Por qué el gasto gubernamental no estimula el crecimiento económico: Respuestas a los críticos

Trasfondo #2354

 

Resumen: A pesar de décadas de repetidos intentos fallidos, el presidente Obama y el Congreso continúan promoviendo el mito de que el gobierno puede salir de la recesión gastando más. El experto de política económica de la Fundación Heritage Brian Riedl arrasa con el mito del estímulo con pruebas de que el gasto gubernamental no acaba con las recesiones y nos da la evidencia de lo que sí acaba con ellas. Una pista: No es otro «paquete de estímulo» más.

Los que defienden la ley de $787 mil millones de estímulo del presidente Barack Obama continúan insistiendo en que el masivo rescate gubernamental jugó un papel decisivo para sacar a la economía de la recesión. Pero, asumiendo una ausencia de acciones destructivas del gobierno, ya se esperaba mediante el mecanismo de autocorrección de la economia que saliera de la recesión en 2009 de todas formas. Con un desfile de leyes de «estímulo» durante los dos últimos años (que se remonta a la devolución de impuestos del presidente George W. Bush a principios de 2008), era totalmente previsible que algunos asociaran el final ya previsto de la recesión con cualquier ley de estímulo que se aprobara en el último minuto.

De hecho, la propuesta de estímulo del presidente Obama fracasó según sus propios términos. En un informe de enero de 2009, economistas de la Casa Blanca predijeron que la propuesta de estímulo crearía (no solamente que salvaría) 3.3 millones de trabajos netos para fin de 2010. Desde entonces, se han perdido otros 3.5 millones netos de trabajos, llevando la tasa de desempleo por encima de 10% [1]. El hecho de que el gobierno fracasara en su camino a la prosperidad gastando más y más no es un hecho aislado:

*  Durante los años 30, el legislador del New Deal duplicó el gasto federal — sin embargo, el desempleo permaneció por encima del 20% hasta la Segunda Guerra Mundial.

*  Japón respondió a la recesión de los años 90 aprobando diez paquetes de estímulo en 8 años (y creando con ellos la mayor deuda nacional en el mundo industrializado) — sin embargo, su economía continuó estancada.

*  En 2001, el presidente Bush respondió a la recesión «inyectando» devoluciones de impuestos a la economía, la cual no respondió hasta dos años después, cuando se pusieron en práctica las rebajas de impuestos.

*  En 2008, el presidente Bush intentó evitar la actual recesión con otra ronda de devoluciones de impuestos. La recesión continuó empeorando.

*  Y ahora, la más reciente propuesta de estímulo ($787 mil millones) tenía por intención impedir que el desempleo excediera 8%. En noviembre llegó a 10% [2].

El presidente Obama, que no se desanima por estos repetidos fracasos, pidió otro paquete de estímulo [3]. Existen todas las razones del mundo para esperar que otro paquete fracase tan miserablemente como los anteriores y que hunda a la nación en más deuda aún.

El mito del estímulo

La teoría económica tras la idea del estímulo se basa en el trabajo de John Maynard Keynes hace ocho décadas. Comienza con la idea de que un shock económico deja la demanda significativa y permanentemente por debajo de la oferta potencial. Según la gente va dejando de gastar dinero, las empresas disminuyen la producción y un círculo vicioso de caída de demanda y producción reduce el tamaño de la economía.

Los keynesianos creen que el gasto gubernamental puede compensar esta caída de demanda privada. Sus modelos asumen que —en una economía de bajo rendimiento— el gasto gubernamental añade dinero a la economía, los impuestos retiran dinero de la economía y por tanto,  el incremento del déficit presupuestario son nuevos dólares netos inyectados a la economía. Por eso, importa poco cómo se gasten. Se dice que Keynes afirmó que un programa del gobierno que pague a la gente para que cave zanjas y las vuelva a llenar sería una nueva fuente de ingresos para que esos trabajadores gasten y ese dinero circularía por la economía, creando a su vez aún más trabajos e ingresos.

El argumento keynesiano también asume que el consumo añade inmediatamente crecimiento económico, mientras que el ahorro no lo hace. Con este razonamiento, el subsidio de desempleo o de comida y las devoluciones de impuestos para bajos ingresos están entre las políticas de estímulo más efectivas, debido a su mayor probabilidad de ser dinero consumido y no ahorrado.

