Las élites en shock

No es fácil ser izquierdista de progreso en estos días con la victoria del Brexit, la victoria de Donald Trump y el crecimiento de partidos de “extrema” derecha por el mundo. Al parecer estamos sufriendo de histeria colectiva. Aunque personalmente rechazo muchas de las políticas públicas que esbozan estos grupos, su auge electoral no me sorprende. El auge de este tipo de actores, partidos y movimientos políticos se debe en parte a una creciente alienación entre los beneficiarios de la globalización y los que no ven sus frutos. Pero creo que estos sorprendentes resultados electorales en estos años se debe a que la izquierda está dominada por una élite.

La etiqueta “élite progresista” es usada constantemente pero en realidad es poco entendida ya que se puede referir a diferentes vertientes. Para mí, la élite progresista está compuesta de gente que económica, social y académicamente está a un nivel superior al resto de la población y busca crear una utopía progresista en todo el país. Es una élite que, en nombre de supuesta igualdad, tolerancia y demás eslóganes, busca que todos nosotros sigamos su línea progresista. Si no lo hacemos, nos arriesgamos a ser catalogados como racistas, homófobos, xenófobos, misóginos, etc.  Es una élite que se ve como los iluminados. Basta ver las respuestas de la élite progresista ante la victoria del Brexit y de Trump para notarlo.

Sus respuestas son el resultado de semanas de histeria colectiva si ganaba el Brexit en el aspecto económico – algo que no se ha materializado. La otra bestia negra era que si ganaba Trump sería el fin de Estados Unidos de América. Peor aún, para Europa la elección de Trump marcaría Das Ende der Welt (El fin del mundo) ¿El fin del mundo? De verdad… sino mire la portada de Der Spiegel. ¡¡Y van en serio!!

Las respuestas de la izquierda ante los sorprendentes triunfos del Brexit y Donald Trump han sido de categorizar y ridiculizar a los votantes que favorecieron esas alternativas. Han sido catalogados como votantes ciegos, engañados, idiotas, ignorantes, traidores a sus raíces, cultura, género etc. Este elitismo y su arrogancia me parece que están entre las razones por las que muchos de estos electores decidieron votar como lo hicieron: Contra las élites.

La izquierda está dominada por esta élite y ese dominio hace que los partidos de izquierda socialdemócrata sean vistos como sospechos por mucha de la clase trabajadora. La realidad es que a la élite progresista metropolitana no le importa nada las clases pobres y trabajadoras, sobre todo las rurales. Es una élite que pretende defender al trabajador mientras apoya políticas medioambientales que terminan dejando a su paso un camino de destrucción, por ejemplo, en comunidades que dependen en plantas eléctricas que operan con combustibles fósiles. Cuando estas plantas cierran, comunidades enteras quedan devastadas, pero la élite sigue viviendo feliz en su lejana burbuja.

Igualmente, dicen defender a los pobres mientras se oponen a medidas que dan opciones y poderes a los padres para escoger o mejorar la educación de sus hijos. Por eso, la élite progresista se ha convertido en un club de socialistas de limusina que profesan apoyar a los pobres mientras viven vidas llenas de lujos, inmunes a los terribles efectos de sus políticas y con unos sueldazos a menudo pagados con el dinero del contribuyente.

Uno de los mayores choques para la élite progresista ante el triunfo de Trump es que se dieron cuenta de que fuera de la burbuja urbana, hay una población distinta y que cree en ideas mayormente conservadoras. Están y estarán en estado de negación por mucho tiempo. Eso me trae a la memoria las palabras de William F. Buckley: «Los progresistas dicen estar abiertos a escuchar otros puntos de vista, pero luego se ven sorprendidos y ofendidos al descubrir que hay otros puntos de vista».

 

© Libertad.org

 

Otros artículos de Ojel Rodríguez