El presidente de Estados Unidos Donald Trump pudo haber ofendido a algunos de nuestros aliados la pasada semana, tras ofrecer un duro discurso en donde los conminaba a ponerse al día con sus compromisos no cumplidos en lo que respecta a la inversión para la Defensa -pero lo cierto es que jamás habían recibido mensajes similares anteriormente.
‘Si contamos con un sistema de defensa colectivo’, dijo el expresidente Barack Obama en una conferencia de prensa de OTAN en Bruselas, en 2014, ‘entonces eso significa que todo mundo debe ocuparse de invertir, y me preocupa que exista un bajo nivel de inversión en la Defensa de parte de algunos de nuestros socios en OTAN. No todos, pero muchos’.
La preocupación inicial de Obama, en relación al bajo nivel de gasto en la Defensa por parte de naciones europeas, está muy bien fundada. Cuando NATO fue establecida en 1948, a Estados Unidos le preocupaba que numerosas democracias europeas eran demasiado débiles en el terreno militar, a la hora de protegerse a sí mismas ante un eventual escenario bélico con la ex Unión Soviética. La constitución de una alianza para hacer frente a un enemigo común pareció ser entonces la mejor opción para la Defensa, mientras se ofrecía espacio y margen para que las economías europeas (y también sus fuerzas armadas) se reconstruyeran tras la Segunda Guerra Mundial.
Estados Unidos no debía lidiar con amenazas inminentes en torno de la ocupación de su territorio, pero vio la oportunidad para detener la expansión de los soviéticos.
La alianza ha sido espectacularmente exitosa, pero el mundo ha cambiado durante los últimos setenta años. Europa ha sido reconstruída. OTAN ha sumado aliados. La ex URSS se desmoronó; el terrorismo global se ha propuesto como la amenaza inminente, y Rusia -aún cuando no deja de consignar una amenaza- ha aprendido nuevos trucos.
Lo que no ha cambiado es un hecho crucial: Estados Unidos continúa haciéndose cargo de la más pesada carga financiera de OTAN.
En la actualidad, solo cinco de las 28 naciones de OTAN hacen frente al nivel de inversión en la Defensa de dos puntos porcentuales del PBI, punto en el que todos pusiéronse de acuerdo cuatro años atrás. En contraste, Estados Unidos ha venido invirtiendo un promedio del 3.5% de su PBI en la alianza atlántica.
Y es lícito subrayarlo: esta situación es inaceptable. Las alianzas se construyen a partir de la confianza, y la confianza de los Estados Unidos se ve herida cuando nuestros aliados fracasan a la hora de honrar sus promesas de inversión en la Defensa.
Hemos de contar con un análisis amplio, en relación a las capacidades detalladas que nuestros aliados cuentan para la Defensa. Esta es la razón por la cual en su oportunidad, quien esto escribe introdujo el Acta con Informes Destinada a Compartir el Gasto Aliado de 2018 (Allied Burden Sharing Report Act; 2018).
Mientras que el porcentaje del PBI invertido en la Defensa es una métrica fácil de hallar en cualquier estudio, y nos ayuda para tomar correcta nota de la preparación militar de una nación, a la postre es una unidad de medida imperfecta. Porque, del dinero invertido por nuestros aliados en la Defensa, ¿qué es lo que acusa retrasos? ¿Lo que se destina a tanques y aeronaves, o lo destinado a pensiones militares?
El Proyecto por mí presentado busca remediar esa situación, exigiendo que el Departamento de Defensa de Estados Unidos continúe informando y remitiendo un amplio informe que incluya las contribuciones comunes a la Defensa de las naciones de OTAN, y de nuestros otros aliados en el escenario internacional.
Originalmente, un informe de estas características fue ordenado en 1985, en el Acta de Autorización para la Defensa Nacional, y mantuvo formas similares hasta 2004, cuando funcionarios del Pentágono decidieron mudar el foco, desplazándolo de las contribuciones realizadas por nuestros aliados en la guerra global contra el terrorismo. Sin embargo, conforme el clima geopolítico ha vuelto a verse modificado, es hora de aprobar este Proyecto y volver a poner ese informe en actualización.
Si hemos de continuar promocionando alianzas para proteger a terceros países de adversarios o eventuales rivales como Rusia o China, deviene en esencial contar con una visión holística y global que nos permita evaluar adecuadamente las verdaderas contribuciones realizadas por nuestros aliados.