Si hay algo que los valores judeocristianos representan es el escoger la vida y rechazar la muerte. Como lo dice la Torá: “Hoy he puesto ante tí la vida y la muerte; y tú debes escoger la vida”.
Hasta los mismos judíos y cristianos creyentes no han caído completamente en la cuenta que el rechazo al Egipto adorador de la muerte es lo que sirve de base para los valores y las prácticas de la Torá, los primeros cinco libros de la Biblia que son sagrados para el judaísmo y el cristianismo.
La civilización egipcia estaba impregnada de muerte. Su biblia era el Libro de la Muerte, sus grandes monumentos, sus símbolos mismos, las pirámides eran tumbas gigantescas. Una de las primeras funciones de la Torá era destruir el nexo entre civilización (y por supuesto religión) y muerte. Estoy convencido que ésa es la razón para la ausencia de mención manifiesta de la vida después de la muerte en el Antiguo Testamento ya que se estaba más preocupado en enseñar a la humanidad a pensar en la vida. Con unas pocas honorables excepciones, la preocupación con la vida después de la muerte ha llevado a denigrar la vida. Los terroristas islámicos y las culturas que los apoyan sólo son los ejemplos más recientes.
Una de las más grandes ideas de Sigmund Freud, quien a pesar de su ateísmo fue quizá la mente más grande del siglo XX, fue que los seres humanos tenemos un instinto de muerte, un deseo mortal tan fuerte como el instinto de vida. Lo escribió décadas antes que el nazismo y los genocidios del comunismo del siglo XX validaran su teoría.
Sin embargo, sólo decía en terminología psicoanalítica lo que ya lo había dicho Moisés en el Deuteronomio miles de años antes.
La Torá empieza esta transformación con su énfasis constante en rechazar todo lo que representaba Egipto. La prohibición de comer y hasta de poseer pan durante los 7 días de la Pascua judía, celebración que conmemora el éxodo desde Egipto, el acontecimiento central del Antiguo Testamento después de la Creación, fue principalmente un rechazo simbólico de Egipto. Como lo dice la Enciclopedia Británica, los egipcios prácticamente inventaron el pan tal como lo conocemos ahora. “Los egipcios aparentemente descubrieron que dejando fermentar las masas de trigo, por tanto formando gases, se producía una barra ligera y dilatada; también desarrollaron los hornos para cocer”. El pan (fermentado) representaba a Egipto como hoy el pastel de manzana o los perritos calientes pueden representar a Estados Unidos. Además la fermentación era comparada con el pecado y la muerte tanto en la interpretación judía como cristiana de la Biblia.
La Torá también prohibía que los sacerdotes judíos tocasen los cuerpos de los muertos. No sé de ningún otro sistema religioso que prohibiera a sus más sagrados miembros tener contacto con los muertos. Esto también era separar la vida —el papel del sacerdote era para consagrar la vida— de la muerte y sobre todo para separar los valores israelitas de los valores egipcios en el que sus sacerdotes normalmente tomaban parte en actividades religiosas en torno a la muerte.
La prohibición de la Torá sobre las relaciones sexuales durante la menstruación es también una separación de lo que representa la vida (el contacto sexual) con la muerte (la menstruación). Bíblicamente, la menstruación no tiene nada que ver con que las mujeres estén “sucias”. En realidad, casi toda la instrucción de la Torá (encontrada especialmente en el Levítico, el menos conocido de los 5 libros) en lo que concierne a “sucio” o “impuro” ha sido mal traducida cuando en realidad significa tocado por la muerte. Substituya “tocado por la muerte” por “impuro” o “sucio” y entenderá el texto muchísimo mejor.
La prohibición mejor conocida acerca de comer carnes mezcladas con leche, emanan de la ley en la Torá, dicha tres veces, que prohíbe hervir a un ternero en la leche de su madre, y es otro ejemplo de la separación de la vida y de la muerte. La carne (o sea un mamífero muerto) representa la muerte y la leche, alimento que da la vida a los mamíferos, representa la vida. (La tradición judía agregó el pollo mucho después, un no-mamífero, a la lista de mamíferos que no se deben comer con leche; los grandes rabinos talmúdicos sí comían pollo con leche).
La transformación bíblica y judeocristiana del pensamiento humano desde una inclinación por la muerte hacia una por la vida ha sido una hazaña asombrosa, aunque obviamente aún no ha tenido un éxito rotundo en el mundo occidental contemporáneo. Las actitudes arrogantes acerca de la vida humana mostradas por los principales adversarios de los valores judeocristianos — tales como PETA que igualan hacer pollo a la barbacoa con la cremación de los judíos; el especialista en Ética de la Universidad de Princeton que acepta que los padres puedan cometer infanticidio bajo ciertas circunstancias; aquéllos en el Occidente no judeocristiano que no tienen ningún problema moral con el aborto en cualquier caso; las películas y el arte moderno que representan la muerte como kitsch; el desprecio de la cultura laica por todos los que se reconocen como antiabortistas o que creen que Terri Schiavo tenía derecho a vivir—son todos ejemplos del esfuerzo contemporáneo de deshacer el deseo de vivir de los valores judeocristianos y afirmar el natural deseo mortal que pervive en el alma humana.
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