Después de meses de especulación y retrasos, el presidente Donald Trump se pronunció a favor del experto consejo de su equipo militar y de seguridad nacional sobre la misión de Estados Unidos en Afganistán.
En lo que fue, con mucho, su mejor y más estadista discurso desde que asumió el cargo, Trump presentó un nuevo enfoque ayer por la noche respecto a la guerra en curso en Afganistán: Fue directo como un láser acerca del contraterrorismo, desechando la pasada retórica de la quijotesca construcción de naciones, declarando su apoyo a los afganos para que derroten a la insurgencia talibán (no que nosotros lo hagamos por ellos), levantando las onerosas restricciones impuestas a nuestras tropas por el gobierno de Obama sobre cómo pelear la guerra y presionando a Pakistán debido a su apoyo a ciertos elementos de los talibanes.
Lo más crucial: Trump dejó en claro que bajo su administración, el progreso en Afganistán se medirá por las condiciones sobre el terreno y no por un calendario artificial y políticamente dirigido. Es un enorme cambio respecto a la política del expresidente Obama.
Lo que Trump resumió en su discurso de anoche fue una estrategia razonable, realista y responsable para asegurar que Estados Unidos logre «un resultado honorable y duradero, digno de los tremendos sacrificios que se han hecho» en Afganistán.
Hay tres cosas importantes en el discurso de Trump.
En primer lugar, su compromiso de enviar más personal de formación a Afganistán y seguir adelante con la misión allí, aunque, según sus propias palabras, esto haya ido en contra de su intuición original. Esto demuestra que confía en sus comandantes y en el equipo de seguridad nacional.
El compromiso de enviar más personal americano de formación es particularmente importante. La guerra que se libra hoy en Afganistán no es la misma guerra de 2001 o incluso la de 2009, cuando Estados Unidos estaba dirigiendo operaciones de combate. Hoy, los afganos están a la vanguardia, y la misión de Estados Unidos es la formación, el asesoramiento y la asistencia.
En última instancia, el país es de los afganos y es su guerra. No estamos ahí para luchar por ellos, sino para ayudarlos a luchar y ganar.
Las fuerzas de seguridad afganas son la garantía de ese país para su seguridad y estabilidad a largo plazo. Si seguimos sirviendo de mentores y ayudamos a la formación y financiación del ejército afgano, los afganos podrán enfrentarse a la insurgencia por sí mismos.
Esto no sólo ayudará a que los afganos impidan que su país se convierta en un centro para el terrorismo transnacional, sino que finalmente establecerá las condiciones de seguridad dentro de las cuales puede tener lugar un auténtico proceso político.
Ésta es la razón por la cual la decisión de Trump de aumentar el número de asesores y mentores de Estados Unidos es tan importante.
En segundo lugar, el presidente tenía razón al afirmar muy claramente que Estados Unidos ya no está metido en la construcción de naciones y que no buscamos llevar nuestro estilo de vida a Afganistán.
Estamos allí sólo por seguridad nacional, la nuestra y la de los afganos.
Durante muchos años, la misión de Estados Unidos en Afganistán fue definida a menudo por la magnánima retórica de la «construcción de naciones» y de «llevar la democracia». Por consiguiente, la incapacidad de producir lo que la opinión pública considera resultados tangibles y alcanzables 16 años después ha decepcionado a muchos.
El éxito en Afganistán no se mide con asuntos como que el 100% de sus distritos esté bajo el control total del gobierno afgano o cuando ya no haya más atentados suicidas. Tampoco si cada camino en Afganistán está pavimentado, si cada niña va a la escuela o si todo el mundo tiene derecho a votar.
Estos temas son muy importantes en sí mismos y está bien que lo deseemos, pero no son ni las razones por las que fuimos a Afganistán ni las razones por las que debemos permanecer allí. Es bueno ver que Trump entiende esto.
En tercer lugar, otro aspecto importante del discurso de Trump -y posiblemente el más importante a largo plazo- fue su énfasis en una estrategia regional.
El enfoque principal aquí, por supuesto, es Pakistán y su nefasto rol a la hora de albergar y prestar ayuda a elementos de los talibanes. Como dijo Trump muy claramente: «Ya no podemos seguir callando sobre los refugios seguros en Pakistán para organizaciones terroristas, los talibanes y otros grupos».
Esto probablemente será el aspecto más difícil de lograr en la estrategia de Trump. Ambos predecesores inmediatos de Trump, Bush y Obama, también ofrecieron propuestas para el acercamiento «regional» a Afganistán, pero ninguno de los dos tuvo éxito.
Pakistán no puede tenerlo todo a la vez y Estados Unidos tiene gran poder de influencia para ayudar a Islamabad a cambiar de rumbo. Si Trump lo dice en serio y tiene la voluntad política para presionar de verdad a Pakistán, entonces su enfoque regional tendrá éxito allí donde los demás han fallado.
Entonces, ¿puede la estrategia de Trump traer el éxito a la guerra más larga librada por Estados Unidos?
El éxito se logrará cuando Afganistán esté lo suficientemente estable como para gestionar su propia seguridad interior y exterior a un nivel en el que detenga la interferencia de potencias extranjeras, permitiendo que el país se resista al afianzamiento de bases terroristas ya existentes allí. Nada más y nada menos.
En ese contexto, la guerra actual en Afganistán es ganable.
Tenemos que empezar a medir el éxito según los logros en el terreno y no por expectativas poco realistas basadas en la construcción de naciones. El discurso de Trump marca un gran lugar para comenzar.
También necesitamos darnos cuenta de que se requiere paciencia. El éxito en Afganistán será medido en años y décadas, no en el corto ciclo de noticias y tuits.
La estrategia delineada por Trump es una forma prudente de asegurarnos de que podemos alcanzar nuestros objetivos estratégicos de seguridad. Servirá para enviar el mensaje correcto tanto a nuestros aliados como a nuestros enemigos, sea que estén en Europa, Afganistán o el resto del sur de Asia.
Éste no es el momento de dar la espalda.
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