Muchos estadounidenses todavía creen en los perdurables principios de esta nación. Es fácil, por desgracia, que nuestra gratitud se convierta en algo superficial, más en una cosa que decimos pero que no sentimos. No obstante, tómelo de alguien que ha viajado a muchos países: Una mirada a lo que sufren algunas personas en el mundo puede hacer que su aprecio se convierta en genuino.
Los ejemplos abundan y ante las injusticias la mayoría de nosotros no se lo pensaría dos veces en levantar su voz e incluso se metería a organizar una manifestación pacífica. En efecto, la Constitución de Estados Unidos reconoce nuestro derecho a hacerlo, pero no en muchos países. Hay gobiernos que esperan que uno sea obediente, nada de aspavientos, incluso si eso significa tener que aguantar humillaciones y acoso. En Estados Unidos, sin lugar a dudas, podemos estar agradecidos de tener la libertad de expresarnos.
Pero algunos podrían decir, espere… ¿no ha habido períodos oscuros en nuestra historia en que incluso los manifestantes pacíficos han sido maltratados por las autoridades del momento? Tristemente sí. Pero estos abusos han sido denunciados y corregidos con toda razón. Cierto es también que no siempre tan rápido como nos gustaría. Pero la verdad es que se ha hecho.
No se puede hacer caso omiso a la Constitución indefinidamente. Vivimos en una nación de leyes, leyes destinadas a promover y proteger la libertad, y esas leyes se cumplen. Imperfectamente, a veces, por supuesto — estamos siendo gobernados por seres humanos tan falibles como nosotros mismos. Pero el mero hecho de que podamos hacer cambios, que podamos arreglar las cosas, es una gran bendición, una que se les niega a muchas personas en el mundo. Sin duda, debemos dar gracias a Dios por esa bendición.
La lucha por la libertad, sin embargo, nunca se puede dar definitivamente por ganada. La pregunta es: ¿Estamos ganando o perdiendo? Ud. podrá encontrar muchos profetas de la fatalidad y el pesimismo, y para ser justos, algunos de ellos plantean inquietudes válidas. Pero no me puedo contar entre ellos.
Sí, podemos mirar los juegos de poder de los burócratas en Washington, la parálisis que inflige la corrección política en muchos campus y sentir una sensación de desesperación. Pero el hecho es que la mayoría en Estados Unidos todavía considera suyas las ideas en las que nuestro país fue fundado, desde el gobierno constitucional limitado, la libre empresa hasta la oportunidad individual y la cultura de la responsabilidad.
Ser optimista nunca ha sido fácil y rara vez está de moda. Pero recuerdo lo que Ronald Reagan dijo muchas veces: «Confía en el pueblo». Ésa también es mi política.
Sería fácil perder la esperanza y resignarnos a un futuro de decadencia y mediocridad. Si bien los problemas de nuestro país son graves, no son insuperables. Se pueden resolver. Puede que algunos estadounidenses hayan perdido la fe en el futuro. Pero un número aún mayor cree en esta nación, en sus perdurables principios y en su ilimitada promesa.
Mientras disfrutamos del pavo y los desfiles en este Día de Acción de Gracias, recordemos que en Estados Unidos tenemos razones suficientes para estar verdaderamente agradecidos.
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