Llevando este análisis a su extremo lógico, Mark Zandi, de la web Economy.com, reduce la influencia del gobierno en la enorme y diversa economía americana de $14 billones en un simple menú de opciones de políticas de estímulo, donde el Congreso tiene la capacidad de decidir cuánto crecimiento económico quiere con tan sólo tirar de las palancas apropiadas. Zandi asegura que por cada dólar de nuevo gasto gubernamental, los cupones de alimentos añaden $1.73 a la economía; los subsidios ampliados de desempleo añaden $1.63; el incremento de gasto en infraestructura añade $1.59; y la ayuda a estados y gobiernos locales añade $1.38 [4]. En conjunto, esto implica que, en una recesión, un dólar de nuevo déficit expande la economía en unos $1.50. En los pasados 40 años, esta idea de gasto gubernamental como estímulo ha perdido el favor de muchos economistas. Como este trabajo muestra, ese razonamiento va contra los datos y la lógica económica.

He aquí la prueba

Los datos económicos contradicen la teoría  keynesiana del estímulo. Si los déficits representaran «nuevos dólares» en la economía, el gasto deficitario sin precedentes de $1.2 billones en el año fiscal 2009 que comenzó en octubre de 2008 —mucho antes de que el estímulo añadiese otros $200 mil millones más [5]— ya habría sobrecalentado la economía. Sin embargo, a pesar del incremento histórico del déficit en un 7% durante el año anterior, la economía se redujo un 2.3% en el año fiscal 2009 [6]. Arguir que los déficits representan nuevo dinero inyectado en la economía es arguir que la economía se hubiese contraído en un 9.3% sin esa adición de déficit (o incluso más, dado el efecto multiplicador keynesiano que se supone aumentaría el impacto). Esto es, simplemente, implausible, y pocos economistas, si alguno, han dicho lo contrario.

Y si el gasto deficitario original de $1.2 billones ha fracasado en detener la deriva de la economía, no hay razón para pensar que añadir otros $200 mil millones al déficit de 2009 conseguirá de pronto que salga el truco. Los defensores de otro estímulo más deberían responder estas preguntas: (1) Si casi $1.4 billones de déficits presupuestarios no son suficiente estímulo, ¿cuánto es suficiente?. (2) Si el estímulo keynesiano falla repetidamente, ¿por qué seguimos apoyándonos en esa teoría?

Esto ya no es un ejercicio teórico. La idea de que el incremento de gasto deficitario puede curar las recesiones se ha probado repetidamente y ha fracasado repetidamente. Los modelos económicos que aseguran que un dólar de gasto deficitario hace crecer la economía en $1.50 no pueden explicar por qué $1.4 billones de gasto no crearon una explosión de $2.1 billones de actividad económica.

Por qué el gasto gubernamental no termina con las recesiones

Pensando en el futuro, la pregunta importante es por qué el gasto gubernamental fracasa en su intento de terminar con las recesiones. Los defensores del estímulo dicen que el Congreso puede «inyectar» nuevo dinero en la economía, incrementando la demanda y por tanto la producción. Este razonaminto hace que se plantee la pregunta obvia: ¿De dónde obtiene el gobierno el dinero que inyecta en la economía? El Congreso no tiene una caja fuerte con dinero a la espera de ser repartido. Cada dólar que el Congreso inyecta en la economía primero ha de ser extraído de la economía como impuestos o tomado prestado. No se crea nuevo poder de gasto. Meramente se redistribuye de un grupo de gente a otro [7].

El Congreso no puede sacar de la nada un nuevo poder de compra o consumo. Si financia nuevo gasto con impuestos, está simplemente redistribuyendo un poder existente de consumo (a la vez que disminuyen los incentivos para crear ingresos y producción). Si el Congreso toma prestado el dinero de inversionistas nacionales, estos tendrán mucho menos que invertir o gastar en la economía privada. Si se toma prestado dinero de extranjeros, la balanza de pagos se ajustará aumentando en igual medida las importaciones netas, dejando el total de demanda y producción sin cambios. Cada dólar que el Congreso gasta debe venir primero de algún otro sitio.

Por ejemplo, muchos legisladores afirman que cada mil millones de dólares de estímulo en autopistas puede crear 47,576 nuevos trabajos en el sector de la construcción. Pero el Congreso debe primero tomar prestado esos mil millones del sector privado, que perderá entonces al menos ese número de empleos [8]. El gasto en carreteras simplemente transfiere trabajos e ingresos de una parte de la economía a otra. Como Ronald Utt, economista de la Fundación Heritage, ha explicado, «La única forma de que mil millones de dólares de nuevo gasto en autopistas pueda crear 47,576 nuevos empleos es que mil millones aparezcan de la nada como el maná del cielo» [9]. Este enunciado lo ha confirmado el Departamento de Transporte [10] y la Oficina de Contabilidad General (desde entonces renombrada como Contraloría General del Gobierno) [11], pero los legisladores continúan fundamentando sus decisiones políticas en esta falacia económica.

