Leí en una ocasión a Alfonso Armada en el diario español ABC, lamentándose de esta manera: «Los ingresos de las 500 personas más ricas del mundo son superiores a los ingresos de 416 millones de pobres»; y eso que «hay recursos para todos», añadió. Y leí también un editorial de El País sobre Kosovo, que decía:
El nuevo Estado, del tamaño de Asturias y con la mayor tasa de nacimientos de Europa, no podrá valerse por sí mismo durante años. El paro supera el 50% y sus únicos recursos son los minerales.
La desigualdad entre las 500 personas más ricas y el resto era «denunciada» entonces por Oxfam, en un informe sobre el que se basaba ABC. Ahora, con las mismas debilidades técnicas de entonces, ya rizan el rizo y aseguran que solo ocho personas tienen tanta riqueza como la mitad de la población mundial.
Es evidente que tamaños dislates sólo pueden derivarse de errores y distorsiones en el cálculo, pero no es ahora mi objetivo despejarlos. Sí me interesa subrayar que la desigualdad económica puede ser menor que la desigualdad en otros aspectos. Digamos, Ronaldo o Messi no son tan desiguales con respecto a la población mundial en términos de dinero como en términos de talento futbolístico.
Presentar la desigualdad económica como si fuera un mal absoluto que el poder debe corregir (subiendo los impuestos, claro) es algo que, en realidad, no tiene justificación, salvo que la desigualdad económica sea producto del robo, la estafa o el privilegio político. Y mucho menos la tiene con el argumento de que «hay recursos para todos», con lo cual el señor Armada está cuestionando la propiedad privada, que es precisamente la institución que multiplica los recursos. Digamos, el hambre en Corea del Norte no se debe a que los recursos estén mal repartidos por la naturaleza o el mercado, sino al comunismo, que, efectivamente, aniquila la propiedad privada porque cree que los recursos son de todos. Millones de personas han muerto de hambre en el último siglo con esta idea anticapitalista.
El diario El País también yerra a propósito de los recursos, pero en un sentido diferente, por no ver dónde están: al mismo tiempo que asegura que los únicos recursos de Kosovo son los minerales, informa de que el país tiene la mayor tasa de natalidad de Europa: está claro que el editorialista comparte la venerable falacia maltusiana según la cual los seres humanos son meros depredadores de recursos, en vez de ser, como son, sus principales creadores.
Asimismo, si hay un paro del 50%, eso no puede deberse a la naturaleza o al mercado, sino a la intervención del Estado en la economía, como bien sabemos en España. Pero nótese que la preocupación del editorialista no era cómo iba la gente a valerse por sí misma, sino cómo lo iba a hacer el Estado, que suele ser precisamente el causante de los problemas de la gente, y quien en realidad depreda los recursos de ésta.