El hoy exiliado dirigente opositor camboyano Sam Rainsy ha iniciado una acción judicial en el estado de California, en Estados Unidos, contra algunas de las “redes sociales”, para tratar con ella de evidenciar como esas redes pueden ser “usadas” y “abusadas”, con relativa facilidad para manipular o desfigurar la verdad y engañar a muchos.
Su estrategia, en verdad, apunta en otra dirección. El blanco elegido es Hun Sen, el autoritario actual primer ministro de Camboya, quien lleva ya más de tres décadas en lo más alto del poder local. Como si fuera inamovible. Y eterno.
Sen ha conseguido que, en un pequeño país de unos quince millones de habitantes, haya nada menos que unos nueve millones de “Me gusta”, registrados a su favor, en Facebook.
El actual presidente francés, el joven y popular Emmanuel Macron, tiene apenas unos dos millones de esos “Me gusta”, en Facebook. Y el mencionado Rainsy, que está hoy exiliado, cuenta, él mismo, con unos cuatro millones y medio de “Me gusta”, en su favor. El termómetro electrónico, queda visto, es usado y abusado muy profusamente.
Ocurre que hoy existen las llamadas “granjas” electrónicas que, a cambio de honorarios, difunden constantemente en las redes sociales lo que sus clientes en cada caso les piden. Así de simple. Esa es la realidad. Y así de peligroso, por la capacidad que ese mecanismo tiene de influenciar -fuerte y velozmente- en la formación de la opinión pública, fenómeno que no todos siempre advierten a tiempo.
Lo que no quiere decir que necesariamente deban ser reguladas, sino sólo preventivamente descreídas, desde el más sobrio realismo. No todo lo que por ellas circula es espontáneo, ni tampoco necesariamente veraz. Tampoco todo es falso. Esta es la conclusión. La que nos obliga a ser siempre muy cautos.
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