La libertad religiosa en América y la diplomacia pública

Trasfondo #2230

 

Desde el final de la Guerra Fría , la diplomacia pública ha estado un poco agitada. Existía la sensación de que la lucha ideológica en buena medida había cesado o que por lo menos se había desvanecido lentamente hacia un segundo plano, pero el azote del 11 de septiembre llevó de nuevo la atención hacia la guerra ideológica – y así debería continuar.

Estados Unidos debería contar con estar perpetuamente implicado en guerras frías de ideas. América es una nación construida sobre una idea, más específicamente, «que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables [1]. Esta idea tuvo sus enemigos en 1776 y también los tiene hoy.

En una guerra de ideas, es mejor que las ideas propias estén “en buena forma para la lucha”, [2] por citar a la fallecida Adda Bozeman. Hoy, varias de las ideas primordiales para el orden americano no están en su mejor forma para la lucha, incluyendo las ideas sobre la importancia de la libertad religiosa y su práctica en la sociedad americana.

El autogobierno exige un alto nivel de conocimiento social acerca de  las ideas que sostienen el orden. Los principios y las instituciones de una sociedad libre son inherentemente más susceptibles a la corrupción de su propósito y significado que aquellas pertenecientes a estados más autoritarios [3]. A pesar de este imperativo del autogobierno, los americanos no han sido consecuentes  en su diligencia para defender las ideas que forman el núcleo del orden americano. Nuestra poca inclinación a estudiar nuestra propia historia y los principios fundacionales – mucho menos la historia de culturas extranjeras y del pensamiento foráneo, nos ha dejado con una «poco convincente autoimagen  nacional» [4]. Una identidad nacional imprecisa, poco convincente, hace difícil crear una estrategia diplomática pública congruente y expone los atributos que definen América a una caracterización errónea a nivel doméstico e internacional.

La diplomacia pública americana tiene como objetivo difundir entre las audiencias extranjeras una comprensión y un reconocimiento de los ideales, principios, instituciones y política de América. Para alcanzarlo, la diplomacia pública de Estados Unidos debe estar firmemente basada en esos principios e ideales, incluyendo los relativos a la religión. Hoy, las raíces religiosas del orden americano y el papel de la religión en su continuado éxito son poco entendidas. El modelo americano de libertad de culto y su próspera cultura religiosa son atributos definitorios de Estados Unidos y esta historia de éxito se debe contar en todo el mundo.

Además, la religión define la visión del mundo de muchos sobre los que la política americana procura influir. Como la política exterior estadounidenense busca conquistar a la gente, fomentar la libertad y promover la estabilidad, ésta debería abordar sistemáticamente el papel de la religión y captar el interés de diversos públicos religiosos. Actualmente, esto se hace de forma aislada e inconsistente. La estrategia de la diplomacia pública debería incluir iniciativas para llegar a estas audiencias a través de una mejor explicación del papel de la libertad religiosa y su práctica en América e integrando esto dentro la promoción en general de la libertad en todo el mundo.

La importancia de la religión en América

El modelo americano de la libertad religiosa y su floreciente cultura religiosa son atributos que definen Estados Unidos. Estos elementos caracterizan tanto el orden nacional como su democrático sistema político y su economía de mercado. [5] La religión ha sido un tema de primer orden desde los primeros asentamientos hasta las causas de la gran reforma social liderada por congregaciones religiosas a finales del siglo XIX y nuevamente en el siglo XX. Hoy, casi el 90% de los americanos afirman que la religión es al menos “algo importante” en sus vidas [6]. Cerca del 60% son miembros de una congregación religiosa local [7]. Las organizaciones confesionales se mantienen enormemente activas atendiendo necesidades sociales domésticas y enviando ayuda al exterior.

La libertad religiosa es un caso de éxito americano que se debería contar en todo el mundo. El orden constitucional ha producido una relación constructiva entre religión y Estado. Una de las mayores razones por las que se da este éxito en el experimento americano es que equilibra las dobles lealtades de los ciudadanos para con Dios y las autoridades terrenales sin forzar a los creyentes a abandonar (o moderar) su lealtad principal hacia Dios.

