Antes de analizar la violencia con armas de fuego, me gustaría hacer un par de preguntas.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, cada día mueren unos 30 americanos en choques automovilísticos en el que tiene que ver el alcohol. ¿Qué tipos de restricciones se deberían establecer por ser dueño de un auto? ¿Debería haber verificaciones de antecedentes federales para que la gente obtenga un permiso de manejar o para comprarse un automóvil?
El Informe Uniforme de Delitos del FBI de 2015 muestra que casi tres veces más personas fueron apuñaladas o muertas a hachazos que las que murieron por escopetas y fusiles juntos. El número de muertes por escopeta y rifle ascendió a 548. El número de personas apuñaladas o muertas a hachazos llegó a 1,573. ¿Debería haber verificaciones de antecedentes federales y períodos de espera para comprar cuchillos?
Cualquier persona madura y razonable podría argumentar que es totalmente absurdo tratar de enfrentar el problema de las muertes por manejar ebrio o el de las muertes por cuchillo usando verificaciones de antecedentes penales federales o con períodos de espera para obtener un permiso o comprar un automóvil o un cuchillo.
Al igual que las cortes de justicia y el público en general, hay que reconocer que autos y cuchillos son objetos inanimados y no pueden actuar por sí mismos. Por lo tanto, si queremos hacer algo acerca de las muertes resultantes por manejar en estado de ebriedad o ser apuñalados o muertos a hachazos, debemos centrarnos en el individuo.
Sería una locura y una gran negligencia para con las víctimas si nos centramos en objetos inanimados como autos y cuchillos. Las armas también son objetos inanimados y, al igual que los autos y los cuchillos, no pueden actuar solos. También es una locura centrarse sólo en las armas en los casos de muertes por disparos.
¿Y qué decir sobre la disponibilidad de las armas? Pues resulta que durante la mayor parte de nuestra historia, una persona podía ir a la ferretería, a grandes almacenes o a una armería en prácticamente en cualquier lugar en Estados Unidos y comprar un rifle o una pistola.
El catálogo de pedidos por correo de Sears del año 1902 tenía 35 páginas con anuncios de armas de fuego. Otros catálogos y revistas de las décadas de 1940, 1950 y 1960 estaban llenos de anuncios de armas dirigidos tanto a gente joven como a sus padres.
«Lo que todo progenitor debe saber cuando un niño o una niña quiere un arma» es el nombre de una publicación de la Fundación Deportiva Nacional de Tiro (National Shooting Sports Foundation). Otra revista del tiempo anunciaba: «Compra esta carabina vaquera con tu dinero de Navidad».
Sólo unos cuantos estados tenían restricciones según la edad para comprar armas. Las transferencias privadas de armas de fuego a menores no estaban restringidas. A menudo, un padre daba a su hijo de 12 ó 14 años como regalo de cumpleaños un nuevo y reluciente rifle de calibre .22.
Hoy en día, hay mucha menos disponibilidad de escopetas, rifles y pistolas que en cualquier otro momento de nuestra historia. Ese dato histórico debería hacer que nos planteemos la pregunta: A pesar del mayor acceso a las armas en décadas anteriores, ¿por qué no existía el tipo de violencia que vemos con el acceso mucho más restringido a las armas que existe hoy en día? ¿Han cambiado los rifles y las pistolas su comportamiento de antaño y ahora están dando paso al caos y a la maldad?
Responder afirmativamente puede descartarse como pura locura. Por lo tanto, si las armas no han cambiado, entonces debe de ser que las personas han cambiado. La estúpida psicología barata que impone, por ejemplo, impedir que los niños jueguen en el patio de la escuela a policías y ladrones o indios y vaqueros, no logrará mucho. También ha sido un fracaso imponer más restricciones de armas, zonas libres de armas y otras medidas.
Debemos reconocer que las leyes y las regulaciones por sí solas no pueden producir una sociedad civilizada. La moralidad es la primera línea de defensa de la sociedad contra el comportamiento incivilizado. Las normas morales de conducta han estado bajo ataque constante en nuestro país durante más de medio siglo.
Los absolutos morales como principios rectores han sido abandonados. Nos han enseñado a no juzgar, a que un estilo de vida o un conjunto de valores es tan bueno como cualquier otro. Ya no responsabilizamos a la gente por su propio comportamiento y aceptamos que pongan excusas. Los problemas con el asesinato, el caos y otras formas de comportamiento antisocial continuarán hasta que recuperemos nuestra conciencia moral.
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