Casi todos los países tienen un día nacional, un feriado en el que los ciudadanos se dedican a honrar su constitución, a celebrar el cumpleaños de algún rey, a recordar el día en que su nación fue liberada del dominio colonial o a conmemorar los orígenes de su país. Estados Unidos no es el único país que celebra un día de independencia. Pero el día de Acción de Gracias es otra cosa. Es Una singular tradición de Estados Unidos.
Pocos son los países que reservan un día de acción de gracias nacional. La mayoría de estas fiestas en realidad tienen sus orígenes en una época en la que la vida cotidiana latía al ritmo del ciclo agrícola. El Día de Acción de Gracias de Estados Unidos es mucho más que una celebración contemporánea de algún antiguo festival de la cosecha. El Día de Acción de Gracias ha evolucionado con el país. Refleja nuestra identidad nacional como pueblo agradecido, generoso e inclusivo.
Cuando un americano del siglo XXI se sienta a la mesa de Acción de Gracias o se ofrece como voluntario en un banco de alimentos local, forma parte de un continuo que se remonta al año 1621, cuando peregrinos e indios compartieron mesa en su famosa fiesta de tres días hace ya 400 años.
La influencia más directa en el desarrollo de esta festividad se registra en los días religiosos de acción de gracias observados en todas las colonias americanas. A principios del siglo XVIII, después de haber ido a la iglesia, la cena de acción de gracias ya había adquirido una identidad propia en Nueva Inglaterra y la festividad evolucionó como una forma de celebrar en familia y de ser hospitalarios, amén de los aspectos religiosos.
La historia de cómo se convirtió en fiesta nacional es en sí misma una saga clásica de cómo una persona emprendedora con una buena idea puede llegar a tener impacto en una sociedad abierta y democrática. En este caso, una joven viuda y sin dinero, sujeta a todas las limitaciones asociadas a esa posición a principios del siglo XIX, se convirtió en la editora de la revista más popular de su época. Sarah Josepha Hale supo usar su influencia para generar apoyo de base para su campaña por un Día de Acción de Gracias nacional y solicitó a los hombres más poderosos del país que convirtieran su visión en realidad.
En el ámbito político, el Día de Acción de Gracias ha provocado debates sobre aspectos centrales de la libertad en Estados Unidos. En 1789, el llamado de George Washington para celebrar un Día de Acción de Gracias nacional desató la controversia ya que algunos miembros del Congreso creían que el flamante presidente estaba ejerciendo un poder que pertenecía legítimamente a los estados. Otros opositores pensaban que la propuesta de un Día de Acción de Gracias violaba la separación Iglesia-Estado que marca la Primera Enmienda sobre la que el Congreso justo acababa de debatir.
En la década de 1930, la decisión de Franklin Roosevelt de cambiar la fecha de celebración del Día de Acción de Gracias desencadenó una revuelta en las legislaturas estatales con respecto a la autoridad presidencial y que resultó en que la mitad del país lo celebrara un día mientras que la otra mitad lo hacía otro día.
Hoy vivimos en una época menos religiosa que la de los Peregrinos, George Washington o Hale, pero sería un error afirmar, como hacen algunos, que el Día de Acción de Gracias no es un feriado con profundas raíces religiosas. Es la más rara de las celebraciones religiosas, pero una que todas las religiones pueden celebrar.
Por esto, como en tantas otras cosas, la nación puede agradecer a George Washington, quien declaró nuestro primer Día de Acción de Gracias como nación en una proclamación que incluye a gente de toda religión. Los Peregrinos llegaron a nuestras costas en busca de libertad religiosa y el Día de Acción de Gracias, los estadounidenses de todas las religiones, o de ninguna, pueden dar gracias por haberla encontrado.
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