La ola populista en Latinoamérica, con su cuota de despilfarro, corrupción, abusos de poder y destrucción de las instituciones republicanas es un buen ejemplo de las limitaciones y los riesgos de la democracia. En todos estos países los gobernantes populistas accedieron al poder de forma lícita y democrática y en todos los casos debilitaron la democracia y cometieron abusos una vez en el poder.
El caso más dramático es Venezuela, donde gobierna una dictadura aunque siga teniendo apoyo de buen parte de su población. Y es que es un error considerar a una dictadura como el gobierno de la minoría, como también es un error considerar legítimo a un gobierno o a una ley, simplemente por tener el apoyo de la mayoría. El primer examen de un gobierno o de una ley para evaluar su legitimidad es que no atente contra la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Si no pasa este examen, ninguna mayoría puede darle legitimidad y la democracia se convierte en el abuso de los muchos contra los pocos.
Lamentablemente la gente reduce la democracia a la opinión de la mayoría, como si la mayoría no fuera susceptible de cometer atropellos contra ciertas minorías. Por eso la democracia debe ir acompañada de límites al poder de los gobernantes y separación de poderes, es decir de republicanismo. La democracia sin sólidas instituciones republicanas puede ser tan despótica como una dictadura; verbigracia Venezuela.
La forma más fácil de mantener el apoyo de las mayorías es crear programas de beneficencia estatal; vivienda, bonos, subsidios. Estos nunca solucionan la pobreza y más bien tienden a perpetuarla (si funcionaran, no debería haber pobres en Venezuela, Brasil o Bolivia luego de una década de despilfarros) pero se financian usurpando la propiedad de los mismos ciudadanos, lo cual socava las bases del desarrollo sostenible. Entonces tenemos una mayoría más o menos parásita o camino a ello mantenida con los recursos que el Estado roba a una minoría productiva. Esta es la trampa de la democracia. Ahí tenemos a Brasil, otra vez con Lula, un corrupto contumaz, liderando las encuestas presidenciales. Esta trampa no podría pasar en un gobierno donde se respete la propiedad privada, es decir, donde esté prohibido robar. El hecho que al gobierno se le permita robarle a los ciudadanos, es decir, que pueda robar legalmente, es la causa de que existan dictaduras democráticas que pueden mantenerse por largo tiempo con amplio apoyo popular.