Quitar agua por un lado de la piscina y echarla en el otro no aumentará el nivel del agua. De igual manera, tomar dinero de una parte de la economía y distribuirla en otra parte no hará que la economía crezca.

El economista John Cochrane, de la Universidad de Chicago, añade que:

Primero, si no se va a imprimir dinero, tiene que venir de algún lado. Si el gobierno le pide prestado un dólar, es un dólar que Ud. ya no tiene para poder gastar o prestar a una compañía para que lo invierta. Cada dólar de incremento del gasto gubernamental se debe corresponder con un dólar menos de gasto privado. Los trabajos creados con el dinero del estímulo se compensan con los trabajos perdidos por el declive del gasto privado. Podemos hacer carreteras en vez de fábricas, pero el estímulo fiscal no puede ayudarnos a hacer más de ambas cosas. Este «efecto desplazamiento» es sólo contabilidad, y no se apoya en percepciones o presunciones de comportamiento.

Segundo, la inversión es «gasto» tanto como lo es el consumo. Los defensores del estímulo fiscal keynesiano quieren que el dinero se gaste en consumo, no que se ahorre. Evalúan los anteriores programas de estímulo por la cantidad de dinero gastado por la gente en bienes de consumo en vez de haber sido ahorrado. Pero la economía en su conjunto no se preocupa de si Ud. compra un coche o si le presta el dinero a una empresa para que compre un montacargas [12].

El gasto gubernamental puede afectar al crecimiento a largo plazo, tanto para subirlo como para bajarlo. El crecimiento económico se basa en el aumento de productividad laboral y la oferta laboral que se pueden ver afectados por la forma cómo los gobiernos influyen directa o indirectamente en el uso de los recursos económicos. Sin embargo, el aumento de la tasa de productividad, que a menudo necesita de la aplicación de nuevas tecnologías y recursos, pueden tomar muchos años o incluso décadas en materializarse. No es estímulo de corto plazo [13].

De hecho, los grandes paquetes de estímulo a menudo reducen la productividad a largo plazo ya que transfieren recursos del sector privado, más productivo, al gobierno, menos productivo. Es raro que haya una buena relación calidad-precio en lo que gasta el gobierno. Sin embargo, los paquetes de estímulo dan a los políticos la justificación para repartir dinero de los impuestos a electores a los que favorecen. Al incrementar los déficits presupuestarios, las leyes aprobando grandes paquetes de estímulo contribuyen a mayores tasas de interés y simultáneamente cargan más deuda a las futuras generaciones.

Contestando a los críticos

A pesar de las pruebas que ya han visto, algunos analistas siguen manteniendo que los gobiernos pueden salir de la recesión simplemente gastando más. Sus objeciones más comunes se contestan debajo.

Objeción #1: La gente está ahorrando en vez de gastar y los bancos no prestan dinero. Al prestar y gastar esos «ahorros ociosos», el gobierno hace circular más dinero por toda la economía

Esta es la defensa del estímulo gubernamental más citada por los que responsables políticos. De hecho, entre los defensores del gasto del gobierno hay fuerte insistencia en si la gente gasta o ahorra; la implicación que hacen es que el gasto circula por la economía mientras que los ahorros abandonan la economía.

Pero los ahorros no abandonan la economía. Casi todo el mundo pone sus ahorros en: (1)  bancos, que rápidamente prestan el dinero a otros para que lo inviertan; (2)  inversiones en acciones u obligaciones; (3)  reducción de la deuda personal. En cada una de estas situaciones, el sistema financiero transfiere los ahorros de una persona a otra que los puede gastar. Así que todo el dinero se gasta, al margen de si inicialmente se consume o ahorra. Los únicos ahorros que se salen de la economía son los que se guardan en el colchón o en cajas fuertes.

Algunos contestan que los bancos asustados por la recesión están acaparando ahorros mucho más allá de las reservas obligatorias. Pero incluso cuando los bancos dudan si prestar el dinero de los depósitos, lo invierten en deuda del Tesoro para mantenerlos en circulación y ganar un interés [14]. De hecho, el mercado federal de fondos, donde los bancos se prestan cada noche entre sí el exceso de liquidez, existe porque los bancos se rehúsan a quedarse sentados sobre el dinero que no utilizan. Incluso en las recesiones, los ahorros de una persona financian rápidamente los gastos de otra [15].

