Abril es un mes especial para la derecha chilena, ya que cada día primero de este mes conmemora un nuevo aniversario del asesinato del senador de la República, Jaime J. Guzmán Errázuriz, fundador de los partidos políticos Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente. Estos dos partidos son en la actualidad los de mayor representación parlamentaria en el país.
Pero la importancia de Guzmán no sólo tiene que ver con su rol de articulador político de la actual derecha chilena, sino que también con haber sido la persona que la rescató de su orfandad intelectual. El ideario y pensamiento guzmaniano logró permear en los hombres públicos, llegando a tener un impacto sólo asemejable al de la labor de la difusión de las ideas liberales clásicas preconizadas por Jean Gustave Courcelle-Seneuil durante parte del siglo XX en Chile.
Dado lo anterior es que no pocos miembros de la derecha hayan cuestionado duramente parte del programa de gobierno del entonces candidato Sebastián Piñera, debido a que éste no daba testimonio de lo que el sector viene promoviendo desde la década de 1980. No obstante, a poco de asumir Piñera la presidencia, varias han sido las sorpresas, mostrándose muchos de sus miembros como férreos defensores de los valores y principios de una sociedad libre, llegando incluso a ser considerados como personas de alta incontinencia verbal, en atención a sus declaraciones.
Es este escenario se ha sabido destacar el ministro de Educación Gerardo Varela Alfonso, quien tiene como misión implementar las reformas del sector que heredó del anterior gobierno de la socialista Michelle Bachelet. Antes de asumir su encargo, el ministro públicamente señaló que honraría el juramento de defender y hacer cumplir las leyes y la constitución. Sin embargo, también ha indicado que cuando uno pasa del mundo privado a la política, aquello no significa olvidarse de todo lo que se sabe. Así ha señalado que: “Hay bienes libres y bienes económicos. Esto (la educación) es un bien económico, de hecho, cuesta 18,500 millones de dólares a los 17 millones de chilenos. Tiene un costo y el financiamiento gratuito lo pagan 17 millones de chilenos que no están yendo a clases y están pagando por un millón que va a clases. Eso lo hace un bien económico”, agregando que: “(…) no es buena idea que el Estado ahogue la actividad privada buscando competirle, sino que es deseable que complemente su actividad, buscando el bien de los estudiantes y debido uso de los recursos públicos que, recordemos, son propiedad de todos y cada uno de los chilenos”.
Las palabras del ministro Varela no sólo son tranquilizadoras, sino que también constituyen un ejemplo de integridad doctrinaria. Al parecer, al igual que Guzmán —que fue asesinado por no temer expresar sus ideas— el ministro está convencido de que en política se debe tener la valentía suficiente para izar las banderas propias, incluso ante la eventual derrota o los desencantos que significa ir contra la corriente.
Nos decía el asesinado senador Guzmán que: “Hay dos grandes modos de abordar la acción pública. Una, la predilecta para la inmensa mayoría, busca halagar a la masa, identificándose con las consignas dominantes y cediendo demagógicamente a sus pasiones y caprichos. La otra, mucho más difícil, intenta guiar al pueblo, librando con valentía moral y de cara ante él, un combate rectificador frente a las consignas falsas, vacías o torcidas”.
Durante los días que lleva ejerciendo su cargo como ministro de Educación, Gerardo Varela ha dejado claro cuál es su visión de la política y el rol que desea tener en ella. Para él, empinarse en todas las olas y dejarse llevar por los vientos que agitan la política, claramente no es una opción.