Con esta primera columna inauguro una serie de artículos dedicada a explicar y defender el caso por los llamados valores judeocristianos.
Hay una batalla épica desarrollándose ahora en el mundo sobre qué sistema de valores adoptará la Humanidad. Hay básicamente 3 competidores: El laicismo europeo, los valores judeocristianos al estilo de Estados Unidos y el islam. He descrito esta batalla en columnas anteriores.
Ahora es el momento de abogar por los valores judeocristianos, específicamente los valores bíblicos. Creo que son el mejor grupo de valores para guiar la vida tanto de personas como de sociedades. Lamentablemente, pocas veces se explican con racionalidad — hasta por creyentes judíos y cristianos, ahora, imagínenlo por los no creyentes y los miembros de otras creencias.
Así es que éste es el principio de un proyecto definitivamente ambicioso. Muchísima gente está profundamente desorientada entre lo que es el bien y el mal. Sólo por poner un ejemplo: Miremos la confusión moral entre el valor comparativo de la vida humana y la vida animal.
Vengo preguntando desde 1970 a estudiantes americanos si ellos preferirían salvar la vida de su perro o la de una persona no conocida, ganando hasta ahora el perro…
Las noticias cuentan que una mujer de Tucson, Arizona mandó a los bomberos a su casa en llamas diciéndoles que sus tres bebés estaban dentro. Los bebés de los que la mujer hablaba y por los que los bomberos arriesgaron sus vidas eran los tres gatos de esa mujer.
La organización más conocida en defensa de los derechos animales, PETA, patrocinada por los mejor educados de nuestra sociedad, lanzó una campaña internacional titulada «Holocausto en su plato» en la cual iguala freir millones de pollos con la cremación de millones de judíos en el Holocausto. Para PETA y sus partidarios, no hay diferencia entre la vida de un pollo y la vida humana.
Sólo una época tan moralmente confundida como ésta podría producir tanta gente que no distingue la distancia inconmensurable del valor entre la vida humana y la vida animal. Estamos viviendo esa época.
En gran medida, los valores fundados en Dios y la Biblia han sido reemplazados por valores laicos. El resultado es, como bien predijo el pensador británico G.K. Chesterton a principios del siglo XX:
Cuando la gente deja de creer en Dios, no es que no crean en nada, pasan a creer en cualquier cosa.
Sí, el record moral de la Europa cristiana es una mezcla, especialmente la relación con su única minoría religiosa contínua: Los judíos. Y uno tiene que ser muy cándido para pensar que creer en Dios y en la Biblia garantiza claridad moral y mucho menos comportamiento decente.
No obstante, Chesterton tenía razón. El colapso del cristianismo en Europa la llevó a los horrores del nazismo y del comunismo. Y a las confusiones morales de estos tiempos — como la comparación moral de un país libre como Estados Unidos con la totalitaria Unión Soviética, o de un país amante de la vida como Israel con sus enemigos, amantes de la muerte.
La muy citada frase de que la religión nos ha llevado a más guerras y maldad que ninguna otra causa es una mentira popularmente aceptada. Los sucesores laicos del cristianismo han asesinado y esclavizado más gente que todas las religiones de la Historia (a pesar que elementos significativos dentro del islam, religión no judeo-cristiana, hoy asesinan y esclavizan por igual y si no se detiene ya mismo podrían empatar con las cifras con el nazismo o el comunismo).
En realidad, fue un judío laico, el gran poeta alemán Heinrich Heine quien comprendió que a pesar del antisemitismo y otros errores morales, el cristianismo en Europa fue lo que previno la masacre al por mayor de seres humanos, algo que ya era rutinario con el colapso del cristianismo. En 1834, 99 años antes de que Hitler y los nazis llegaran al poder, Heine advirtió:
“En Alemania se producirá un drama que hará que la Revolución Francesa parezca algo inofensivo y banal. El cristianismo ha frenado el ardor militar por un tiempo pero no lo destruyó; una vez que el talismán moderador (la cruz) se haga añicos, el salvajismo se levantará otra vez…”
Lo que tenemos que hacer hoy es abogar de manera racional y persuasiva sobre la necesidad de adoptar los valores que vienen de la Biblia. Nuestro caso debe ser más convincente que el que hacen los que representan los valores antibíblicos y que nos regalan a través de las instituciones educativas laicas del mundo occidental y de los medios informativos (noticias, cine y televisión)
Esto es lo que pretendo hacer. No creo que nada de lo que haga con mi vida, pueda compararse con la importancia de persuadir sobre los valores de la Biblia para que guíen nuestra vida y nuestra sociedad. Como judío que soy, me refiero al Antiguo Testamento como «bíblico», pero esto no debería ser ningún problema para mis lectores cristianos, ya que también es la primera parte de su Biblia. En realidad, como bien dijo el gran pensador judío Maimónides hace ya más de 800 años, son primordialmente los cristianos los que han difundido el conocimiento sobre la Biblia de los judíos a la Humanidad.
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