Los defensores de la teoría de los «ahorros ociosos» no pueden especificar el sitio de todas esos cerros de dólares que creen que se han retirado del sistema financiero. Incluso más notorio aún, tampoco consiguen explicar, aunque hubiera fabulosas cantidades de ahorros ociosos, cómo el gobierno federal va a adquirirlos para inyectarlos como nuevo gasto. Después de todo, si las personas, empresas y bancos estuvieran acaparando billetes en colchones y cajas fuertes, ¿por qué, súbitamente, iban a prestárselo al gobierno para financiar su paquete de estímulo? La misma idea del atesoramiento de dólares sugiere que estas personas y empresas no confían en el sistema financiero y sería muy improbable que se presentasen a la siguiente subasta de emisiones de deuda del Tesoro [16].

Los defensores del estímulo a través del gasto deberán ser capaces de mostrar que prácticamente todo el dinero prestado a Washington habría estado quietecito bajo los colchones o en cajas fuertes. De otra manera, Washington sería sólo un intermediario que transferiría poder de compra de una parte de la economía a la otra. Y la justificación del gasto gubernamental entendido como estímulo se derrumbaría.

Objeción #2: Tomar prestado de otros países puede proveer «nuevo» dinero a la economía

Algunos analistas que aceptan que el préstamo doméstico no sale gratis han aseverado que el dinero prestado en el exterior puede inyectar nuevos dólares en la economía. Sin embargo, estas naciones deben adquirir dólares americanos antes de poder prestarlos a Washington. Esos países puede adquirir dólares de dos formas:

1)  Atrayendo inversión americana en su país. En este caso, los dólares que salen de América coinciden con los dólares que se nos prestan. El flujo neto de ahorros que circulan por nuestra economía no se incrementa.

2)  La venta de bienes y servicios a americanos bajo pago en dólares. Para Estados Unidos, estas importaciones aumentan el déficit comercial y por tanto reducen la demanda doméstica. La subsiguiente toma en préstamo por parte del gobierno y el gasto de esos dólares simplemente compensa el aumentos del déficit comercial.

En cualquier caso, nuestros dólares deben abandonar el país antes de que se puedan prestar a nuestra economía. La balanza de pagos entre América y otras naciones debe ser cero al final. Por tanto, el gasto gubernamental financiado con préstamos extranjeros no proporcionan estímulo.

Objeción #3: El gasto del gobierno tiene un efecto multiplicador que permite que el dinero recircule varias veces por la economía

Esto es correcto, pero irrelevante para el estímulo. Sí, se pueden gastar $100 de subsidio de desempleo en la tienda que, a su vez, usan esos $100 para pagar sueldos y respaldar otros empleos. El total de actividad económica adicional será mucho más de $100; pero debido a que el gobierno toma prestado esos $100, esa misma cantidad no está disponible para el sector privado, que hubiese gastado esos $100 dólares con el mismo efecto multiplicador.

Consideremos un ejemplo más completo. Una familia podría poner sus ahorros de $10,000 dólares en un certificado de depósito (CD) en un banco local. El banco prestaría esa suma a una ferretería local, que lo gastaría en la misma población, dando apoyo a los empleos de la localidad. Suponga que la familia en su lugar compra bonos del Tesoro por $10,000 para financiar el paquete de estímulo. Washington lo gasta en otra población, dando apoyo a los empleos allí en lugar de aquí. El estímulo no ha creado nuevo gasto, ni trabajos, o efecto multiplicador. Simplemente los ha movido a otro sitio.

Este equivocado punto de vista sobre el estímulo fiscal sobrevive porque la gente puede ver fácilmente las fábricas y la gente puesta a trabajar con fondos gubernamentales. Por el contrario, la gente no ve tan fácilmente los trabajos o fábricas que se podrían haber creado en cualquier otro lado con los mismos dólares si no se hubiesen prestado a Washington.

En su ensayo de 1848, Lo que se ve y lo que no se ve, el economista francés Frederic Bastiat llamó a esto la «falacia de la ventana rota», en referencia a un mito local de que romper ventanas estimularía la economía creando trabajos de reparación de ventanas. En realidad, el gasto de reparación vendría de fondos que de otro modo se habrían gastado (y hubiesen creado empleos) en otros lugares de la ciudad. Hoy, la falacia de la ventana rota explica por qué millares de trabajos generados con el estímulo no están mejorando la imagen de conjunto del empleo.

Objeción #4: Durante una recesión, el gasto gubernamental puede poner a trabajar recursos no utilizados

Esto reformula la falacia del gasto general. Sí, el gasto del gobierno puede poner personas y fábricas infrautilizadas a trabajar, pero sólo parando otros recursos en cualquier otra parte de la economía que suministró los fondos. Si añadir mil millones de dólares crea 40,000 empleos en una parte deprimida de la economía, perder esos mil millones costará aproximadamente el mismo número de trabajos en aquella parte de la economía que dio el dinero a Washington. Es una transferencia de suma cero, al margen de si la tasa de desempleo es 5% ó 50%.

