El gran diplomático israelí Aba Eban dijo una vez, con gran presciencia, que los palestinos «nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad». Bien, pues están a punto de perder una más por no querer acudir a los encuentros que este mismo mes se producirán en Baréin y durante los cuales EEUU desvelará los aspectos económicos de su plan de paz para Medio Oriente.
La del liderazgo palestino es una historia de oportunidades perdidas para alcanzar la estadidad y la viabilidad económica. Si los líderes palestinos hubieran aceptado el plan de partición de Naciones Unidas de 1947 –dos Estados para dos pueblos–, habrían dispuesto de un Estado palestino vecino a Israel. Si hubieran aceptado el plan de paz del presidente Clinton y el primer ministro Barak en 2000-2001, o el aun más generoso ofrecido por el primer ministro Olmert en 2008, ahora dispondrían de un Estado palestino viable en el 95% de la Margen Occidental y en Gaza. ¡Pero nada! No aceptaron oferta alguna, para consternación de numerosos palestinos y árabes suníes moderados.
Estados Unidos está trabajando en un plan de paz que los palestinos han rechazado sin siquiera conocer su contenido. Les basta con saber que lo propone la administración Trump, que ha reconocido Jerusalén como capital de Israel y la soberanía israelí sobre los Altos del Golán (que jamás han sido reclamados como parte de Estado palestino alguno). Pero ninguno de esos reconocimientos socava las posibilidades de un Estado palestino ni impide que la capital palestina se instale en parte de Jerusalén. Son sólo un pretexto para que los líderes palestinos pierdan una oportunidad de sentarse a negociar un buen acuerdo para su pueblo.
La estadidad palestina no está fuera de la mesa, aunque cada oportunidad deliberadamente desperdiciada hace más difícil a los palestinos demandar razonablemente un Estado. Los kurdos y los tibetanos jamás han rechazado ofertas para alcanzar la independencia. Las negativas palestinas hacen que su causa por la estadidad se debilite en la comparación.
Los palestinos deberían enviar una delegación a Baréin y participar en las reuniones. Pueden plantear sus demandas y proponer cambios en el plan de Estados Unidos. No tienen una sola buena razón para no acudir. Pueden poner objeciones a lo que ha venido haciendo el presidente Trump, incluso solicitar que se deshaga, pero sus planteamientos no ganarán crédito alguno si persisten en no hacer acto de presencia.
Si quiere un Estado y no una causa, a estas alturas el liderazgo palestino debería tener claro que no le queda más remedio que entablar negociaciones directas con Israel. No obtendrá un Estado de Naciones Unidas, la Unión Europea, Rusia, Irán o de los mismísimos Estados Unidos. Ni, por supuesto, como consecuencia de las protestas universitarias o del movimiento BDS. O por medio de la conquista militar o el terrorismo. Sólo podrá conseguirlo negociando con Israel. Y no lo tendrá con las fronteras de 1967 o sin llegar a compromisos en cuestiones como el denominado derecho de retorno, pese a las decenas de resoluciones tendenciosas e insensatas que se han aprobado, incluida la fabricada por el presidente Obama en sus últimos días de mandato. Ambas partes tendrán que hacer cesiones dolorosas. Israel ya ha mostrado su predisposición a ello en dos ocasiones. El primer ministro Netanyahu ha reconocido que Israel habrá de hacer cesiones. Lo mismo debe hacer el liderazgo palestino.
La parálisis política que se vive en Israel, donde se celebrarán elecciones en septiembre, inevitablemente pospondrá cualquier avance significativo hacia la paz. El liderazgo palestino podría beneficiarse de ello y acudir a Baréin sin necesidad de hacer la menor concesión. Podría escuchar y proponer, sabiendo que no habrá decisiones definitivas hasta que en Israel se forme un nuevo Gobierno, en otoño.
Si el liderazgo palestino persiste en su negativa a sentarse y negociar, sólo podrá culparse a sí mismo por la falta de estadidad. El propio presidente Abás ha lamentado que el liderazgo palestino no aceptara propuestas de paz previas. Ahora es él quien está al mando, al menos en teoría. Debería aprender del pasado, acudir a Baréin e iniciar un proceso de negociación que quizá sea la única ruta que quede abierta para la consecución de un Estado palestino.
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