Alexandria Ocasio-Cortez, militante socialista de 28 años de edad, llegó a la atención de los medios de comunicación en Estados Unidos cuando derrotó al congresista Joseph Crowley en la primaria del Partido Demócrata, llevada a cabo en junio pasado. Muchos ven a Ocasio-Cortez, junto con el socialista Bernie Sanders, como referentes de la renovada vanguardia del socialismo entre los millennials americanos. En efecto, el socialismo disfruta de apoyos más firmes entre los denominados millennials antes que en ninguna otra generación actual.
¿Qué podrían implicar las medidas propuestas del socialismo, para el futuro de nuestra nación?
Desde lo personal, continúa sorprendiéndome que una generación entera haya crecido sin tener verdadera dimensión de lo que la ex Unión Soviética representó. No tienen un recuerdo personal del momento en que la ex Unión Soviética se vino abajo en 1991 -prueba contundente de que el sistema socialista fue un fracaso de magnitud. La Generación Y no cuentan con un sentimiento de orgullo patriótico ante la categórica realidad de que la economía de libre mercado de Estados Unidos haya tenido éxito produciendo el más alto estándar de vida y de disfrute material en la historia humana.
Así es que quizás sea comprensible que, para una nueva generación, las viejas y vacías promesas del socialismo puedan comportar una novedosa fascinación. Por definición, el socialismo es aquella teoría de organización social político-económica en donde la producción, la distribución y el intercambio deberían ser tutelados y regulados por la comunidad en su conjunto. En otras palabras, lo que es mío, es tuyo -y lo que es tuyo, es mío. El socialismo comporta un atractivo interesante para muchas personas, porque se ocupa lícitamente de preocupaciones que versan sobre inequidad e injusticia.
El problema es que, debido a su narrativa de equidad, el socialismo simplemente no funciona. Ni siquiera es un castillo construído en el aire; es la promesa de una palacio que, en rigor, se construye sobre arena. Y ni siquiera es preciso mirar hacia la ex URSS para certificarlo: basta con tomar nota de Venezuela, el más reciente ejemplo compartido por la devastación socialista.
Hacia el comienzo del siglo XXI, Venezuela era una de las naciones más ricas de la Tierra. Hoy día, su índice de pobreza merodea en torno del 87% y su tasa de inflación alcanzará próximamente el millón por ciento. Alguna vez, su capital fue un destino turístico notable, que exhibía una cultura pujante. Hoy día, es la capital mundial del delito.
La crisis venezolana ha sido el resultado de las políticas redistributivas y de la destrucción sistemática de la libertad económica, por parte de una administración tan corrupta como elitista. Conforme acertadamente lo sentenciara el presidente estadounidense Donald Trump, en su primer discurso ante la Asamblea Nacional de Naciones Unidas:
“El problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido implementado a medias; sino que el socialismo ha sido implementado al pie de la letra”.
Es un triste recordatorio el hecho de que, mientras que la antorcha del socialismo sea pasada de unas manos a otras, los desbarajustes que provoca -junto con sus promesas vacías- siguen siendo los mismos. Y lo que todos debemos recordar es que Estados Unidos no es inmune. Tal como el presidente Ronald Reagan lo dijera en su oportunidad: ‘La libertad se diluye cuando una generación se extingue. No se la pasamos a nuestros hijos en nuestra sangre‘. Fielmente implementado, el socialismo podría perfectamente quebrar la paz en nuestro país y destruir nuestra prosperidad, tal como lo hizo en Venezuela.
Hemos de seguir hablando con la firmeza que corresponde -pero sin respaldarnos en el miedo; solo en los hechos. Hemos de seguir compartiendo la verdad, sin importar su popularidad. Debemos continuar implementando políticas que liberen el potencial de nuestra economía libre, y crear más oportunidades para todos los ciudadanos estadounidenses, como sucediera con el reciente Acta sobre Recortes de Impuestos y Creación de Empleo, trabajando siempre desde las zonas de oportunidad que brinda el bipartidismo.
Creo firmemente que, en el mercado de las ideas, la libertad siempre se impondrá sobre el socialismo, basándonos en un sistema de méritos, evidencia y hechos concretos -pero la libertad no podrá ganar en soledad, si nadie defiende y explica su posición y sus beneficios.
Hemos de seguir alzando la voz y proclamándolo: defendamos la libertad.