Resulta sorprendente el modo en que el ‘verdadero’ socialismo se muestra, cada vez que ha intentado implementarse.
En el libro ‘Rebelión en la Granja‘, de George Orwell -en esencia, se trata de la historia de la Revolución Bolchevique en Rusia, aunque relatada con animales por protagonistas-, un momento notable describe cómo los animales, que padecen el sistema comunista por ellos mismos creado, se percatan con horror de que todo está funcionando mal. Al tomar parte de una cena junto a los humanos, los líderes de los animales (los cerdos) -que prometieron a sus pares una vida en plenitud y perfecta igualdad- terminan convirtiéndose en tiranos. Precisamente, como los tiranos a quienes los animales creían haber derrocado.
‘Las criaturas, por fuera, se veían como hombres y cerdos (…) y ya era imposible distinguir quién era quién‘, escribió Orwell. En rigor, se asiste a un relato perfecto que versa sobre el poder y la corrupción -esto es, la escenificación del comunismo. Todos los animales eran iguales, pero algunos, en apariencia, eran más iguales que otros.
Y de eso se trata la situación en Venezuela, donde el régimen socialista que alguna vez elogiara el matutino estadounidense The New York Times por su carácter exitoso y sostenible, se halla hoy a la vera del colapso, mientras que sus líderes cenan en carísimos restaurantes. Recientemente, salió a la luz un video en donde el presidente venezolano Nicolás Maduro, quien otrora fuera democráticamente elegido pero que ahora ha decidido aferrarse al poder a través de la fuerza bruta y elecciones fraudulentas, cena en uno de los restaurantes más caros del globo. En el material, el chef convertido en celebridad, Nusret Gokce (conocido por su nombre de fantasía Salt Bae) prepara carne para Maduro y su esposa, en el renombrado restaurante de carnes turco Nusr-Et.
Como muchos han señalado, lo que deviene en más perturbador es que, en el país de Maduro -alguna vez uno de los más prósperos de América del Sur-, el ciudadano venezolano promedio muere de hambre, en medio de la más abyecta pobreza. Una encuesta dada a conocer este pasado lunes halló que el 84.3% de los venezolanos desean contar con asistencia internacional para paliar su problema de escasez de alimentos. El matutino estadounidense Miami Herald compartió otras interesantes cifras que han conducido a los venezolanos a la más cruda desesperación. Al ser consultados por sus hábitos alimenticios semanales, el 30.5% de los encuestados declaró comer una vez al día, mientras que el 28.5% informó que ‘come nada o prácticamente nada’, al menos una vez por semana. En total, el 78.6% confesó tener problemas para alimentarse a sí mismos’, citó el periódico americano.
A pesar de que Venezuela está sentada sobre una de las reservas petroleras más importantes del planeta, su economía padece una catástrofe sin paralelo. Un reciente estudio corroboró que es probable que el índice de inflación alcance el millón por ciento hacia fin de año, conforme los alimentos básicos son ya prácticamente imposibles de ser hallados por la ciudadanía; consecuencia de la escasez o de los elevados precios.
Ante cada crisis, el régimen de Maduro se vuelca a medidas estatales de corte dirigista, que depositan a Venezuela en un escenario aún peor. Para contarrestar, por ejemplo, el desborde inflacionario por él mismo generado, Maduro elevó los salarios mínimos en un tres mil por ciento. ¿El resultado? Los trabajadores comenzaron a ser despedidos en masa, y los negocios en toda la nación han sido, casi en su totalidad, forzados a cerrar. De acuerdo al Miami Herald, el 40% de las tiendas en Venezuela han bajado sus persianas—acaso de forma permanente.
Así, pues, la devastación venezolana se presenta como el ejemplo más reciente que advierte ruidosamente sobre las consecuencias de las políticas socialistas y comunistas. Aún cuando la ideología referida promete igualdad, justicia y final para los padecimientos, a la postre, el socialismo conduce a la tiranía, la explotación y a una corrupción que carece del menor freno inhibitorio. Corroe el alma de un país. Y debería consignar una advertencia incluso para los Estados Unidos de América.
Los ciudadanos de Estados Unidos, particularmente el segmento de los denominados millennials, suelen afirmar que se abrazan al ‘socialismo‘, por encima del capitalismo. Mientras que políticos estadounidenses como el Senador Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez prometen alcanzar la luna a sus votantes, solo interponiendo impuestos para los ricos y acercando a los Estados Unidos al ‘socialismo democrático’, en la práctica, los resultados están a la vista.
Acaso infortunadamente, cuando el grueso de las personas en Estados Unidos afirman que admiran al socialismo, en realidad están diciendo que pretenden una versión más agresiva de progresismo, conforme David Azerrad -director del Centro B. Kenneth Simon sobre Principios y Política en el think tank The Heritage Foundation- explicara en una entrevista concedida al programa de Tucker Carlson en la cadena Fox News. Desde luego, esos mismos estadounidenses quizás deban repensar lo que dicen cuando se percaten de los costos, que caerán con fuera sobre ellos mismos por cuanto nunca podrán ser enfrentados exclusivamente por los ricos.
Los ciudadanos en Estados Unidos han sido bendecidos por el hecho de vivir en un país que, en general, cuenta con una economía libre y un sólido Estado de Derecho, gracias a una cultura en la que esos valores son virtudes, y gracias a una Constitución que limita severamente el radio de acción del gobierno. Así como la corrupción y la privación resultan de obsequiarle elevadas cuotas de poder al gobierno -resultado de ignorar la advertencia del ex presidente James Madison, en el ensayo número 51 de El Federalista.
Si los hombres fueran ángeles, entonces no precisaríamos de un gobierno, escribió Madison. Pero, dado que el hombre es falible -estando más cerca de ser una bestia que de ser un ángel-, ‘primero hemos de lograr que el gobierno ejercite control sobre los gobernados‘. Luego, escribiría, ‘hemos, inmediatamente, de obligarlo a controlarse a sí mismo’.
La vida en Venezuela, nación en donde las personas mueren de hambre y donde un liderato con comportamiento predatorio -que jamás querrán autorregularse- se satura de comida, es lo que el ‘verdadero’ socialismo promete en realidad.
Quizás debamos tomar nota de esta advertencia, y desterrar definitivamente las nociones caprichosas que tratan de engañar al público on el supuesto potencial del modelo socialista.