Objeción #5: El gobierno informa de que el estímulo ha creado o preservado 640,000 trabajos

Según una encuesta de la Casa Blanca, las empresas han utilizado mucho de los $200,000 millones del dinero de estímulo distribuido hasta ahora para contratar o retener 640,000 trabajadores. Estas cifras han sido ridiculizadas por ser absurdas, como por ejemplo contabilizar $6,400 millones en distritos que no existen, o la afirmación de que la compra de una sola cortadora de césped en Arkansas ha creado o conservado 50 empleos [17].

Al margen de estos errores, la cifra de empleos no es sorprendente. Es de esperar que las empresas que reciben grandes fondos federales se amplíen y contraten más trabajadores. Sin embargo, esto ignora la mitad de la ecuación. Si inyectamos $200,000 millones en la economía y con eso apoyamos 640,000 empleos, ¿cuántos trabajos se perdieron al pedir prestados esos millones?

La Casa Blanca afirma que cero. Las cifras de empleo de la Casa Blanca asumen que los $200,000 millones son nuevos y dan apoyo a empleos que de otro modo no existirían. Pero esto sólo puede ser cierto si el sector privado no hubiese almacenado la totalidad de esa suma en cajas fuertes, donde no se pudiese consumir, invertir o depositar en bancos para ser invertidos y se hubiese dado al gobierno los 200,000 millones completos.

Cuando el dinero se transfiere de una parte de la economía a otra, también se transfieren los trabajos . La contabilidad de una sola columna de la Casa Blanca ignora la parte de la economía que financia todos estos empleos. No es sorprendente pues, que la tasa general de desempleo de la nación haya continuado creciendo.

Objeción #6: El gobierno debería subsidiar el consumo, que representa el 60% de la economía

Esto confunde la creación de ingresos con su aplicación. Todo ingreso se usa en algún lugar de la economía: la mayor parte como consumo privado, algo como inversión privada (por conversión de ahorros vía el sistema financiero) y algo por el gobierno (mediante impuestos o tomando prestado y restando de consumo e inversión privados). A corto plazo, la distribución del gasto no afecta al total gastado [18]. La única manera de incrementar inmediatamente el consumo es tomar el dinero o de la inversión o del gasto del gobierno.

Un consumo decreciente significa que: (A) o bien más ingresos se desvían a inversión o gasto gubernamental (que a corto plazo es de suma cero); o (B) se crean menos ingresos en total, lo que normalmente conduce a menos gasto en todas las categorías. En este último caso, la solución es crear los incentivos de productividad que produzcan más riqueza en ingresos para que la gente gaste en todas las categorías.

¿Qué políticas del gobierno afectan al crecimiento?

Aunque el gasto gubernamental simplemente desplaza el gasto privado en el corto plazo dólar a dólar, puede tener impacto a largo plazo sobre la productividad. De igual modo, la política fiscal puede afectar también a la productividad y el crecimiento.

El gasto gubernamental puede tener un impacto de largo plazo

Aunque no puede aumentar inmediatamente el crecimiento económico, el gasto gubernamental puede tener un impacto a largo plazo. El crecimiento resulta de producir más bien y servicios (no por redistribución de los ingresos existentes), y eso requiere de crecimiento de la productividad y de la oferta laboral. El crecimiento de productividad necesita una combinación de: (1)  una fuerza laboral más preparada y eficiente; (2)  más capital físico privado, como fábricas y herramientas; (3)  mayor uso de nuevas tecnologías; (4)  más infraestructura pública como carreteras y otros servicios públicos; y (5)  mercados que fijen los precios y el Estado de Derecho para hacer cumplir los contratos. El efecto del gobierno en el crecimiento económico está determinado por su efecto en la productividad y la oferta laboral.

El gasto del gobierno es necesario sólo en los excepcionales casos en que el sector privado no logra suminstrar esos factores de producción en las cantidades adecuadas. El gasto gubernamental en educación, infraestructura física, investigación y desarrollo, por ejemplo, puede incrementar las tasas de productividad a largo plazo. Pero sólo si el gobierno invierte más competentemente que las empresas, organizaciones sin ánimo de lucro y ciudadanos particulares lo harían si esos dólares de inversión se hubiesen quedado en el sector privado. Históricamente, los gobiernos muy pocas veces han superado el rendimiento del sector privado para generar aumentos de productividad. Por eso montañas de estudios académicos muestran que el gasto gubernamental normalmente reduce el crecimiento económico a largo plazo [19].

