A lo largo de toda su historia, Estados Unidos de América se define por su incuestionable defensa y libre ejercicio de la libertad religiosa. Desde sus comienzos, esto fue central para la fundación de la nación y continúa teniendo un importante rol. Para celebrar esta importante historia y trayectoria, el Congreso aprobó en 1992 una resolución que denomina el 16 de enero como Día de la Libertad Religiosa, basándose en la fecha de adopción del Estatuto de libertad religiosa en 1786 del estado de Virginia. El presidente Donald Trump no se olvidó de este día y afirmó esta creencia en la libertad religiosa y su libre ejercicio.
La declaración del presidente Trump resume la historia de Estados Unidos en relación a la libertad religiosa, pero además contiene palabras que han causado mucho revuelo en ciertos sectores. Trump afirma que:
Ningún americano, ya sea monja, enfermera, panadero o empresario, debería verse obligado a elegir entre los principios de la fe o la adhesión a la ley.
Esta sencilla frase es la causa de mucha de la histérica crítica contra el presidente. Dicen que esto es discriminatorio contra las personas LGBT, que promueve el cristianismo violando la Constitución de Estados Unidos, en los medios sociales hay comentarios sobre que ahora es posible sacrificar a un ser humano, etc… Sin embargo, mucha de la vociferante crítica se basa en un erróneo concepto de libertad y en la falta de conocimiento sobre la importancia de la libertad religiosa.
Las críticas contra la declaración del presidente Trump son un claro reflejo de como nuestra sociedad tiene un visión errada de la libertad. La libertad, palabra muy utilizada pero poco entendida, tiene dos partes: 1) Libertad de las restricciones o para tener los medios; 2) Libertad con fin y propósito. Estos dos tipos de libertades siempre tienen que ir de la mano. Por ejemplo, yo quiero llegar a una ciudad que está en una isla; mi libertad con propósito es llegar a esa ciudad, entonces debo estar libre de restricciones para conseguir un medio de transporte para llegar allí. La libertad religiosa es igual, el teísta debe ser libre para poder creer y practicar sus creencias, pero éstas están ligadas a un propósito.
Los críticos de esta libertad, centran sus ataques en dos aspectos: La falta de límites a esta libertad y la discriminación que ésta conlleva. Pero esta visión de la libertad denota algo claro, que no es una libertad absoluta, que tiene límites, esta libertad depende de ese propósito. Este “propósito” no es absoluto porque está sujeto a la autoridad de la ley — leyes basadas en principios judeo-cristianos. Así que la crítica de que esta libertad abre la puerta a una religión que cree en el sacrificio de un ser humano, es una pobre comparación porque el propósito de esa libertad y definitivamente el medio para lograr esa libertad de sacrificar a un humano choca con la ley y su base judeo-cristiana del “No matarás”.
Sin embargo, los detractores apuntan acertadamente que la ley prohíbe la discriminación en la esfera pública y privada. Si un teísta entiende que prestar servicios matrimoniales o fotográficos infringe contra su libertad de “propósito” dentro de los marcos judeo-cristianos de la ley, deberá prevalecer la libertad porque ésta es esencial en la sociedad libre. Además la negación de servicio no significa que la persona buscando el servicio no lo pueda conseguir con otro empleado, o en el caso de la empresa privada, como ésta se ve sujeta a las fuerzas del mercado, si el consumidor ve con malos ojos la acción de la empresa, el mercado reaccionará repartiendo su “castigo”.
Hay sectores en nuestra sociedad que desgraciadamente descartan el teísmo como esencial en ella y quizá no ven mérito en la libertad religiosa. Para los que diferimos ante esa postura, vemos la libertad religiosa como algo esencial para la defensa de la república y las libertades que disfrutamos.
El presidente Trump hizo bien recalcando la importancia de la libertad religiosa en una nación como Estados Unidos. Hace falta levantar la voz y no dejarnos avasallar por algunos que pretenden que releguemos nuestras creencias exclusivamente a la esfera privada.