Desde siempre se han oído voces a favor del voto popular, especialmente la de los perdedores después de una contienda electoral. Con el espíritu de los tiempos supuestamente en contra del Colegio Electoral, ¿por qué conservar el diseño constitucional de los Padres Fundadores de Estados Unidos?
El Colegio Electoral preserva el federalismo, motiva a los candidatos a formar coaliciones nacionales y otorga resultados electorales definitivos. Requiere que un candidato presidencial gane elecciones simultáneas a lo largo y ancho de los 50 estados y el Distrito de Columbia.
He aquí como funciona el Colegio Electoral:
Cada estado tiene un número de votos electorales igual al número de representantes por el estado más el número de senadores. (Debido a la Enmienda XXIII, el Distrito de Columbia tiene el mismo número de votos electorales que el del estado menos poblado – actualmente tres votos). Todos los estados, excepto Maine y Nebraska, tiene un sistema en el que todos los votos van al vencedor, en otras palabras, el candidato presidencial que gane en el estado recibe todos los votos electorales de ese estado. Para ser elegido presidente, un candidato debe obtener la mayoría de los votos electorales de los estados (actualmente requiere 270 votos electorales).
Como Tara Ross explica en The Electoral College: Enlightened Democracy (El Colegio Electoral: Democracia ilustrada), el sistema de selección asegura que los presidentes formen coaliciones a nivel nacional y que demuestren que serán buenos representantes de una nación diversa compuesta por pequeños y grandes estados soberanos. Los candidatos que se concentran demasiado en un puñado de estados, regiones o centros metropolitanos de población no tendrán éxito en el Colegio Electoral.
El Colegio Electoral magnifica el margen de victoria de los candidatos presidenciales y, por tanto, confiere un sentido de legitimidad al nuevo presidente. En 1992, Bill Clinton, no obtuvo la mayoría del voto popular (solamente consiguió el 43%), pero recibió un 70% de los votos electorales. La mayoría de las elecciones no se han ganado por un estrecho margen en el Colegio Electoral, incluso cuando ése sí ha sido el caso con el voto popular. Por ejemplo, en 1960, John F. Kennedy ganó solamente con el 49.7% del voto popular, frente al 49.5% de Nixon. Sin embargo, Kennedy ganó el 56.4% de los votos electorales, frente al 40.8% de Nixon. La magnificación del voto electoral puede servir para que el país consolide su apoyo al nuevo presidente al conferirle un aura de legitimidad. Eso es bueno para la unidad nacional.
El Colegio Electoral le viene bien a nuestra república federal, recompensa a los candidatos que forman coaliciones nacionales y otorga un mandato para gobernar. El Colegio Electoral asegura que el presidente represente a los americanos de cada estado de la nación, sean de Texas, Iowa, Nueva York, Virginia…. ¿Qué más se puede pedir?
© Heritage.org (versión en inglés) – © Libertad.org (versión en español)