Este hábito de conciliar autoridades civiles y religiosas así como el proceso de armonización de los intereses de grupos religiosos antagónicos, ayudó a fortalecer la disciplina del autogobierno. Al mismo tiempo, las congregaciones religiosas, la familia y otras asociaciones privadas ejercen la autoridad moral esencial para mantener un gobierno limitado. Con frecuencia, los Fundadores sostenían que la virtud y la religión son esenciales para mantener una sociedad libre porque ambas preservan «las condiciones morales de la libertad» [8].

Hoy, las raíces religiosas del orden americano y el papel de la religión en su continuado éxito son poco entendidos. La tensión constructiva entre la religión y el Estado es descrita por algunos como una separación radical. Sin embargo, esa idea es más francesa que americana. La Revolución Americana tuvo un carácter muy diferente al de la Revolución Francesa y la laïcité francesa [9] crea un clima muy diferente del que se ha conocido en América. No obstante, la deriva de América hacia ese ambiente continental es obvio en las últimas décadas. Una de las causas de esta deriva es la noción de la estricta separación de Iglesia y Estado que sugiere que el gobierno no debería tener nada que ver con la religión. Esto alienta la idea de que la religión es un asunto personal y privado que es irrelevante para la política pública.

Otra fuente es el supuesto que el progreso político y social acabaría marginando cada vez más a la religión. Sin embargo, los datos sobre la creencia y la práctica religiosa en Estados Unidos y en todo el mundo desafían esa teoría.

La falta de comprensión de la continuada relevancia religiosa en el orden constitucional americano impide pensar claramente sobre la relación entre la religión y la libertad. También impide la visión periférica de la influencia de la religión en el extranjero. Si los responsables políticos no están familiarizados con un marco religioso para interpretar la acción y la motivación humanas, estarán mal preparados para comunicar efectivamente ante públicos sumamente religiosos.

Contar la historia de la libertad religiosa y su práctica en América. La diplomacia pública americana podría tomar medidas prácticas para poner de relieve la importancia de la libertad religiosa y su práctica. Específicamente, la política de Estados Unidos debería:

  • Armarse con toda la fuerza de los ideales de los Fundadores americanos;
  • Integrar mejor la agenda  de la libertad religiosa con la promoción en general de la libertad;
  • Reclutar mediadores apropiados para alcanzar público concretos; y
  • Encontrar el interés común en la libertad religiosa entre grupos religiosos y autoridades estatales.

Armarse con toda la fuerza de los ideales de los Fundadores americanos. El liderazgo de la diplomacia pública requiere algo más que credenciales de comunicación y márketing. El mensaje en sí mismo es incluso más importante que los modos y las técnicas para proyectarlo al mundo. En esta guerra de ideas del siglo XXI, es fundamental que la diplomacia pública de América confíe en los cimientos de los principios de la fundación americana. La cultura pop y el comercialismo no pueden hacer justicia a los ideales americanos. Son débiles e inadecuados en la lucha contra las potentes ideologías que presentan fuertes, coherentes y profundamente equivocadas explicaciones de la naturaleza y del propósito de la existencia humana. Esta guerra de ideas requiere un fundamento más fuerte que la Coca-Cola y Britney Spears.

Los responsables políticos americanos necesitan entender y ser capaces de articular el papel de la religión en el orden constitucional americano. El entrenamiento para el servicio diplomático debería promover tal fin.

Una idea propuesta por Thomas Farr, oficial retirado del Servicio Diplomático y ex director de la Oficina  de Libertad Religiosa del Departamento de Estado, es crear una carrera con subespecialización dentro del servicio diplomático que permitiría la especialización en libertad religiosa [10]. Este entrenamiento debería poner la libertad religiosa en el contexto de los principios fundacionales americanos.

