El compromiso y la presión fiscal

Leí en El Mundo: «El gobierno se compromete con la UE a subir los impuestos si se desvía el déficit».

Es bonita la palabra compromiso. Un gobierno que se compromete debe ser un gobierno bueno. El texto del artículo explicaba el contenido de ese compromiso:

El Ministerio de Economía, Industria y Competitividad ha advertido de que si se produjese un desvío importante en la senda de la reducción del déficit público pondría en marcha los impuestos verdes y sobre el azúcar.

O sea, que este gobierno estupendo se ha comprometido… ¡a crujir aún más a los ciudadanos! Ningún medio de comunicación denunció este hecho. Al contrario, todos pusieron el énfasis en el «compromiso», dando por buenas las explicaciones de las autoridades. Es decir, aceptaron como lógico y natural que, si el déficit se desvía, el gobierno subirá los impuestos.

El problema es que esta argumentación está lejos de ser lógica y natural, por dos razones principales. La primera es que si el déficit se desvía (nadie supone nunca que se desviará a la baja…) hay dos formas de abordarlo, y no una. No es, en efecto, evidente que la única manera de resolver un déficit excesivo sea subir los impuestos, puesto que siempre se puede reducir el gasto, y lograr el mismo objetivo.

La segunda insuficiencia lógica de la argumentación oficial es tan clamorosa como la primera. Cuando el gobierno anuncia: «Si sube el déficit, subiré los impuestos», incurre en una exposición esquizofrénica, porque se desdobla y habla del déficit como si fuera una variable exógena, que no depende en absoluto de él.

Imaginemos esta declaración oficial: «Si nos invade Marruecos, convocaremos al Ejército». Esto es razonable, porque la supuesta invasión marroquí es independiente del gobierno. Pero el déficit no. Al contrario, el déficit es completa responsabilidad del propio gobierno, que, por tanto, no puede razonar como si no lo fuera.

 

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