El pasado domingo, la libertad económica y la buena gobernanza salieron perdiendo en el Ecuador.
Lenín Moreno, exvicepresidente de Ecuador y candidato presidencial socialista, ganó por un margen estrecho en medio de acusaciones generalizadas de fraude electoral. El resultado casi garantiza un cuarto período consecutivo para el Partido socialista Alianza País del actual presidente Rafael Correa.
La ley ecuatoriana impedía a Correa buscar un mandato más, pero los cambios constitucionales que hizo mientras estaba en el cargo significan que será elegible para suceder a Moreno en 2021.
El Wall Street Journal informó que el gasto de última hora en infraestructura anunciado por Correa para escuelas y hospitales podría haber sido suficiente para aupar a Moreno a la victoria.
El candidato de la oposición, Guillermo Lasso, ha prometido pedir la revisión de actas electorales. Según John Fund de National Review, Lasso «pedirá el recuento de los resultados en todas las 24 provincias de Ecuador».
La pérdida de Lasso es mala noticia para los conservadores que esperaban que la marea de centro-derecha recorriendo América Latina y que ya ha barrido a izquierdistas autoritarios en la Argentina y el Brasil se extendiera al Ecuador, país profundamente influenciado por el «Socialismo del Siglo XXI» de Hugo Chávez.
Aunque es una gran pérdida para Lasso, la mayor perdedora es la libertad económica en Ecuador. Las puntuaciones del país en el anual Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage cayeron en picado durante la última década.
De un puntaje de 54.6 en 2006, cuando ocupó el lugar 107 de entre 157 países, la puntuación de Ecuador se redujo a 49.3 y mandó al país a la categoría «Reprimida», la más baja del Índice. Ahora ocupa el puesto 160 de entre 180 países y el 28 de los 32 países de América Latina.
Otros países que lo acompañan al final de esa lista regional incluyen a Cuba y Bolivia. Bolivia es otro miembro de la alianza socialista bolivariana (ALBA), dirigida por Venezuela.
Como recuerda el presidente de Hillsdale Collage, Larry Arnn, y otros pensadores, el socialismo inevitablemente degenera en una completa dictadura autoritaria, como le ha pasado ahora a la Venezuela gobernada por el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.
Al menos la Organización de Estados Americanos (OEA) ha tomado medidas iniciales para condenar a Venezuela, a pesar de las tácticas dilatorias del embajador boliviano ante la OEA.
El presidente boliviano, Evo Morales, también chavista, llegó al poder con la misma ola populista que Correa aprovechó hace una década.
De la misma manera que Correa al parecer ha tenido éxito organizando la victoria de Moreno —y así mantener sus propias opciones vivas para 2021— el boliviano Morales ha estado planeando quedarse en el poder por lo menos hasta 2025, confirmando los temores de los críticos que alegan que Bolivia también es una dictadura de facto.
La triste pregunta a la que ahora se enfrentan los defensores de la libertad y la democracia de mercado en América Latina es la siguiente: ¿Será que el Ecuador tardará mucho más en llegar?
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