Unificar de las agendas de la libertad. La agenda internacional de la libertad debería integrar mejor el trabajo en curso para promover la libertad religiosa, la «primera libertad». En un artículo del 2008 en el décimo aniversario de la Ley de Libertad Religiosa Internacional, Nina Shea relató la historia de un alto funcionario del Departamento de Estado que trabajaba en política de Irak y que no sabía que existía una oficina de libertad religiosa en el departamento [11]. La oficina y el embajador en misión especial necesitan ser más visibles e integrarse en las funciones de formulación de políticas generales del Departamento de Estado.

La diplomacia pública debería evaluar y comunicar de manera más sistemática la dinámica religiosa. La evaluación de la dinámica religiosa de culturas específicas debería convertirse en una función frecuente de análisis y dar a conocer el papel de la religión en Estados Unidos debería ser una constante en la estrategia de comunicación.

La visión de la libertad religiosa necesita ser sólida. Condenar y restringir la persecución religiosa es un objetivo crucial, pero una agenda más amplia debería tratar de promover las condiciones políticas que se aplican sistemáticamente en los principios de la libertad religiosa arraigados en el gobierno constitucional.

El caso de Abdul Rahman, un afgano convertido  al cristianismo, muestra la necesidad de establecer la relación fundamental entre la libertad religiosa y la democracia. El gobierno constitucional de  Afganistán no incurre en  la persecución religiosa sistemática que caracterizó al gobierno de los talibanes pero la apostasía y la blasfemia son cargos que todavía se imponen. Cuando Abdul Rahman fue inculpado, se armó un escándalo internacional. La presión de Estados Unidos ayudó a rescatar a Rahman que salió del país [12].

Esto pudo haber sido un éxito humanitario, pero no para la política de la libertad religiosa en general. La libertad de religión, incluyendo la libertad de conversión, es esencial para el éxito a largo plazo del gobierno democrático en Afganistán.

Esto requiere una visión más amplia del mandato de la oficina de la libertad religiosa en el Departamento de Estado. Con sus informes anuales, los servicios de la oficina actúan como un importante observador de los derechos humanos, pero la implicación de la política exterior americana en libertad religiosa debería ir más lejos. La oficina debería servir como recurso y ofrecer aportaciones estratégicas en la tarea esencial de establecer la libertad de religión como fundamento de la democracia.

Reclutar mediadores del mensaje. La diplomacia pública debe ampliar el diálogo entre los ciudadanos y las instituciones americanas y sus homólogos en el extranjero, [13] incluyendo individuos y grupos religiosos. Involucrar al público religioso para ayudar a desarrollar los hábitos de una sociedad libre y civil es esencial para promover libertad en gran parte del mundo. Los grupos religiosos en Estados Unidos pueden ser capaces de fomentar el trabajo de la diplomacia pública llegando a grupos religiosos del exterior en formas que el gobierno de Estados Unidos no puede.

Personas y grupos religiosos. Estados Unidos debería buscar el consejo de personas y grupos religiosos con experiencia en culturas específicas. Los capellanes militares estacionados con unidades en lugares críticos pueden proporcionar información y ayuda comunicándose con el público creyente [14]. Los misioneros cristianos que sirven a comunidades extranjeras a través de escuelas, hospitales y otros ministerios de caridad son un ejemplo en gran medida de la interacción armoniosa entre Estados Unidos y las culturas no occidentales [15]. Las personas con tales experiencias adquieren valiosos elementos de juicio para comprender a los grupos que continúan desconcertando a muchos funcionarios americanos.

Por ejemplo, en enero de 2001, la Escuela Clásica de los Medos en el norte kurdo de Irak fue fundada por cristianos americanos para cubrir la educación en lengua inglesa con un currículum de estudios clásicos. La escuela se había ampliado a tres campus en tiempos de la caída de Sadam Hussein. Hoy, los tres campus sirven a 1,000 estudiantes y cerca del 95% de los estudiantes son musulmanes kurdos. ¿Qué podría ser mejor que una escuela que enseña obras clásicas para ayudar a que la sociedad civil se cultive?

