Por qué el socialismo odia la religión

Las religiones buscan guiar a los seres humanos en la búsqueda de la paz y la felicidad, mediante la práctica de ciertos principios y prácticas. Los líderes socialistas buscan obtener el dominio y la obediencia de las masas. A menudo las creencias religiosas entran en conflicto con los planes socialistas y pueden dificultar el control de las masas, razón por la cual, como lo muestra la historia, los socialistas se han confrontado con la religión y sus líderes.

La crítica marxista de la religión consiste en que, mediante la promesa de la otra vida, hace posible que el proletariado viva sacrificando su existencia sin protestar. Ve a la religión y a sus líderes como aliados del Estado burgués. Considera que para liberar al obrero de sus cadenas, es también necesario liberarlo de sus prejuicios religiosos. Por eso Marx dijo de la religión que era “el opio del pueblo” (Crítica de la filosofía del derecho de Hegel) y Lenin dijo: “Debemos luchar contra la religión” (V.I. Lenin, Actitud del Partido obrero hacia la religión).

Y así fue: la Unión Soviética pasó a ser un Estado ateo que intentó eliminar, sin éxito, las prácticas y creencias religiosas de sus habitantes. Y donde se ha establecido un estado colectivista, la libertad de religión se ha visto disminuida. En China las prácticas religiosas son aprobadas y controladas por el Estado, a pesar que la Constitución de la República Popular de China establece la libertad religiosa. Fidel Castro suspendió en 1962 las instituciones católicas en Cuba. En Corea del Norte se ha intentado hacer del caudillo una religión.

El socialismo no cree en la democracia y tampoco cree en la pluralidad. Lo que dicen los caudillos se acata y quien intente oponerse es eliminado de una u otra forma. Siendo que la religión puede significar una amenaza al liderazgo único que desean los caudillos, es natural que sea atacada y perseguida.

Nuevos líderes socialistas como Hugo Chávez y Evo Morales mantienen una permanente confrontación con los líderes religiosos en sus países. Pero como la historia ha mostrado en más de una ocasión que intentar acabar con las creencias religiosas es imposible, estos socialistas modernos no rechazan la religión abiertamente, no anuncian su intención de crear sociedades ateas, sino al contrario se declaran profundos cristianos, verdaderos seguidores de Jesús, y justifican su confrontación con la Iglesia acusándola, igual que Marx, de defender a los sectores ricos y opresores de la sociedad en contra de los pobres y desposeídos, o hablan de no estar en contra de la Iglesia, sino de sus líderes.

Los socialistas consideran la libertad como un invento burgués, y la rechazan como tal. Consideran que un grupo de iluminados tiene la capacidad de dirigir al pueblo incluso mediante la opresión y la coerción del mismo pueblo. Y consideran a la religión como un obstáculo a sus fines. La libertad religiosa es parte fundamental de la ética liberal que el socialismo rechaza. Por ello, el socialismo en su esencia rechaza la religión.

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