Esta vez sucedió en Manchester.
Al escribir este artículo, las víctimas mortales son 22 y hay más de 50 heridos después del ataque suicida contra un concierto de Ariana Grande en el estadio Manchester Arena.
El Estado Islámico (EI) se ha atribuido el atentado que ejecutó Salman Abedi, de 22 años.
El baño de sangre en Manchester llega poco después del ataque vehicular y a cuchillo en Westminster, Londres, en marzo, que mató a cinco y lesionó a decenas de personas y cuatro años después de que dos radicalizados nigerianos británicos apuñalaran a un soldado británico hasta la muerte en las calles de Londres.
Manchester no es ajena al terrorismo islamista. Doce individuos condenados por delitos relacionados con el islamismo vivían allí. Jamal Harith, un terrorista de Manchester, previamente detenido en Guantánamo, cometió recientemente un ataque suicida en Irak.
De hecho, uno de los complots más importantes y atroces de al-Qaeda en Europa durante la última década tenía a Manchester como objetivo: Un carro bomba contra un centro comercial en Manchester, con suicidas dispuestos a detonar sus dispositivos cuando los civiles trataran de escapar de la carnicería.
La célula fue arrestada en abril de 2009 y los archivos descubiertos en el complejo de Osama bin Laden en Abotabad, Pakistán, lo vinculaban directamente a esa célula.
La elección del lugar tampoco sorprende mucho. A los islamistas les gusta ir tras lo que se conoce como objetivos suaves.
En 2004, la policía arrestó a una célula entrenada por al-Qaeda que había planeado un ataque contra el club nocturno Ministry of Sound en Londres: Cinco hombres fueron encarcelados a cadena perpetua. A uno de los implicados en la trama se le grabó en secreto diciendo: «Nadie podrá decir: ‘Oh, eran inocentes, toda esta escoria bailando aquí'», lo cual nos da una idea de cómo justifican sus actos estos terroristas.
En 2007, la discoteca Tiger Tiger en el centro de Londres fue atacada por al-Qaeda en Irak, el grupo precursor del Estado Islámico (EI), con carros bomba que, afortunadamente, no detonaron.
Años más tarde, en 2015, la sala Bataclan en París fue atacada por una célula del EI en ataques coordinados, que mataron a 130 personas. El verano pasado, Omar Mateen asesinó a 49 personas en la discoteca Pulse en Orlando, Florida. Mateen había jurado lealtad a Abu Bakr al-Bagdadi, el emir del Estado Islámico. Y en Alemania, un atacante suicida que había entrado al país como refugiado de Siria llevó a cabo su atentado cerca de un festival de música en Ansbach, hiriendo a 15. Él también había jurado lealtad a al-Bagdadi.
Ahora el Reino Unido deberá responder a este último ultraje. Habrá que hacer preguntas prácticas acerca de cómo ocurrió este atentado.
¿Cómo fue capaz Abedi de adquirir el conocimiento para construir esta bomba? ¿Había viajado al extranjero para recibir esa capacitación? ¿Era parte de una red más amplia y, en caso afirmativo, qué tan grande es? ¿Son inminentes otros ataques?
Al igual que Khalid Masood, el terrorista de Westminster, Abedi estaba en el radar de los servicios de inteligencia pero se le consideraba un caso de bajo riesgo.
Los servicios de inteligencia británicos son de primera, pero no hay agencia que esté libre de errores, y tanto en el ataque de Westminster como en el de Manchester, dos personas que estaban bajo el radar policial han podido no obstante llevar a cabo sus ataques. El MI5 analizará de todas formas qué salió mal. Pero aunque se sepa qué pasó, no hay forma de escapar a la realidad: El amenazador panorama del Reino Unido es muy preocupante y lo seguirá siendo en el futuro inmediato.
Actualmente las agencias de inteligencia están evaluando el riesgo global de que un ataque sea «grave», lo que significa que otro ataque es «muy probable».
Parte de la razón detrás de esta forma de pensar es que aproximadamente 850 británicos han viajado a Siria para pelear en ese conflicto. Muchos se han unido al Estado Islámico y están regresando con entrenamiento y experiencia de combate. El Reino Unido seguirá bajo amenaza.
La barbarie de este ataque, contra un concierto con un público mayoritariamente constituido por jovencitas y niños, no tiene nombre. Sin embargo, ésta es la naturaleza del enemigo ideológico al que nos enfrentamos: No hay límite para el tipo de matanza que quiere desencadenar.
Hasta que el flagelo de la ideología islamista se erradique, las horrendas imágenes que hemos visto en las últimas horas aparecerán ante nuestros ojos una y otra vez.
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