Incluso la mayoría de los programas que podrían aumentar la productividad se tomarían demasiado tiempo para ser considerados estímulo. El gasto en educación no afectará a la productividad hasta que el estudiante se haya graduado y entrara en la fuerza laboral (y no está claro que el gasto adicional mejore la productividad de todas formas). Nuevas carreteras, autopistas y puentes pueden tomar más de una década antes de que puedan transportar gente y bienes. Estas políticas no se deberían considerar estímulo a corto plazo.

El fuerte efecto de la política fiscal sobre el crecimiento económico

Los impuestos pueden afectar al crecimiento, aunque no por la razón que mucha gente cree. Muchos de los que defienden el recorte de los mismos cometen la misma falacia que los que defienden el gasto gubernamental cuando aseveran que los recortes animan el crecimiento económico al «poner dinero para gastar en los bolsillos de la gente». Como el gasto del gobierno, el dinero del recorte de impuestos no llueve del cielo. Proviene de la inversión reducida y de un déficit comercial más alto (si es financiado por déficits presupuestarios) o por gasto gubernamental (si se compensan con recortes de gastos).

Sin embargo, ciertos recortes de impuestos pueden añadir sustancialmente a la productividad. Como se ha dicho antes, el crecimiento económico necesita que las empresas produzcan cantidades crecientes de bienes y servicios, y eso necesita de inversión sistemática en los negocios y de una fuerza laboral creciente y productiva. Sin embargo, altas tasas marginales, que podemos definir como el impuesto sobre el siguiente dólar que hemos ganado, desincentivan el entrar en estas actividades. Reducir las tasas marginales de los impuestos sobre empresas y trabajadores incentiva a trabajar, ahorrar e invertir. Estos incentivos promueven más inversión empresarial, una fuerza laboral más productiva (debido al aumento de retorno después de impuestos de la educación del empleado) y más esfuerzo laboral, todo lo cual añade a la capacidad de la economía para el crecimiento a largo plazo.

Por tanto, no todos los recortes de impuestos son creados iguales. El impacto económico de un recorte de impuestos depende de cuánto cambia los comportamientos para animar a un mayor suministro de trabajo o a la productividad. Este estándar de productividad es el mismo que se aplicó al gasto del gobierno en la sección anterior.

Las devoluciones fiscales no consiguen aumentar el crecimiento porque no están asociadas con la productividad o el esfuerzo laboral. No se crean nuevos ingresos porque no se pide a nadie que trabaje, ahorre o invierta más para recibir la devolución. En ese sentido, las devoluciones que dan un cheque fiscal a todo americano son económicamente indistinguibles de los programas de gasto gubernamental. De hecho, el gobierno federal trata los cheques de las devoluciones como el «pago de un beneficio social a las personas» [20]. Representan otro pobre y poco convincente intento de crear de la nada nuevo poder de compra en vez de concentrarse en la productividad.

Las tres devoluciones de impuestos de 1975, 2001 y 2008 fracasaron a la hora de crear crecimiento económico. Por el contrario, las fuertes reducciones de tasas marginales impostitivas de los años 20, 60 y 80 fueron acompañadas de grandes aumentos de crecimiento económico [21]. Más recientemente, las reducciones de impuestos de 2003 revirtieron inmediatamente las pérdidas de empleo, la caída de la bolsa, el declive de la inversión empresarial y unas aletargadas tasas de crecimiento económico que siguieron a la recesión del año 2000 [22]. Estos rendimientos continuaron hasta que otros acontecimientos económicos nos trajeron la reciente recesión en diciembre de 2007 [23].

Conclusión

Todas las recesiones acaban terminándose. La economía de Estados Unidos ha mostrado tener suficiente capacidad de recuperación para superar incluso las más equivocadas políticas económicas del pasado. Y sin embargo sería falaz atribuir a paquetes de estímulo cualquier recuperación que inevitablemente ocurra en el futuro. De acuerdo con la teoría keynesiana, un déficit presupuestario de $1.4 billones debería haber sobrecalentado inmediatamente la economía. Según la Casa Blanca, el estímulo debería haber creado 3.3 millones de trabajos netos. En vez de eso, la economía siguió estando en recesión y se perdieron 3.5 millones más de empleos. Bajo cualquier estándar razonable, el estímulo ha fracasado.

Como ya dijo H. L. Mencken: «Los problemas complejos tienen respuestas simples, fáciles de entender y equivocadas». Se podía estar refiriendo perfectamente a la idea de que el Congreso puede fomentar el crecimiento económico simplemente «inyectando» dinero en la economía. El gasto gubernamental de estímulo no es una varita mágica que crea trabajos e ingresos. Los repetidos intentos fallidos tanto en América como fuera de ella han mostrado que los gobiernos no pueden salir de las recesiones gastando más. Centrarse en el crecimiento de la productividad construye una economía más fuerte en el largo plazo — y deja al país mejor preparado para gestionar futuras crisis económicas.

