De Chile a Brasil: Los Chicago Boys

Brasil está cambiando.

Tras escándalos de corrupción, dos años de recesión económica y un descreimiento generalizado sobre la clase política, Jair Bolsonaro fue elegido presidente. Uno podría criticar y diferenciarse en muchas cuestiones con las expresiones de este particular personaje de la política brasileña. Sin embargo, en lo que tiene que ver con la política económica, parecería que Bolsonaro está quitándose del medio y dejando actuar a “los que saben”.

¿Y quiénes son los que saben? Para empezar, su ministro de Economía, Paulo Guedes. Hace pocos días, la agencia Reuters sostenía:

El nuevo ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, trabajó en Chile hace 40 años tras obtener su doctorado en la Universidad de Chicago, lo que le procuró un asiento en primera fila en el tratamiento de choque económico que aplicó el dictador Augusto Pinochet.

 El economista Roberto Cachanosky también se refirió recientemente a los cambios en Brasil:

La reducción del gasto público, la simplificación tributaria, la reforma previsional, la reforma laboral, un amplio plan de privatizaciones, etc. van a ser claves para darle competitividad a la economía brasileña. Pero una de las claves del plan económico que intenta implementar Bolsonaro es mucho más desafiante que los anteriores ya que busca imitar el modelo chileno y abrir la economía para incorporarse al mundo.

 ¿De dónde vienen estas ideas? ¿Qué efectos podrían tener?

La revolución capitalista chilena

Por su pasado en la Universidad de Chicago al nuevo mandamás de la política económica brasileña se le asocia con el grupo de académicos chilenos que, en tiempos de Pinochet, asesoraron al gobierno sobre cómo conducir la política económica.

Pero la historia de los “Chicago Boys”, como se conoció a este nutrido grupo de economistas, se remonta, en realidad, a mucho antes del Golpe de Estado de Pinochet en 1973. Es que durante el año 1956 se labró un acuerdo de cooperación entre la Universidad de Chicago, uno de los más prestigiosos centros de estudios de economía del mundo, y la Universidad Católica de Chile.

Dicho acuerdo implicaba que los egresados de “La Católica” podían ir becados a Chicago a obtener sus doctorados en economía. El convenio fue aprovechado por una veintena de profesionales, entre quienes estaban Sergio de Castro, Rolf Lüders (ambos Ministros de Economía durante el gobierno de facto de Pinochet) o Ernesto Fontaine, todos los cuales volvieron a la Universidad Católica a dictar clases tras obtener sus doctorados.

El golpe de Estado de 1973 se dio en medio de una verdadera debacle económica, con la economía en recesión y una inflación que promedió el 600%, como se ve en el cuadro inferior. En dicho contexto, y con elevada escasez como producto de los controles de precios, el salario real descendió un 38%.

Cuando los militares llegaron al poder se preguntaron qué iban a hacer con la economía.

Según el historiador chileno Ángel Soto: “Pinochet optó por un modelo de desarrollo liberal defendido por un grupo de jóvenes economistas graduados de prominentes universidades de los Estados Unidos”. Para Soto, no sólo los graduados de Chicago, sino también José Piñera (Ministro de Trabajo) y Hernán Büchi (Ministro de Economía 1985-1989), egresados de Harvard y la Universidad de Columbia, fueron los “padres fundadores de la Revolución Capitalista” de Chile.

Reformas

Ahora bien, ¿en qué consistió dicha revolución? Principalmente, en un conjunto de reformas económicas que podrían agruparse en cinco grandes áreas.

  1. Para generar crecimiento económico: se redujo drásticamente el rol del Estado en la economía, se eliminaron controles de precios, se redujeron el gasto fiscal y los impuestos, se liberaron mercados y se privatizaron muchas empresas estatales.
  2. Para incrementar el comercio internacional: se eliminaron las barreras no arancelarias para las importaciones y los aranceles fueron reduciéndose unilateral y gradualmente desde 1975 en adelante.
  3. Los mercados de capitales se liberaron y se dotó de independencia al Banco Central para reducir la inflación. La reducción de la inflación no fue inmediata. Solo después de 1990 se consiguió una inflación baja y estable.
  4. Los mercados laborales también se liberaron, eliminando barreras a la entrada en la mayoría de los empleos, restricciones al despido y restringiendo la intervención del gobierno en las negociaciones entre patrones y empleados.
  5. El sistema jubilatorio, previamente de reparto, se privatizó por completo en 1981, migrando hacia un esquema de capitalización individual que incrementó significativamente el ahorro del país.

Los resultados de estas reformas económicas, que se mantuvieron casi sin modificaciones durante el período democrático que inició en el año 1990, fueron impresionantes. A partir del año 1984, Chile comenzó un período  de crecimiento casi ininterrumpido. De los últimos 34 años, sólo en dos el PBI tuvo variaciones negativas (-0.4% en 1999 y -1.6% en 2009). El desempleo ha ido bajando sistemáticamente. En 1983 alcanzó el 21%, pero fue reduciéndose hasta el 7.7% en 1990. Hoy está en 6.9%, una tasa envidiable para muchos países, incluidos Argentina y Brasil. La inflación, como decíamos, tardó en bajar, pero a partir de la Ley 18.840 de 1989, que consagró la independencia del Banco Central y la prohibición de emitir para financiar déficits fiscales, la tasa de inflación se redujo de manera sostenida y permanente.

¿Puede replicarse el modelo?

Chile es hoy en día un modelo de reformas económicas pro-crecimiento con inclusión social. Al mismo tiempo que su PBI per cápita pasó de $7,000 a $23,000 (en paridad de poder de compra, entre 1984 y 2018), la pobreza cayó desde el 50% hasta los alrededores del 10%. Gran parte de este éxito se lo debe Chile a las enseñanzas y propuestas de esos intelectuales, los “Chicos de Chicago”, quienes a pesar de haber formado parte de un gobierno militar, liberaron la economía chilena y su potencial de crecimiento.

Es una incógnita si dicho modelo podrá ser exactamente replicado en otras latitudes. También si los períodos presidenciales y las sanas restricciones de la democracia no son un obstáculo para avanzar en estos cambios. Sin embargo, lo cierto por ahora es que un presidente democráticamente elegido parece querer tomar este camino. Será interesante explorar qué pueda pasar. Pero en la medida que las reformas puedan abrirse paso, los resultados serán positivos.

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