Si por los burócratas fuera, los tentáculos del Estado llegarían a cada rincón de nuestras vidas, regulando, supervisando, controlando todo para alcanzar un mundo mejor. Lo curioso, lo irónico es que el mismo Estado que regula las actividades de otros, cuando es comparado precisamente con aquellos a quienes regula, resulta ser el peor de todos. Me explico mediante ejemplos.
Por regulación estatal, en mi nativa Bolivia, los bancos no deben permitir que una persona espere más de media hora para ser atendida, caso contrario puede presentar una queja. Lo curioso es que no existe institución estatal donde uno haga una cola menor de media hora. Ir a Tránsito, Identificación, Ministerio de Trabajo, Caja de Salud o a Migración requiere sacrificar medio día sin trabajar. Y mientras en los bancos uno espera adentro con aire acondicionado y en cómodas sillas, con el Estado uno espera afuera, parado y no tiene a quien quejarse.
Mientras los colegios y universidades privados producen las mentes más brillantes del país, los empresarios más productivos, innovadores y generadores de fuentes de trabajo, en los colegios fiscales apenas aprenden a leer y escribir y no se puede soñar con que los jóvenes salgan con nociones de cálculo diferencial, idioma inglés o siquiera un nivel de redacción y comprensión aceptables. Y sin embargo es el Estado productor de colegios y universidades mediocres el que impone normas y regula la actividad de la educación privada. En la salud sucede algo similar.
Mientras que al Estado se le ocurre poner un ingenio azucarero donde no hay caña o hacer inmensas fábricas de leche donde no hay vacas, despilfarrando así millones de dólares del dinero de todos, los productores arriesgan sus capitales para producir la leche y el azúcar que alimentan al país, cuando les va mal pierden su propio dinero, y no el dinero ajeno y cuando ganan reinvierten, incrementando la producción y generando más fuentes de empleo. Y sin embargo es el Estado, campeón de la ineficiencia, quien regula y controla a los productores.
Y el Estado que regula a los demás, resulta ser el más chambón de todos, el que peor servicios brinda, el que más caro cobra por sus productos, el que más tiempo hace perder a sus usuarios, el que más errores comete, el que hace los peores negocios. Y cuando uno ve esto, se da cuenta que el Estado regulador es similar a un pirómano encargado del departamento de bomberos o a un pillo como jefe de policías. Entonces vale preguntarse ¿quién regula a los reguladores?