Dicen los agoreros que, cuando un país tiene una crisis económica casi terminal, resulta muy complejo salir adelante ya que las políticas que fomentan el crecimiento surten efecto a largo plazo.
Entre estos agoreros que, por cierto, quieren aprovechar la situación, está el FMI que dio una señal acerca de un posible futuro involucramiento en Venezuela. El subdirector Gerente de la entidad multi estatal, escribió en Twitter que: “Para hacer frente a la devastadora crisis económica y humanitaria, requerirá un amplio apoyo de la comunidad internacional”.
A ver, más allá de la crisis humanitaria urgente que debería ser atendida por las ONGs -independientes y aceptables para chavistas y oposición- que, sin dudas, son las mejores ayudando en catástrofes, Venezuela no necesita ayuda y menos de organismos, como el FMI, que han dejado países devastados por donde han pasado debido a que suelen financiar Estados, gobiernos, es decir, sistemas burocráticos ineficientes y, además, lo hacen barato, pero no gratis.
Es cierto que el país caribeño no llegará a ser un país rico en pocos meses, pero no hay duda de que, en la medida en que se deje libre a las personas, en la medida en que se desregule al mercado y se le rebaje la carga fiscal, de modo que puedan crear, trabajar y producir con todo su potencial, estarán encaminados por la buena senda y no viviendo de “limosnas” que suelen inhibir el afán de creación, trabajo y superación. Solo con desregular el mercado petrolero ya habrán abierto un gran camino.
La paradoja más grande del chavismo ha sido que sobreviviera gracias a venderle petróleo a su enemigo mortal, y uno de los argumentos más escuchados es que EE.UU. está impulsando la crisis política para “quedarse con su petróleo”. Sin embargo, Venezuela necesita desesperadamente que su vecino del norte compre su crudo para obtener divisas.
Desde que EE.UU. anunció que dejaría de comprar petróleo venezolano, en tanto Maduro siguiera controlando a la petrolera estatal PDVSA, el país se encuentra en una situación insólita ya que no sabe qué hacer con el 50% de su producción y, a la vez, teme quedarse sin gasolina en poco tiempo.
De los 1,17 millones de barriles que producen al día -según Reuters con datos de enero- unos 560.000 iban a EE.UU. en noviembre pasado. Así llegaban casi todos los ingresos de divisas, ya que el resto de la producción va gratis, a China y Rusia les envía unos 450.000 barriles como pago en especie por deudas y Cuba recibe unos 49.000 barriles diarios de petróleo gratis, según estimaciones de Reuters, a cambio de apoyo médico y de sus servicios de inteligencia.
Ahora, el 90% de las divisas a Venezuela entran por la venta de petróleo casi exclusivamente a EE.UU., y sin ellas, sus ingresos se desplomarían, agravando la escasez que sufre. Y, para remate, el petróleo venezolano es demasiado pesado y solo lo pueden comprar refinerías dotadas de procesos de conversión profunda, siendo que la mayoría de esas plantas están en EE.UU.
Además, las plantas venezolanas no podrían refinar ese crudo sin los disolventes procedentes de su filial en el país del norte, Citgo, y la producción caería 30%. De hecho, dada la dificultad para refinarlo se estaba importando 106.000 barriles al día desde EE.UU. para su uso en gasolina, a un costo de US$ 2.500 millones anuales para obtener combustible que luego PDVSA regala a los conductores.
© El Diario Exterior