El buenismo del salario mínimo

Comencemos por lo conceptual. El salario mínimo ocasiona que una persona dispuesta a trabajar por un salario inferior al nivel determinado por el gobierno y alguien que está dispuesto a contratarlo no puedan llegar a un acuerdo. Dos personas que están dispuestas a lograr un acuerdo de manera voluntaria y libre, que no ocasiona perjuicios a terceros son prohibidas por el Estado de llevar dicha transacción. Legislar el salario mínimo es un ataque directo a la libertad de asociación de las personas y por tanto es inmoral.

Con respecto a las consecuencias económicas, pierde el trabajador que reduce sus opciones de empleo, pierde el empleador, pierde el consumidor final, porque hay menos bienes y servicios disponibles, pierde el Estado porque recauda menos impuestos.

Los más afectados por esta legislación, son precisamente las personas a quienes los legisladores pretenden ayudar: los jóvenes con poca educación. Una persona con educación universitaria generalmente ganará un salario superior al mínimo que determine el gobierno. Incluso una persona sin educación, pero con muchos años de experiencia laboral gana un salario superior al mínimo. Pero un joven sin educación universitaria o peor aún, que no ha terminado el colegio, difícilmente puede conseguir un salario alto.

Un joven de 17 años, generalmente es impuntual, distraído, descuidado, irresponsable e incluso temerario; hay que explicarle todo hasta 3 o 4 veces, y no posee ninguna competencia específica. Un joven así es demasiado improductivo para que una empresa lo contrate por el salario mínimo más beneficios sociales. Digamos que la empresa lo podría contratar por una cantidad menor. Muchos jóvenes estarían conformes de poder trabajar por esa cantidad, ya que lo principal para ellos en esta etapa no es el sueldo, sino adquirir las competencias y conocimientos que les van a permitir ganar más en el futuro: competencias básicas y generales como la puntualidad, la seriedad de la palabra, el cuidado a los detalles, hasta cosas específicas como el Excel, o mejores prácticas de almacenamiento.

El salario mínimo impide que una empresa contrate a estos jóvenes y por tanto que ellos se capaciten, aprendan, mejoren y sean más productivos. El Estado les roba de esta manera la oportunidad de un mejor futuro. Afortunadamente existe el sector informal, donde los principiantes van a ganar nada más que lo que acuerden que vale su bajo nivel de productividad, pero sin los beneficios y la seguridad social, sin las capacitaciones formales y el roce con profesionales destacados que les puede brindar una empresa formal. Algunos trabajarán en peores condiciones, más horas y serán más vulnerables a abusos de su empleador informal.

La legislación del salario mínimo es otro caso donde la conjunción de las buenas intenciones y la ignorancia de la ciencia económica producen consecuencias contrarias a las deseadas.

 

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