El cambio en el clima empresarial de Estados Unidos

Desde hace décadas, la mayoría de países desarrollados mantiene un sistema tributario de corte territorial. Esto significa que las rentas generadas dentro de cada jurisdicción están sujetas a las normas tributarias vigentes, mientras que los ingresos conseguidos en el extranjero no se consideran parte de la base imponible.

Una de las pocas excepciones ha sido Estados Unidos, que nunca llegó a cambiar su esquema fiscal y siguió planteando el cobro de impuestos con un sistema tributario global. Para el impuesto sobre sociedades, esto significa que la repatriación de beneficios logrados más allá de las fronteras de Estados Unidos quedaba sujeta al pago de una tasa estimada como la diferencia entre el tipo vigente en Estados Unidos y el gravamen fijado allí donde se generaron las rentas.

Si el tipo general del impuesto de dociedades aplicado en Estados Unidos no fuese muy diferente al promedio de la OCDE, esta regla habría generado un número razonablemente limitado de distorsiones. Imaginemos que el país del Tío Sam aplica un tipo del 15% y que una multinacional americana quiere llevarse a casa los beneficios logrados en Reino Unido. Como el tipo vigente en el país británico es del 19%, las firmas estadounidenses habrían tenido que soportar un recargo del 4% para hacer efectiva la repatriación de los beneficios. Estaríamos hablando de una doble imposición, claro está, pero relativamente baja.

Sin embargo, el tipo aplicado por Estados Unidos hasta la reforma tributaria de Donald Trump aprobada hace escasas semanas era muy superior al promedio de la OCDE. Si la mayoría de países desarrollados exige un pago cercano al 25% del beneficio empresarial para cumplir con el impuesto sobre sociedades, en Estados Unidos se venía cobrando un 35% al que se sumaban otros recargos regionales que elevaban el tipo efectivo hasta el 39-40%. En el mismo ejemplo anterior, la tasa adicional que quedaría pendiente de pago para repatriar los beneficios habría sido cercana al 20%.

Conscientes de esta realidad, las principales empresas estadounidenses llevan años acumulando beneficios internacionales en jurisdicciones de fiscalidad reducida. El boom de los paraísos fiscales no se explica sin entender el escaso atractivo de las normas tributarias estadounidenses. De hecho, la mayoría de las grandes compañías de Estados Unidos prefiere emitir deuda antes que pagar los elevados tipos que supone la repatriación. Y es que, como la fiscalidad efectiva de los paraísos fiscales se mueve en el entorno del 5%, llevar el dinero de vuelta a suelo americano implica un sablazo que ronda el 35%.

La nueva situación

El clima empresarial ha cambiado con la nueva reforma tributaria del presidente Trump ya aprobada por los legisladores republicanos de la Cámara de Representantes y el Senado. En virtud del nuevo marco tributario, la repatriación de beneficios acumulados en el extranjero quedará gravada con un 15,5% si hablamos de activos líquidos y con un 8% en el caso de que se trate de otro tipo de activos.

La consultora ZION Research Group ha estimado que las empresas cotizadas en el S&P 500 acumulan 2.8 billones de dólares en el extranjero. El 38% de estos fondos corresponde a empresas tecnológicas como Apple, mientras que el 23% son compañías del sector de la atención médica, la medicina y la farmacia. Algo más bajo es el peso de los gigantes del consumo o la industria, pero igualmente hablamos de cifras mareantes: Procter & Gamble acumula 49,000 millones de dólares en el extranjero, General Electric suma 82,000 millones fuera del país.En suma, la recaudación impositiva lograda por la vía de las repatriaciones fiscales podría llegar a suponer 250,000 millones de dólares.

De momento, Apple ya ha movido ficha y, tras la aprobación de la reforma fiscal, ha apuntado que tiene previsto reducir la deuda corporativa, invertir 30,000 millones de dólares en desarrollo de nuevos productos y servicios, construir un nuevo campus, aumentar los salarios de sus trabajadores y crear 20,000 nuevos puestos de trabajo de forma directa e indirecta. La compañía pagará 38,000 millones a Hacienda para repatriar 245,000 millones acumulados hasta ahora fuera de Estados Unidos.

Las buenas noticias para la economía americana contrastan con el nerviosismo que ha generado la medida en los principales centros financieros internacionales. Un factor crucial para explicar el crecimiento de los paraísos fiscales era el nefasto tratamiento que brindaba Washington a los beneficios empresariales logrados en el extranjero. Ahora, la industria teme que una parte importante de los fondos acumulados en las últimas décadas termine desapareciendo a raíz de la reforma fiscal que lideró el presidente Donald Trump.

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