La libertad y creación de la república de Chile son parte de un proceso largo y lleno de sacrificios. A 200 años del cruce del Ejército Libertador de Los Andes es justo y necesario recordar su significado y trascendencia con el presente.
La historia de Chile está llena de hitos fundamentales que marcan un antes y un después en el proceso de generación de una nación, lo cual, con principios basados en la libertad y en la institucionalidad republicana, generó consecuencias que no son parte de una casualidad o de las “cosas del destino”, sino que muy por el contrario fueron conseguidas con sacrificio, dolor, esperanza y sobre todo trabajo duro.
Como todos podemos recordar tras el “Desastre de Rancagua” y “La Batalla de los papeles” en 1814, el ejército patriota emprende una retirada para concentrarse en Argentina, comenzaba así “La restauración” o “Reconquista” española. Durante un tiempo el proyecto de la nuestra naciente nación pareció estar destinado al fracaso, los emblemas de nuestra patria “vieja” eran destruidos y muchos patriotas perseguidos por las autoridades, otros como Manuel Rodríguez incentivaban con astucia y valentía un constante acoso a las fuerzas realistas en nuestro país.
El general Don José de San Martín en Argentina ve como una necesidad imperiosa establecer una fuerza militar para consolidar el proceso de independencia en la región. Su objetivo era claro: conseguir la independencia de Chile y derrotar al Virreinato del Perú, de esta manera evitar que las nacientes repúblicas tuviese que lidiar con esas amenazas constantes, al menos, en nuestra región. Producto de esta trascendental reflexión se organiza una fuerza militar, que hizo por un tiempo a la ciudad de Mendoza un “gran cuartel”. Nos referimos al Ejército Libertador de Los Andes.
Las preparaciones fueron estrictas y exigentes, la vida cotidiana cruzaba entre largas instrucciones, táctica, estrategia y preparaciones. Por otro lado también conversaciones en torno a la situación en Chile y otros rincones del continente americano con noticias que llegaban junto a los nuevos reclutas, discusiones de formas de gobierno, la libertad y caminos para forjar una nación. En fin, se jugaban literalmente la vida con un compromiso firme, por nuestra nación que debía ser liberada.
La fuerza que cruzo Los Andes lo hizo por diversos pasos y objetivos específicos: la columna principal debía llegar a Santiago; otras lo harían a la altura de La Serena, y una tercera a la altura de Talca con el objeto de dividir las fuerzas realistas en el territorio. La travesía no sería para nada fácil, sin embargo la convicción en las ideas de la libertad y forjar la emancipación de América estaba en las mentes de estas casi 5000 personas, muchos de diversas latitudes, incluyendo un grupo de libertos que se sumaron a esta magna gesta, que unidos bajo un mismo ideal marcharon paso a paso.
Ya en territorio chileno las fuerzas fueron recibidas por la población en ese verano de 1817, un par de batallas y escaramuzas ya hacían sentir que la empresa no sería fácil, sin embargo la jornada en la Batalla de Chacabuco marca un antes y un después. Ese 12 de febrero pasaría a la inmortalidad con una acción sorprendente trabajando unidos chilenos y argentinos, el mismo San Martín en el parte de batalla señalaba: “Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta, valor y conocimientos de los señores brigadieres Don Miguel Soler y Don Bernardo O’Higgins”. El resultado fue 600 prisioneros realistas, más de 400 muertos en batalla, mil fúsiles y dos cañones confiscados. La victoria era para los patriotas.
Es en esta jornada inmortal de nuestra historia donde “Gauchos y Huasos” se unieron fraternalmente para consolidar la libertad de nuestra nación y es justo que se hayan establecido una serie de conmemoraciones.
Una de la más importante es la recreación del cruce completo por parte de los miembros de los ejércitos de Chile y Argentina enarbolando nuevamente la bandera del Ejército Libertador de Los Andes. Trayecto que han realizado marchando unidos en largas jornadas y rememorando cada uno de los desafíos que hace 200 años, nuestros antepasados, cruzaron y superaron con sacrificio pero con confianza en un Chile independiente, soberano y en donde cada uno de los habitantes pudiese soñar y enfrentar exitosamente los desafíos.
Ese Chile en donde cada uno de nosotros pudiésemos realizar la búsqueda de su propia felicidad, consolidando valores y principios republicanos, que como ya mencionamos, se tuvieron que forjar en el campo de batalla, pero con la convicción que nuestra naciente república diera la posibilidad a cada uno de los miembros de la comunidad nacional de forjar su propio destino y de vivir en progreso y en paz.
Conmemorar los 200 años del cruce del Ejército Libertador de Los Andes es también recordar la unión entre dos naciones hermanas que marcharon al campo de batalla unidas bajo el mismo estandarte. Nos tiene que remontar a que cada una de las acciones que realizamos es fruto de un proceso que conllevó a lograr nuestra libertad, república y conciencia de que pertenecemos a una comunidad nacional que no es producto del azar, sino del heroísmo de antaño. Es fruto que nos legó una herencia virtuosa, que nos permite mirar a futuro, ser una nación libre, solidaria y comprometida con cada uno de sus habitantes.
Aun en momentos de angustia y dolor, como el que vivimos hoy con los incendios forestales, el ejemplo de aquellos valientes que cruzaron los Andes y triunfaron en Chacabuco hace 200 años, nos iluminan y hacen presente que nada es imposible ante la unión, convicción y entrega total por nuestra nación.
Es por eso que el heroísmo de antaño se ve reflejado en cada uno de los habitantes de nuestro países que van en ayuda de aquellos que lo han perdido todo, con convicción y entrega, de forma libre y decidida, sin presión más que la de su corazón para cruzar un sendero imposible y generar un servicio invaluable a nuestro país que cada día hace historia.
Francisco Chahuán es senador de Chile.