Cuando uno menciona en el extranjero que es chileno, siempre hay dos cosas que te dicen: La primera es que Chile es un país modelo en Latinoamérica por su sistema económico, por su estabilidad política y por la hazaña de sacar a 7 millones de personas de la pobreza en 25 años. La segunda es una pregunta: ¿qué les pasó?
Ya mucho se ha escrito sobre lo inaudito de frenar el crecimiento y tratar de cambiar el rumbo al país cuando este camino ha demostrado con creces ser el más eficiente, pero sí me quiero detener en un aspecto, que quizás a primera vista resulte superfluo, pero que analizado con detenimiento nos demuestra que los cimientos sobre los que se construyó este país en las últimas décadas, se están socavando. Me refiero al sentido del decoro en la política.
Resulta evidente que tanto la presidenta chilena Michele Bachelet como su equipo, su coalición completa, y en general el «mundo político» ha perdido todo sentido del decoro y ya no interesa mucho la opinión pública, porque pareciera haber intereses superiores. Un claro ejemplo es el nombramiento de Javiera Blanco como Consejera del Consejo de Defensa del Estado, organismo encargado de representar los intereses estatales en los tribunales.
El nombramiento de Blanco es indecoroso por donde se le mire, primero por la absoluta falta de experiencia litigando de esta abogada, por sus constantes enredos con temas delicados, como el llamado «jubilazo» de Gendarmería, caso que el Consejo de Defensa debiese perseguir en defensa de las arcas fiscales, y finalmente por la forma en que la Sra. Blanco salió del Gobierno, empujada por una serie de escándalos y errores en el Servicio de Registro Civil, SENAME y Gendarmería, todos dependientes de su cartera.
¿Por qué Bachelet realiza este nombramiento? Podríamos especular conspirativamente, decir que es el pago de un favor político que nunca sabremos, pero eso es hacer política-ficción y no es de nuestro interés. Lo cierto es que Bachelet perdió todo interés por actuar decorosamente, y se comporta de esta manera porque sabe que no tiene ya nada más que perder, que ha tocado fondo.
Por otra parte, la «clase política» está tan desprestigiada que, en su mayoría, prefiere seguir practicando el ejercicio de representación como siempre lo ha hecho, sin ningún tipo de vergüenza. Ejemplos de esto los vemos todos los días, como la reforma electoral que groseramente beneficia al oficialismo, el uso de influencias para obtener beneficios, o el reciente caso de un diputado que sale a pasear con su familia en un buque de la Armada, ahorrándose de paso dos millones de pesos; y así, suma y sigue.
Por eso debemos escrutar el espectro político para identificar a aquellos anticuados que aún sienten pudor por hacer las cosas mal, que se esfuerzan por ser los mejores, que no tienen miedo a la corrección política, que los hay.
Finalmente, me viene a la mente aquella columna de Tomás Mocciati que en 2013 predijo con total exactitud: a Bachelet la van a quemar, no importa si sale mal parada de este Gobierno, porque el interés superior es concretar las reformas que permitan a la izquierda perpetuarse en el poder.
Si, el decoro en la política es una rara avis.