Antes del masivo crecimiento del Estado del Bienestar en Estados Unidos, la caridad privada era la única opción para una persona o familia con insalvables dificultades financieras u otros retos.
¿Cómo lo sabemos? No hay nada que indique una historia de americanos muriéndose en las calles porque no poder encontrar comida o asistencia medica básica. En observancia del mandamiento bíblico de honrar a padre y madre, los hijos cuidaban a sus padres ancianos o enfermos. Los parientes y la iglesia local también ayudaban a los que atravesaban momentos difíciles en la vida.
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las organizaciones de beneficencia comenzaron a asumir un mayor rol. En 1887, algunos líderes religiosos fundaron la Sociedad para la Organización Benéfica (Charity Organization Society), que pasó a convertirse en la primera organización de United Way. En 1904, Big Brothers Big Sisters of America empezaron su labor ayudando a jóvenes en riesgo a alcanzar su potencial en pleno. En 1913 se constituyó la Sociedad Americana contra el Cáncer, dedicada a curar y a eliminar el cáncer. Con sus millones de dólares, gigantes de la industria como Andrew Carnegie y John D. Rockefeller crearon las primeras organizaciones filantrópicas de Estados Unidos.
La generosidad siempre ha hecho parte del genoma americano. Alexis de Tocqueville, un cargo público francés, hizo una visita de nueve meses a nuestro país entre 1831 y 1832, ostensiblemente para realizar estudios sobre el sistema de prisiones. Pero su visita derivó en su reconocido escrito Democracia en Estados Unidos, uno de los libros más importantes sobre nuestro país.
Tocqueville no usó el término filantropía, pero escribió extensamente sobre el modo en que a los americanos les encantaba formar todo tipo de asociaciones no gubernamentales para ayudar al prójimo. Estas asociaciones incluían organizaciones profesionales, sociales, cívicas y de voluntarios en pro del bienestar general y la mejora de la calidad de vida humana.
En conclusión, los americanos son las personas más generosas del mundo, según el nuevo Almanaque de la Filantropía Americana; es algo de lo que deberíamos sentirnos muy orgullosos.
Antes del Estado del Bienestar, la caridad comportaba tanto un sentimiento de gratitud en el receptor como de magnanimidad en el donante. Había un sentido de civilidad en los receptores. Estos no se sentían con derecho a esa ayuda, o merecedores de la misma, o que ya les tocaba disfrutar de la generosidad del donante.
Es muy probable que los receptores sintiesen que si no se portaban civilizadamente o que si no expresaban gratitud, no recibirían más ayuda en el futuro. En otras palabras, se negaban a morder la mano del que les daba de comer.
Con iglesias y otras agencias privadas prestando ayuda, era mucho más probable que la gente se ayudara a sí misma y menos probable que cayeran en comportamientos autodestructivos. Parte del mensaje de las organizaciones benéficas era: Te ayudaremos, si tú te ayudas.
Y hete aquí que entra el gobierno federal en la escena. La civilidad y la gratitud hacia los benefactores ya no es necesaria en el Estado del Bienestar. En realidad, hasta se puede ser arrogante y hostil con los “donantes” (o sea, los contribuyentes) y con los servidores públicos que entregan los beneficios. Lo que reciben los receptores ya no se hace en nombre de la caridad; ahora son “derechos a beneficios” — como si se lo hubieran ganado.
Virtualmente, no hay pobreza material en Estados Unidos. El 80% de los hogares que la Oficina del Censo de EE.UU. clasifica como pobre tiene aire acondicionado, casi tres cuartos tienen carro o camioneta y el 31% tiene dos o más vehículos. Dos tercios tienen televisión satelital o por cable. La mitad tiene, al menos, una computadora. El 42% es dueño de la vivienda en que reside.
Lo que tenemos en la nación no es pobreza material sino dependencia y pobreza de espíritu; gente que toma decisiones poco inteligentes y que lleva vidas patológicas, ayudadas y mantenidas por el Estado del Bienestar.
Parte de este estilo de vida patológico se nota en la estructura de la familia. Según la Enciclopedia de las Ciencias Sociales del año 1938, el 11% de los niños negros y el 3% de los niños blancos habían nacido fuera del matrimonio. Hoy día, esa cifra es un 75% y un 30%, respectivamente.
Hay muy pocas agallas en la arena política a la hora de abordar el lado negativo del Estado del Bienestar. El político que lo haga se arriesga a ser tildado de racista, sexista, desalmado e insensible. Lo cual significa que la dependencia actual probablemente se convertirá en permanente.
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