Como afirma Alberto Benegas Lynch, “la igualdad es ante la ley y no mediante ella”. Y es que es muy importante que la ley trate a todos por igual, sin importar su sexo, raza ni condición social o económica.
Algo muy diferente es procurar la igualdad económica. Semejante propósito en primer lugar se fundamenta en la envidia de quienes consideran la riqueza como algo intrínsecamente inmoral. Para los luchadores contra la desigualdad, un rico es alguien malévolo y perverso, aunque su riqueza la haya ganado de forma honesta. Pero los antivalores de los luchadores por la igualdad no acaban ahí. Propugnan y promueven ideas marxistas como las luchas de clases y la violencia en la sociedad. Creen que la sociedad y el Estado tienen la responsabilidad de mantener y solventar económicamente a cada persona desde que nace hasta que muere, en vez de que sea cada persona responsable de su propio sustento y el de sus hijos hasta cierta edad. Rechazan que una persona pueda enriquecerse mediante su propia creatividad y esfuerzo. Subvaloran la creatividad y el sacrificio personal de quienes asumen riesgos, crean empresas, innovan y crean empleos. Consideran el intercambio comercial como un juego de suma cero, donde la ganancia de unos es la pérdida de otro. Y promueven una cultura de flojos que creen que nacen con el derecho a que el resto de los ciudadanos les den el sustento diario.
Luchar contra la desigualdad no es de ninguna manera luchar por un mundo mejor, o más justo, porque también es una injusticia que quien trabaja menos viva tan bien como quien trabaja más. Hay condiciones por las que vale la pena luchar; por ejemplo la discriminación que sufren las niñas muchas veces por parte de sus propios padres a la hora de invertir en su educación. Vale la pena concienciar a los padres, especialmente en áreas rurales para que permitan que sus hijas vayan al colegio y lo terminen. Vale la pena implementar campañas de vacunación gratuitas, las cuales, con una relativamente pequeña inversión, salvan a miles de niños de morir por causa de enfermedades prevenibles. Es loable colaborar a hogares de niños huérfanos y abandonados para puedan tener un lugar que les dé educación y sobre todo afecto y una sensación de pertenencia y familia.