Bolivia: En política, ¿vale algo el honor?

Algo que vengo impulsando desde hace tiempo en mi trabajo es la necesidad de hacer explícitos nuestros valores y convertirlos en parte de nuestras discusiones, de nuestros procesos de selección de personal y de la toma de decisiones. No es tarea fácil y tampoco es urgente, no genera resultados inmediatos y en el mejor de los casos genera un intangible casi imposible de vincular directamente con la rentabilidad del negocio. Por eso es de interés de pocos y avanza lento, pero avanza por la persistencia de un temático. Mis padres siempre nos dejaron claro que la única herencia que íbamos a recibir de ellos sería la educación y creo que cumplieron: entre las cosas que yo heredé, especialmente de mi madre es la tendencia a ver las cosas en blanco y negro, que a veces me lleva a ser muy drástico, pero que por otro lado me ayuda a procurar ser correcto en lo que hago, a ser honorable, a cumplir mi palabra. Ojalá yo pueda transmitir a mis hijos esos valores.

Los niños y los jóvenes (y por qué no, también nosotros los adultos) tenemos la necesidad de encontrar personas a quienes admirar. A quienes les encanta el fútbol y sueñan con ser futbolistas admiran a Messi, Ronaldo, Pelé, Maradona, Guardiola, Simeone, Zidane, etc. Quienes luchan por la paz mundial admiran a Mandela, a Gandhi, a la madre Teresa de Calcuta; los que sueñan con ser artistas admiran a Maná, Taylor Swift, Al Pacino, Julia Roberts, etc. Y todos admiramos a personas que no son famosas pero que han marcado nuestras vidas: nuestros padres, un amigo que nos enseño con su ejemplo, algún profesor que nos dio guía y consejo, nuestros jefes, mentores y colegas de trabajo, en fin. Y aprendemos de ellos y los imitamos. Y si nuestro jugador favorito tiende fingir faltas en la cancha, nosotros probablemente también lo haremos.

Actualmente, exceptuando al MAS, los tres candidatos más populares Luis Fernando Camacho, Jeanine Áñez y Carlos Mesa, aseguraron que no se postularían para presidente (en el caso de Carlos Mesa, lo hizo en la elección de octubre) y al poco tiempo renegaron de su palabra. Descartando una victoria del MAS, el próximo presidente será alguien que mintió sobre su postulación. Especialmente lamentable es el caso de Áñez, quien, siendo ya presidenta promete no postularse y luego se lanza de candidata liderando un gobierno de transición que no ha llegado ahí por voto popular y en unas circunstancias muy especiales por las que está viviendo el país. La misma Áñez afirmó hace poco: «estar aprovechándome de una situación y decir ‘ay, yo también podría ser candidato, me aprovecharé de eso’. Creo que sería deshonesto (…) Quiero irme con la frente en alto». Sus palabras textuales son una confesión de que ella considera que su candidatura significa aprovecharse de la situación y que ella es deshonesta.

Hoy hay miles de jóvenes en Bolivia que empiezan a prestar atención a la política, hay cientos de jóvenes profesionales tal vez con apenas 25 años que empiezan sus carreras como asistente de algún diputado, como asesor en algún ministerio y que buscan a quien admirar y a quien imitar. Sus referencias de los últimos años son Evo Morales, Jeanine Áñez, Percy Fernández, Rubén Costas, Luis Revilla, Carlos Mesa, por citar algunos. Yo me imagino que esos jóvenes que hoy miran hacia esos políticos no ven ningún valor en actuar honorablemente, no deben ver ningún problema en faltar premeditadamente a la palabra empeñada, si todos lo hacen y no les va mal, manteniendo sus alcaldías, sus gobernaciones, sus cotas de poder y su popularidad. Los jóvenes que hoy observan el deshonorable ejemplo de sus mayores serán los futuros líderes del país. El ejemplo que están recibiendo es nefasto: la palabra no vale nada, no hay ninguna consecuencia negativa por mentir, todos lo hacen, es lo normal, así es la política, no hay nada de qué sorprenderse, no se vive del honor, el honor no sirve para nada. Muchas veces en mis escritos y en mis discusiones con amigos he tratado de no adoptar esa actitud cínica de que “así es la política”. En algún momento de mi carrera acompañé de cerca la política y pude ver lo cruel e injusta que puede ser la prensa y la opinión pública con los políticos. Por eso he tratado de ser mesurado y he tratado de entender las circunstancias de alguien antes de criticarlo. Hoy siento una desazón, una desesperanza y las ganas de decir que todos son basura. Es difícil en estas circunstancias no adoptar la visión cínica de que los políticos sólo velan por sus intereses y les importa un bledo si vuelve el MAS o el país se va al demonio con tal de mantener sus cotas de poder. Y me pregunto, en política, ¿vale algo el honor?

© Libertad.org

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