 

© Heritage.org (Versión en inglés) | © Libertad.org (Versión en español)

 

Referencias

[1]  Aunque la administración Obama pone el énfasis retóricamente en que “preservará o creará” 3.5 millones de trabajos, un informe de enero de 2009 de su equipo económico asumía la creación de 3.3 millones de nuevos empleos. El informe proyectaba que, hasta otoño de 2010, la economía sin cambios perdería 0.4 millones de empleos netos (de 134.3 a 133.9 millones), mientras que la economía tras el estímulo añadiría 3.3 millones netos (de 134.3 a 137.6 millones). Véase Christina Romer y Jared Bernstein, “The Job Impact of the American Recovery and Reinvestment Plan”, 9 de enero de 2009, p. 4, https://otrans.3cdn.net/ 45593e8ecbd339d074_l3m6bt1te.pdf (7 diciembre 2009). A pesar de promulgar el estímulo, el número de empleos cayó a 130.8 millones hasta octubre de 2009.

[2]  Para más detalles sobre el New Deal, véase William W. Beach y Ken McIntyre, “Get Over It: New Deal Didn’t Do the Job”,  Fundación Heritage, Comentario, 21 de enero de  2009, https://www.heritage.org/Press/Commentary/ed012109f.cfm. Sobre el fallido experimento del estímulo de Japón, véase Derek Scissors y J. D. Foster, “Two Lost Decades? Why Japan’s Economy Is Still Stumbling and How the U.S. Can Stay Upright“, Fundación Heritage, Webmemo nº. 2307, 23 de febrero de 2009, https://www.heritage.org/Research/AsiaandthePacific/wm2307.cfm, y Ronald D. Utt, “Learning from Japan: Infrastructure Spending Won’t Boost the Economy”,  Fundación Heritage, Trasfondo nº. 2222, 16 de diciembre de 2008, https://www.heritage.org/Research/Economy /bg2222.cfm.

[3]  Nota de prensa, “Remarks by the President on Job Creation and Economic Growth”, La Casa Blanca, 8 de diciembre de 2009, https://www.whitehouse.gov/ the-press-office/remarks-president-job-creation-and-economic-growth (18 diciembre 2009).

[4]  Mark Zandi, “The Economic Outlook and Stimulus Options”, Moody’s Economy.com, testimonio prestando en el Comité Presupuestario del Senado de EE UU, 19 de noviembre de 2008, Tabla 1, p. 10, https://www.economy.com/mark -zandi/documents/Senate_Budget_Committee_11_19_08.pdf (7 diciembre 2009).

[5]  La cifra de $200,000 millones es la cantidad que se gastará en 2009 de los $787,000 millones de la ley de estímulo.

[6]  Para tasas de crecimiento económico, véase la nota de prensa “Gross Domestic Product: Third Quarter 2009 (Advance Estimate)”, Departmento de Comercio, Oficina de Análisis Económico, 29 de octubre de 2009, table 1, https://www.bea.gov/newsreleases/national/gdp/2009/pdf/gdp3q09_adv.pdf (7  diciembre 2009).

[7]  La Reserva Federal podría financiar nuevo gasto imprimiendo más dinero. Imprimir dinero podría crear crecimiento económico temporal si la Reserva Federal convenciese a los partícipes del mercado de que respondería apropiadamente a cualquier incremento de la inflación. Los mercados financieros y las empresas responderían a esos dólares cayendo sobre las empresas como si esto representara nueva demanda de sus productos (en vez de inflación), induciéndolas a aumentar la producción. Sin embargo, en este caso se trata de política monetaria, no gasto deficitario, lo que está estimulando la economía, y tras algún tiempo la Reserva Federal tendría que retirar el exceso de dinero impreso si quisiera cumplir con su compromiso de prevenir un aumento de la inflación.

[8]  Probablemente la pérdida total de empleos será mayor porque la construcción de autopistas es relativamente intensiva en capital y los empleos se pagan con mayores sueldos, lo que llevará a menor número de trabajadores contratados.

[9]  Ronald D. Utt, “More Transportation Spending: False Promises of Prosperity and Job Creation”, Fundación Heritage Trasfondo nº. 2121, 2 de abril de 2008, https://www.heritage.org/Research/budget/bg2121.cfm.

[10]  “Employment Impacts of Highway Infrastructure Investment”, Departmento de Transporte, Administración Federal de Autopistas, 7 de abril de 2008. El informe ya no aparece en el sitio web del Departamento. Contactar con el autor para el PDF original.

