Brasil se quema y la culpa, cómo no, es de su presidente, Jair Bolsonaro, uno de los principales enemigos de la progresía mundial. A tal punto ha llegado el alarmismo y la histeria imperante que Francia amenazó incluso con bloquear el acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur blandiendo como excusa los incendios del Amazonas. Pero una cosa son los titulares y los siempre interesados mensajes políticos y otra muy distinta la realidad de los datos, cuyo análisis permite calibrar en sus justos términos el tamaño y la gravedad del problema en cuestión frente a las mentiras y manipulaciones vertidas por la izquierda.
Para empezar, conviene señalar que el Amazonas, siendo la masa forestal más grande del mundo, no es, ni de lejos, el «pulmón del planeta», lo cual permite minimizar, en gran medida, las alertas difundidas en los últimos días sobre los desastrosos e irreparables efectos que tendría el fuego sobre el clima mundial. Es el océano, no los árboles de los bosques brasileños, el responsable de generar el 90% del oxígeno, gracias al fitoplancton marino.
En segundo lugar, el origen de la actual oleada de incendios no estuvo en Brasil, sino en la vecina Bolivia, donde gobierna el izquierdista Evo Morales. El pasado 9 de julio, aprobó el Decreto Supremo 3973, que permitía la quema controlada de bosques en los departamentos amazónicos de Santa Cruz y Beni, que es donde comenzaron los fuegos, extendiéndose, posteriormente, al territorio brasileño.
Por otro lado, si bien es cierto que el número de focos detectados en Brasil se ha disparado un 78% interanual en lo que va de 2019, hasta algo más de 80,000, según registros oficiales, en Bolivia el aumento ronda el 107% y en el Perú un 105%, sin que nadie, sin embargo, haya activado la voz de alerta.
Asimismo, los satélites de la NASA indicaron la semana pasada que la actividad total de incendios en la cuenca amazónica en lo que va de año se encuentra en el promedio de los últimos 15 años, con lo que tampoco supone ninguna anomalía especialmente reseñable.
Y eso sin contar que, hasta el momento, han ardido algo menos de 19,000 kilómetros cuadrados de bosque en el Amazonas brasileño, lo cual, siendo relevante, se quedan muy lejos de los 160,000 de 2005, los 157,000 de 2004 o los 154,000 de 2007, cuando el presidente de Brasil era el izquierdista, hoy encarcelado por corrupción, Lula da Silva.
Así pues, lo cierto es que estos incendios están siendo totalmente politizados para cargar contra Bolsonaro mediante todo tipo de exageraciones y mentiras, coincidiendo, casualmente, con la reducción y/o eliminación de subvenciones destinadas a grupos ecologistas. Esto no significa que tales organizaciones estén detrás de los incendios, tal y como ha denunciado el presidente brasileño, ya que tal acusación tendrá que demostrarse, pero sí interesa, y mucho, señalar a su Gobierno como el gran culpable de esta situación.