La  diplomacia confesional. Estados Unidos debería promover la “diplomacia confesional” y proyectarse a partir de ella. Éste es un tipo de diplomacia informal conducida por no funcionarios. Combina elementos de juicio de la fe religiosa con la práctica de las relaciones internacionales [16]. El Papa Juan Pablo II es el ejemplo preeminente de un “diplomático confesional» pero muchos otros creyentes religiosos cabrían en esta calificación. Esta clase de diplomático no oficial tiene autoridad moral y aborda la resolución de conflictos apelando a recursos espirituales trascendentes, incluyendo textos sagrados y oraciones. Tal diplomacia apela a los principios propios de una tradición religiosa en vez de tratar de minimizar las profundas e irreconciliables diferencias entre las tradiciones de la fe.

Por ejemplo, el Centro Internacional para la Religión y la Diplomacia está ayudando a reformar madrasas paquistaníes [17]. El Instituto por los Valores Americanos está patrocinando una serie de charlas sobre el islam y Occidente entre académicos y figuras religiosas de ambas partes del mundo. [18]

«Mientras que la mayoría de las elites de la política exterior americanas y europeas pueden mantener una visión secular del mundo , gran parte del resto del mundo pertenece a alguna de las grandes tradiciones religiosas, » escribe Andrew Natsios, ex director de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Por el contrario, las organizaciones confesionales “tienen mucho más en común con el resto del mundo y por lo tanto pueden entender mejor los conflictos étnicos y religiosos, los movimientos políticos movidos por la devoción religiosa y la forma en que funciona la mente religiosa,  que los profesionales seculares de política exterior» [19].

Encontrar el interés común en la libertad religiosa. La diplomacia pública de Estados Unidos debería ser capaz de transmitir a las comunidades religiosas mayoritarias que la libertad religiosa continuará promoviendo un papel positivo y público de la religión. El modelo americano de la libertad religiosa incluye una visión favorable de la práctica religiosa, tanto pública como privada. Lejos de privatizar o de marginar la religión, asume que creyentes e instituciones religiosas desempeñarán papeles activos en la sociedad, incluyendo la incursión en el proceso político y la formulación del consenso moral público. El creyente religioso que busca comunidades pacíficas, fuertes, estables puede encontrar muchos puntos en común, en sus opiniones de la vida humana, la familia y el ordenamiento de la sociedad con respeto a lo trascendente. Ellos comparten la preocupación sobre los esfuerzos que marginan  la práctica religiosa de la vida pública.

La diplomacia pública americana debería comunicar la continua importancia de la religión y los valores tradicionales en la vida americana. La religión y la moral tradicional continúan jugando un papel significativo en la vida pública de América. La mayoría de americanos continúa atribuyendo gran importancia a la fe religiosa y su práctica, al matrimonio, a la familia y a criar a sus hijos en un entorno moralmente solidario — valores compartidos por muchas sociedades religiosas en todo el planeta.

Conclusión

El histórico y continuado papel de la religión en el orden americano es poco entendido hoy. Esto impide pensar claramente acerca de las relaciones entre la religión y la libertad y nos impide ver la  influencia de la religión en el extranjero. Para conquistar y promover la libertad y la estabilidad, la diplomacia pública americana debe abordar sistemáticamente el papel de la religión y captar el interés de diversos públicos religiosos.

Los responsables políticos pueden tomar medidas específicas para comunicar de manera más eficaz el significado de la libertad y de  la práctica religiosa en América. La diplomacia pública de Estados Unidos debe  transmitir una robusta comprensión de los ideales de los Fundadores de América, incluyendo la libertad religiosa. La agenda internacional de la libertad debería integrar mejor el trabajo en curso para promover la libertad religiosa con la Oficina de Libertad Religiosa en el Departamento de Estado como un recurso en el establecimiento de la libertad de la religión vista como fundamento de la democracia. Los grupos religiosos en Estados Unidos pueden ser capaces de facilitar apoyo no oficial que promueva la labor de la diplomacia pública, llegando a grupos religiosos en el extranjero de un modo que el gobierno americano no puede. Finalmente, la diplomacia pública de Estados Unidos debería divulgar que la libertad religiosa es compatible con un papel positivo y público de la religión.

