Esos multimillonarios necesitados

No debemos acomplejarnos porque tengamos una sobreoferta de buenistas que insistan en que es muy malo que haya gente muy rica, y que estén todo el rato dale y dale aterrándonos ante el panorama lúgubre que nos espera si no «luchamos contra las desigualdades», así, en plural. En realidad, la corrección política está desatada en torno a este cuento en el mundo entero. Por ejemplo, en Estados Unidos hay una publicación que se llama Demasiado, así, como suena.

Y allí vi una entrevista del director de Demasiado, Sam Pizzigati, con Gar Alperovitz, un destacado académico, profesor en Cambridge y en Harvard, asesor del Congreso de Estados Unidos y uno de los tantos intelectuales preocupados por lograr una «economía más democrática» y «crear riqueza sin crear superricos». O sea, los bleeding hearts habituales, siempre dispuestos a recortar la libertad de todos para conseguir igualarnos a la fuerza.

Dirá Ud.: ¿qué nos importa que haya superricos si no nos roban, al revés que los Estados? Pues tengo malas noticias: son legión los que creen que es muy malo que cada día Amancio Ortega sea más rico que Ud. y que yo.

Tanto las preguntas de don Sam, partidario de fijar salarios máximos, como las respuestas del profesor son topicazos colosales. Pizzigati está preocupado porque «jamás seremos significativamente más iguales sin un cambio fundamental en quién controla el capital y posee la riqueza». Y el sabio entrevistado asiente y añade: «No tenemos ningún contrapeso institucional al poder político del capital».

¿A que ambos parecen de nuestra izquierda? Pues claro que sí, porque son de izquierdas, en la variante menos carnívora y más evolutiva, porque el erudito no quiere destruir todo el capital sino «desplazarlo y debilitarlo» mediante cooperativas: la clave es apoyar y promover cualquier cosa que no sea un empresario dueño de su empresa, que es la forma en la que más riqueza y empleo se ha creado. Pero esto no les interesa a los buenistas, que anhelan la «propiedad democrática», porque «el socialismo no asusta a la gente», y allí puede que acierten…y que la gente acabe pagando esa falta de miedo.

 

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