y que están siendo atacadas hoy en día:
El bien y el mal: Clave para el sistema de valores judeocristianos es que el bien y el mal son polos opuestos y “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Isaías). Los que se oponen a los valores judeocristianos han declarado la guerra a los absolutos morales, cimentados en valores morales de Dios. Lo han intentado usando:
* El relativismo moral (“Lo yo pienso que es bueno, es bueno para mí; lo que Ud. piense que es bueno, es bueno para Ud.).
* La oposición a juzgar moralmente (“¿Quién es Ud. para llamar “maligna” a la Unión Soviética?”).
* El multiculturalismo (“Ninguna cultura tiene valores superiores a otra”).
* Sustituyendo categorías psicológicas por categorías morales (por ejemplo calificar por norma a los asesinos violentos como “enfermos” en vez de malos).
* Dividiendo el mundo entre poderosos y débiles en lugar de buenos y malos.
* A través del marxismo y todos sus derivados basados en el materialismo izquierdista y progresista que han sustituido el criterio económico por morales (“La pobreza es la causa del crimen”. O lo que oímos ahora constantemente desde los atentados del 11 de Septiembre : “La pobreza produce terrorismo”, observación hecha, por ejemplo, por George McGovern en un simposio sobre la pobreza en el mundo en la Universidad de Princeton).
Dios y el hombre: Dios es Dios y el hombre es el hombre. Hay un abismo infinito entre el hombre y Dios; Dios es infinitamente más grande que el hombre. Para la izquierda, el hombre es Dios y Dios es el hombre (éstas fueron las palabras exactas que usaron Marx y Engels). Cada hombre es la fuente de valores y la medida de todas las cosas; no tiene que dar cuentas de nada a ningún Dios.
Hombre y mujer: “Y Dios creó a Adán (queriendo decir el ser humano) macho y hembra los creó Él (Génesis). Aquí encontramos el área de la más grande batalla cultural contemporánea. La visión bíblica de hombre y mujer es que son seres completamente distintos y el orden humano en gran parte depende de preservar esa distinción. La izquierda lucha por abolir esta distinción. La izquierda aboga por mucho más que sólo la igualdad “homosexualidad-heterosexualidad”. Ellos van a por la destrucción del concepto de sexo fijo: masculino y femenino. Es por eso que en los últimos 10-20 años la palabra “sexo” para describir masculino o femenino ha sido reemplazada por “género”. Es que “sexo” es objetivo y rígido; “género” es subjetivo y maleable. Por eso, algunas universidades —la institución a la vanguardia de la destrucción de los valores judeocristianos— están eliminando los baños de hombres y mujeres ya que esto implica una diferenciación de sexo que es inaceptable para los adversarios de las distinciones judeocristianas del sexo.
Dos leyes de la Torá nos dan más evidencias del deseo bíblico de retener la diferencia hombre-mujer. La primera es la prohibición a los hombres de usar ropas femeninas y a las mujeres el uso de ropas que son característicamente masculinas; la segunda es la formulación de la prohibición sobre el comportamiento homosexual masculino: “No te acuestes con un hombre como se hace con una mujer” (Traducción de Prager). Las relaciones sexuales entre hombres destruyen la última diferencia hombre-mujer.
Lo sagrado y lo profano: Una de las más grandes separaciones del sistema de valores judeocristiano es entre lo sagrado y lo profano. Aplicado al lenguaje por ejemplo, maldecir o usar palabrotas es visto como algo mucho menos serio en partes de la sociedad divorciadas de los valores judeocristianos. Aplicado al sexo, significa que el acto sexual tiene una dimensión sagrada que es desconocida para la izquierda, que ve el sexo como un asunto volitivo y de salud.
Una de las características de la izquierda es su total desdén por el concepto mismo de lo sagrado. Nadie expresa mejor ese desdén como el redactor en jefe de la sección Cultura del New York Times, quien rutinariamente abruma la susceptibilidad de la gente creyente con su desprecio en este tema. El blanco perfecto a ridiculizar es la gente que cree que el pecho desnudo de Janet Jackson (transmitido a nivel nacional durante el descanso del Super Bowl de 2004), el uso de palabrotas y la vulgaridad en los medios públicos son cosas por las que vale la pena irritarse.
Humano y animal: Un ejemplo final de una distinción judeocristiana que está siendo aniquilada en el mundo laico es el caso humano-animal. Para la Biblia, el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, los animales no. En verdad, la mejor manera de describir lo sagrado es pasar a ser “como animales” a ser “como Dios”. Una de las tareas más grandes de la humanidad, según la perspectiva bíblica, es separar al ser humano del animal para poder emular lo sagrado, no lo animal. Por otro lado, en el mundo laico contemporáneo, se hacen todos los intentos para demostrar lo similares que son los humanos a los “otros animales”.
Al borrar las distinciones que hacen un universo ordenado, aquellos que luchan por desmantelar los valores judeocristianos están trabajando, conscientemente o no, por restituir el caos.
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