 

© Heritage.org (Versión en inglés) | © Libertad.org (Versión en español)

Referencias

[1] La Declaración de Independencia, par. 2.

[2] Adda B. Bozeman, Strategic Intelligence and Statecraft (Washington, D.C.: Brassey’s, 1992), p. 19.

[3] Peter L. Berger y Richard John Neuhaus, «Mediating Structures and the Dilemmas of the Welfare State», en Michael Novak, ed., To Empower People: From State to Civil Society (Washington, D.C.: American Enterprise Institute, 1996), p. 160.

[4] Bozeman, Strategic Intelligence and Statecraft, p. 216.

[5] Michael Novak, The Spirit of Democratic Capitalism (Nueva York: Madison Books, 1991), p. 16.

[6] Foro Pew de Religión y Vida Pública, «U.S. Religious Landscape Survey: Religious Beliefs and Practices: Diverse and Politically Relevant», junio 2008, p. 22, en https://religions.pewforum.org/pdf/report2-religious-landscape-study-full.pdf (31 diciembre 2008).

[7] Ibid., p. 36 y 39.

[8] Thomas G. West, «Religious Liberty», Instituto Claremont, enero 1997, en https://www.claremont.org/writings/970101west.html (18 agosto 2006).

[9] Laïcité o laicismo es un concepto francés que describe una sociedad laica, caracterizada por la estricta separación de iglesia y Estado.

[10]Thomas F. Farr, «Diplomacy in an Age of Faith: Religious Freedom and National Security», Foreign Affairs, Vol. 87, No. 2 (Marzo/Abril 2008), en https://www.foreignaffairs.org/20080301faessay87209/thomas-f-farr/diplomacy-in-an-age-of-faith.html (31 diciembre 2008). También véase Thomas F. Farr, World of Faith and Freedom: Why International Religious Liberty Is Vital to American National Security (Nueva York: Oxford University Press, 2008).

[11] Nina Shea, «The Origins and Legacy of the Movement to Fight Religious Persecution», Faith and International Affairs, 14 junio 2008, p. 25-31.

[12] Paul Marshall, «Apostates from Islam», The Weekly Standard, 10 abril 2006, en https://www.weeklystandard.com/Content/Public/Articles/000/000/012/059fpgrn.asp (31 diciembre 2008).

[13] Edwin J. Feulner, «American Public Diplomacy: Roadmap to Recovery», comentarios hechos en la Fundación Heritage, 14 de junio de 2005. Feulner fue presidente de la Comisión Asesora de Diplomacia Pública de Estados Unidos desde 1982 hasta 1991.

[14] Douglas Johnston, Faith-Based Diplomacy: Trumping Realpolitik (Nueva York: Oxford University Press, 2003), p. 25-26.

[15] Véase Walter Russell Mead, «God’s Country», Foreign Affairs, Vol. 85, No. 5 (September/October 2006), p. 42, en https://www.foreignaffairs.org/20060901faessay85504/walter-russell-mead/god-s-country.html (31 diciembre 2008).

[16] Johnston, Faith-Based Diplomacy, p. xii y 15.

[17] Douglas Johnston, «Pakistan Trip Report (August 3-11, 2006)», International Center for Religion and Diplomacy, 21 de agosto de 2006, en https://www.icrd.org/storage/icrd/documents/pakistan_trip.pdf (31 diciembre 2008).

[18] Véase Instituto por los Valores Americanos, Sitio Web, en https://www.americanvalues.org (31 diciembre 2008).

[19] Andrew Natsios, «Faith-Based NGOs and U.S. Foreign Policy», en Elliott Abrams, ed., The Influence of Faith: Religious Groups & U.S. Foreign Policy (Nueva York: Rowman & Littlefield Publishers, 2001), p. 200.

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