Trump y los medios de comunicación

Uno de los aspectos dentro del pasado ciclo electoral y que debería ser de interés técnico para cualquier estudiante o académico en el área de la comunicación y el periodismo es la cobertura mediática del presidente Donald Trump. Es una relación que en muchos casos sigue siendo tóxica, hostil, combativa y un aspecto muy destacado durante y después de la campaña electoral. En la cobertura mediática distingo un ciclo con tres claras fases que paso a cubrir a grandes rasgos.

Fase I: Ridiculización

La primera fase fue la ridiculización desde que Trump anunciase al pueblo americano y al mundo su candidatura a la nominación del Partido Republicano por la presidencia. La mayor parte de los medios reaccionó ridiculizando su entrada a la contienda y la subsiguiente campaña. Muchos medios consideraron su candidatura como un mal chiste que acabaría debido a alguna controversia o en el proceso de filtración en las primarias. Quizá uno de los mejores ejemplos ilustrando esta ridiculización fue la decisión del Huffington Post de abiertamente negarse a cubrir la campaña de Trump en la sección de política y relegarla a la sección de entretenimiento. Fue una narrativa hostil a la que muchos se prestaron, incluyendo los otros contrincantes de Trump a la candidatura. Sólo se lo comenzaron a tomar en serio cuando Trump poco a poco se fue convirtiendo en el candidato de mayor preferencia dentro del electorado republicano.

La actuación de una prensa supuestamente seria y objetiva, cuyo sencillo trabajo es informar y no decirnos qué debemos escoger, fue más allá de lo profesional con primeras planas patéticas, opinión disfrazada de noticia, y artículos vergonzamente partidistas. Su campaña de ridiculización vista retrospectivamente demuestra lo alejada que la prensa está del ciudadano común y corriente. Tan convencidos estaban los medios en su creencia de que la candidatura y nominación de Trump aseguraban la victoria del Partido Demócrata y la destrucción del Partido Republicano como fuerza política y electoral en campañas presidenciales que hasta ahora no salen de su estupor por la victoria del ridiculizado candidato.

Fase II: Negación

La segunda fase fue de negación en donde la prensa, que es de clara mayoría izquierdista, se deshizo impúdicamente de su retórica de supuesta imparcialidad y se lanzó abiertamente a apoyar a la candidata demócrata Hillary Clinton. Después de meses de ridiculizar a Trump, su campaña y apoyo electoral, los medios entraban en negación de cómo, según ellos, un partido iba a nominar a Trump.

Durante los meses siguientes antes de alcanzar la nominación, los medios se negaron a considerar la posibilidad de que Trump ganara. Si alguien siquiera consideraba esa posibilidad, los medios se le abalanzaban a la yugular. Trump ganó la nominación de su partido a pesar de toda la especulación periodística de meses sobre que no alcanzaría a tener los votos suficientes para ello. Y cuando la ganó, atacaron a todo aquel que, como Mark Halperin y Nate Silver, dijeran que Trump podría tener una vía para llegar a la Casa Blanca. La prensa incluso no podía aceptar que Trump estuviera empatado con Hillary Clinton en muchas encuestas en estados cruciales. El último mes de campaña fue brutal y los medios rompieron cualquier noción de imparcialidad que les quedara. Su campaña a favor de Clinton fue directa y buscaba hacerle daño a la campaña de Trump. Hoy sabemos que no funcionó, pero eso no quita que sucediera.

Pero la invencible Clinton fue vencida. Aquel inefable 8 de noviembre cuando la noche nos iba trayendo los resultados de las elecciones y estado tras estado iba cayendo en la columna de Trump, las caras de incredulidad de los periodistas en televisión eran todo un poema. Eran la cara de la negación enfrentada con la realidad. Quizá el mejor ejemplo de este caso fue ver la reacción de Rachel Maddow, indicándole a la audiencia que lo que estaban viviendo no era una una pesadilla, sino una terrible realidad para el país. Qué paradoja cuando era ese mismo país el que había votado por Trump. La prensa no podía comprender porque tantos electores votaron por Trump – ese mismo Trump que los medios habían tachado de racista, homófobo, Nazi, fascista, etc. durante 18 largos meses, día tras día, sin cuartel. También buscaban explicación sobre cómo era posible que Trump tuviera mejores números entre las mujeres o las minorías que el propio Mitt Romney.

Fase III: Histeria

«El fin del mundo» según el semanario alemán Der Spiegel

La tercera fase está definida por la histeria. Desde los días subsiguientes a las elecciones y el inicio de la transición, la prensa ha estado en un permanente estado de histeria, Su narrativa es que la elección de Trump significa el fin de la república, el comienzo del fascismo y el colapso total de los mercados. Según los medios, cada paso de Trump, cada declaración del presidente, marca el camino del apocalipsis. Y esto no se circumscribe sólo a los medios americanos. La prensa internacional es aún peor porque se retroalimenta de lo que dice la prensa americana y a ello le añaden su ignorancia o sus prejuicios.

No hablaré de la violencia que este tipo de narrativa suele desencadenar o de la exagerada cobertura de esa violencia, pero sí habría que mencionar la apocalíptica sensación que rezuma en la información periodística sobre todo lo que rodea a Trump. Por lo general, los presidentes recién elegidos suelen tener un período de “luna de miel” de unos 7 meses. A este presidente no le han dado ni 7 segundos. Basta con ver la histérica cobertura de la orden ejecutiva sobre inmigración. La desinformación ha sido tan intensa que francamente creo que el daño es irreparable.

Los medios han fomentado esta histeria en vez de un debate serio sobre las propuestas de política pública. Ante ello, el progrerío ha visto el cielo abierto y se ha lanzado a la guerra total. Esto no puede ser positivo para el país. En política exterior, ya podemos palpar el resultado de semejante desinformación, especialmente en Europa, donde Trump hoy es el demonio, como mínimo, Hitler. Como tal, entonces, “merece” que se discuta abiertamente la posibilidad de su asesinato, como indica la reciente portada y análisis de la revista irlandesa Village. Qué bajo hemos caído. No es siquiera cristiano hablar en esos términos, pero la prensa anda en modo histérico y toda razón parece escapar su sentido de lo apropiado.

Conclusión

Aunque no pierdo la esperanza de que resurja un periodismo de excelencia cubriendo la era Trump, será difícil porque, ideológicamente, Trump y los medios son como el agua y el aceite. Después de su triunfo electoral, los medios han promovido un movimiento de deslegitimación en su información porque el presidente Trump no ganó el voto popular – una diferencia de votos que se centra sólo en partes de California, Nueva York y el condado de Cook, Illinois, al que pertenece la ciudad de Chicago. Pero se olvidan de este mapa de los condados de Estados Unidos, que explica mejor la magnitud de la victoria: Trump (en rojo) ganó en 2,622 condados de todo el país mientras que Clinton (en azul) sólo ganó en 490.

Mapa de los condados ganados en las elecciones presidenciales 2016 en Estados Unidos. Donald J. Trump (en rojo), Hillary Clinton (en azul).

No se había visto un antagonismo tan virulento y hostil contra un presidente desde los días de Richard Nixon. La ventaja de Trump es la nueva tecnología que le permite al presidente comunicarse directamente con el público. Será un arma vital para los próximos años de su presidencia porque los medios están en una guerra sin cuartel contra su administración, convencidos de que, contra Trump, todo vale.

 

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