[11]  Oficina de Contabilidad del Cobierno de EE UU, Ley de Emergencia de Empleo de 1983: Funds Spent Slowly, Few Jobs Created, GAO/HRD-87-1, diciembre de 1986, https://archive.gao.gov/f0102/132063.pdf (9  diciembre 2009).

[12]  John H. Cochrane, “Fiscal Stimulus, Fiscal Inflation, or Fiscal Fallacies?”, Escuela de Negocios Booth, Universidad de Chicago, 27 de febrero de 2009, https://faculty.chicagobooth.edu/john.cochrane/research/Papers/fiscal2.htm (21 diciembre 2009). Véase también J. D. Foster, “Keynesian Fiscal Stimulus Policies Stimulate Debt–Not the Economy”, Fundación Heritage, Trasfondo nº. 2302, 27 de julio de 2009, https://www.heritage.org/Research/Economy /bg2302.cfm.

[13]  Este trabajo tiene mucho en común con lo que se suele llamar la “Visión del Departamento del Tesoro” de la economía: el gasto gubernamental desplaza el gasto del sector privado dólar a dólar. Sin embargo, ya que este trabajo arguye que el gasto del gobierno puede afectar las tasas de productividad y, por tanto, el crecimiento económico a largo plazo, se podría describir mejor como una visión “blanda”.

[14]  Los bancos pueden comprar bonos del Tesoro en el mercado secundario. No necesitan que el gobierno haga emisiones de nueva deuda mediante una ley de estímulo. Además, si no hubiese deuda pública que comprar, los bancos podrían de seguro encontrar otras obligaciones seguras.

[15]  Por tanto, los mercados de crédito hacen sus compensaciones rápidamente. Los tipos de interés pueden fluctuar, pero los mercados financieros no acaparan el dinero. Incluso el último recurso de los bonos del Tesoro mantienen los dólares en circulación.

[16]  El líquido que se retira a reservas bancarias y las transacciones básicas empresa/hogar pueden no circular tan rápidamente por la economía. Sin embargo, esto es un porcentaje pequeño y relativamente fijo de dinero.

[17]  Bill McMorris, $6.4 Billion Stimulus Goes to Phantom Districts”, Franklin Center for Government and Public Integrity, 17 de noviembre de 2009, https://www.franklincenterhq.org/2009/11/17/6-4-billion-stimulus-goes-to -phantom-districts/ (9 diciembre 2009), y Michael Cooper y Ron Nixon, “Reports Show Conflicting Number of Jobs Attributed to Stimulus Money”, The New York Times, 5 de noviembre de 2009, https://www.nytimes.com/2009/11 /05/us/05stimulus.html (9 diciembre 2009).

[18]  En el corto plazo, cada dólar gastado en consumo, inversión o gobierno aumenta el PIB por ese mismo dólar. En el largo plazo, sin embargo, un dólar gastado en inversión probablemente aumentará la productividad del trabajo y ayudará a la economía a crear más ingresos y riqueza en el futuro. Los gobiernos, redirigiendo el gasto en la economía bien hacia la inversión o fuera de ella (y afectando la calidad de esas inversiones), pueden afectar las tasas de productividad y el crecimiento económico en el largo plazo.

[19]  Docenas de estos estudios se resumen en Daniel J. Mitchell, “The Impact of Government Spending on Economic Growth”, Fundación Heritage, Trasfondo nº. 1831, 15 de marzo de 2005, https://www.heritage.org/Research /Budget/bg1831.cfm.

[20]  “Frequently Asked Questions”, Oficina de Análisis Económico, Departamento de Comercio de EE UU, https://faq.bea.gov/cgi-bin/bea.cfg/ php/enduser/std_adp.php?p_faqid=490 (9 diciembre 2009).

[21]  Daniel J. Mitchell, “Lowering Marginal Tax Rates: The Key to Pro-Growth Tax Relief“, Fundación Heritage, Trasfondo nº. 1443, 22 de mayo de 2001, https://www.heritage.org/Research/Taxes/bg1443.cfm.

[22]  Para más información sobre los recortes de impuestos de Bush, véase Brian M. Riedl, “Ten Myths About the Bush Tax Cuts”, Fundación Heritage, Trasfondo nº. 2001, 29 de enero de 2007, https://www.heritage.org/Research/Taxes/bg2001.cfm.

[23]  Para causas de la actual recesión, véase J. D. Foster, “Understanding the Great Global Contagion and Recession”, Fundación Heritage, Trasfondo nº. 2331, 22 de octubre de 2009, https://www.heritage.org/Research/ Economy/bg2331.cfm.

 

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