México y la historia de sus presidenciales

El Partido Revolucionario Institucional mexicano (fundado en 1929 como Partido Nacional Revolucionario) ha sobrevivido a otros partidos que nacieron con el objetivo de controlar sus sociedades, como el Partido Comunista de la Unión Soviética, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, el Partido Comunista Rumano, o el Partido Socialista Unificado de Alemania. Pero los terremotos políticos que se están sucediendo en Europa y América desde la caída del Muro en Europa y la crisis de 2008 por fin le están afectando, al igual que al entero sistema de partidos mexicanos.

En 2000, por primera vez en más de 70 años, un candidato de un partido de la oposición ganó unas elecciones presidenciales. Después de dos presidentes del Partido de Acción Nacional (centro-derecha), Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), el PRI recuperó la Silla con Enrique Peña Nieto, cuyo mandato concluye ahora. Este sexenio puede representar el canto del cisne del PRI como partido-eje de la política mexicana.

Un técnico apolítico

En las elecciones del 1 de julio, el PRI no presenta candidato propio. El todavía presidente impuso una reforma de los estatutos del partido para permitir la presentación de un candidato sin militancia. Peña Nieto, que controla el PRI, recuperó el dedazo, el método por el que el presidente elige a su sucesor. El beneficiado fue José Antonio Meade Kuribreña, que fue ministro suyo y antes de Calderón. El PRI aceptó dócilmente la decisión y no se celebraron primarias.

Desde el principio de su campaña, Meade, aunque recurre a la maquinaria del PRI, ha eliminado el símbolo oficial del partido que le postula, debido a la pésima opinión de los mexicanos sobre Peña Nieto, que es el presidente más desprestigiado desde Ernesto Zedillo (1994-2000). Todas las encuestas sitúan a Meade como tercer candidato.

El PAN presenta al joven Ricardo Anaya Cortés, que también recibe el respaldo del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fundado en 1989 por descontentos del PRI y con una ideología que pretende recuperar los elementos más izquierdistas del espíritu de la revolución. Por primera vez, este partido no presenta candidato propio.

El probable presidente es Andrés Manuel López Obrador, un político profesional que comenzó en el PRI con poco más de veinte años. Ejerció de presidente del PRD entre 1996 y 1999, y luego fue candidato a la presidencia federal en las elecciones de 2000 y 2006 por el PRD. Vuelve a presentarse con un partido propio, Morena.

Y como último signo del desplome del sistema de partidos mexicano, está la candidatura de Margarita Zavala, esposa de Calderón y por tanto primera dama del país entre 2006 y 2012. Como la cúpula y la militancia panista rechazaron presentarla como candidata, Zavala acudió como independiente, aunque a mediados de junio se retiró.

El paisaje político mexicano se puede resumir así: alianza entre la derecha capitalista (PAN) y la izquierda estatalista (PRD); el PRI respaldando a un candidato que no tiene su carné; la cónyuge de un ex presidente como distracción o pataleta; y el probable vencedor, un candidato con un partido a su medida.

Presidentes por turnos

Como prueban su historia desde la independencia, la guerra cristera, la matanza de Tlatelolco y los 250.000 muertos en doce años de guerra contra el narco, México es un país violento. Los méritos del PRI han consistido en pacificarlo y en establecer un sistema político que ha sido capaz de crear una estabilidad y de evolucionar.

Después del derrocamiento del general Porfirio Díaz en 1911, se abrió en México una etapa de revoluciones, cuartelazos y represiones que hicieron retroceder el país en varias décadas. La ‘familia revolucionaria’ no sólo gobernaba contra conservadores y católicos, sino que sus miembros tendían a matarse entre ellos, como los césares de la dinastía Julio-Claudia. Para terminar con estas purgas cada vez que había elecciones presidenciales, Plutarco Elías Calles fundó el PNR, luego llamado PRI.

El método del PRI residió en sustituir al presidente eterno por el partido eterno. Los distintos bandos de la familia revolucionaria aceptaban sucederse pacíficamente en la presidencia. El presidente permanecía seis años en el poder, repartía prebendas, designaba sucesor y se retiraba a gozar de su fortuna. La impunidad exigía el silencio, cuando el nuevo presidente le atribuyese los desastres que encontrase al comienzo de su gestión.

Así han convivido en el PRI grupos de extrema izquierda con empresarios que recibían contratos del Estado, admiradores del Gobierno republicano español con informadores de la CIA, maestros semianalfabetos con graduados de Harvard, masones con sindicalistas…

La tramoya empezó a desmoronarse cuando en las elecciones de 1976 sólo hubo un candidato, José López Portillo. A partir de 1977, el régimen introdujo reformas políticas para aumentar el pluralismo.

El pucherazo de 1988

El descontento con la corrupción, el terremoto del DF y la crisis económica (caída de los precios del petróleo, ineficacia del sector público e inflación) condujeron en 1988 a unas elecciones muy disputadas, en las que el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, tuvo enfrente a otro surgido del partido, Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del mítico presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), que nacionalizó el petróleo.

Con grandes denuncias de fraude, por parte de Cárdenas y del candidato del PAN, Manuel Clouthier (un derechista que no vaciló en echarse a la calle), ganó Salinas. Posteriormente, tanto el presidente en ejercicio, Miguel de la Madrid, como su ministro de Interior, Manuel Bartlett, reconocieron el pucherazo.

Al año siguiente, el PRI perdió por primera vez en 60 años la gobernación de un estado, el de Baja California Sur. 1994 fue agónico para el partido: entró en vigor el tratado de libre comercio con EEUU y Canadá, surgió la guerrilla zapatista (impulsada por sectores priistas descontentos) y su candidato, Luis Donaldo Colosio, murió asesinado.

El nuevo candidato, Ernesto Zedillo, venció, esta vez con indicios de fraude aceptables para los criterios mexicanos y no escandalosos, pero nada más tomar posesión se enfrentó al ‘efecto tequila’. Su mandato marcó el declive del PRI. En las elecciones parlamentarias de 1997, el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

A fin de renovar el partido, Zedillo renunció al dedazo, y los militantes y simpatizantes escogieron al candidato en unas primarias. El elegido, con diez millones de votos, fue (vaya casualidad) el apadrinado por Zedillo: Francisco Labastida. Además, el PAN y el Partido de la Reforma Democrática, que habían colaborado en el Parlamento y varios estados, no se pusieron de acuerdo en presentar un candidato único.

Sin embargo, Labastida carga con la humillación de ser el primer candidato presidencial del PRI en perder unas elecciones. A esos diez millones de votos sólo añadió tres y medio más durante la campaña. Vicente Fox, que había obtenido el puesto de gobernador de Guanajuato en 1995, le superó, con 16 millones.

A falta de los resultados del 1 de julio, el PRI es el partido que gobierna más estados (14 de 32), y el que tiene las mayores bancadas de diputados y senadores. Su truco para estas elecciones ha sido un candidato sin militancia. ¿Cuál será el siguiente?, porque el PRI no va a desaparecer, a diferencia del PCUS.

 

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